Quien es JEFF FOSTER:
En 2001 Jeff Foster se licenció en Astrofísica por
la Universidad de Cambridge. Unos años después, tras un largo periodo de
depresión y enfermedad, se obsesionó con la idea de iluminación espiritual,
y se embarcó en una intensa búsqueda espiritual de la verdad última de la
existencia, que concluiría unos años más tarde al conseguir ver con claridad la
naturaleza no-dual de todo y que lo único que existe es la Unidad.
Gracias a la claridad de dicha visión, descubrió lo
extraordinario en lo ordinario y la vida volvió a ser como siempre había sido:
espontánea, prístina, alegre y plenamente viva.
En la actualidad, Jeff Foster organiza encuentros y retiros
en el Reino Unido y Europa, en los que aborda clara y abiertamente cuestiones
como las frustraciones de la búsqueda espiritual, la naturaleza de la mente y
la Claridad presente en el centro de todo. Ayuda a las personas a descubrir lo
que realmente son, más allá de todos los pensamientos y juicios acerca de sí
mismos, incluso en medio de la tensión y la lucha de la vida moderna y las
relaciones íntimas.
Su planteamiento, independiente y repleto de humor y de
compasión, arruina toda esperanza en una iluminación futura y nos descubre el
despertar que, desde siempre y para siempre, está presente en nuestras vidas.
Él cree que la libertad es el derecho de nacimiento de todo el mundo. No
pertenece a ninguna tradición o linaje, y su enseñanza es accesible a todos.
Jeff ha publicado cinco libros en más de seis idiomas. Su
último libro The Deepest Acceptance (La Aceptación Profunda) fue
publicado en 2012 por Sounds True.
La presente es una entrevista que se realizo a JEFF FOSTER, las personas que me conocen a profundidad saben de mi admiracion, respeto y amor para todo lo que representa este ser. Quise compartir esta nota la cual es un tanto extensa, sinembargo se las recomiendo ampliamente, vale la pena leerla, esta llena de sabiduria.
Los invito a reflexionar....
Los invito a reflexionar....
"La
Aceptación Profunda" (Entrevista).
Tami
Simon:
En la introducción de tu nuevo libro, La Aceptación Profunda,
comienzas, Jeff, con una declaración sumamente fuerte. Una declaración
realmente fuerte y definitiva y quiero empezar nuestra conversación con esto.
Aquí está lo que escribiste: “Yo enseño una cosa, y sólo una cosa: una profunda
y valiente aceptación de todo aquello que se ponga en tu camino.” Así que para
comenzar con esto, es una fuerte declaración… escribir estas palabras: “Yo
enseño una cosa y sólo una cosa.”
Jeff
Foster:
Si, bueno tú sabes, esto que enseño es realmente un mensaje
radical. Yo diría que no es precisamente para los débiles de corazón. Diría que
se trata de un problema fundamental de la humanidad, si pudiéramos llamarlo
así. Y es que, hasta cierto punto, le tenemos mucho miedo a la vida o nos hemos
vuelto temerosos a la vida, tenemos miedo a vivir. Pasamos mucho de nuestro
tiempo, al parecer, apartándonos de la vida, apartándonos de nosotros mismos;
apartándonos del dolor, apartándonos del miedo, apartándonos de la tristeza,
apartándonos de la duda. Y yo diría que, si tuviera que resumir todo lo que
tengo para enseñar es, ¡parar!. Dejar de apartarnos. Y quedarnos con la vida y
voltear hacia la vida si es que se puede.
Enfrentar aquello que está frente a
nosotros. Finalmente, aprender a conocerla como si fueras tú mismo. Muy a
menudo se siente como si la vida estuviera de alguna forma en contra de
nosotros, ¿sabes? o como si la vida nos estuviera haciendo algo, o que la vida
va mal, o que la vida no está de nuestro lado.
Mi
invitación es: parar y mirar aquello que está realmente aquí. Sal de esa
historia de tu vida —la vida es esto, la vida es aquello, o esto está mal, o
aquello no está bien, esto es lo que pasará, aquello es lo que pasará. Simple y
amablemente regresa a lo que realmente está aquí. Yo hablo acerca de la
constante invitación que la vida nos hace. Veo la vida como una constante
invitación a simplemente regresar a casa, en cierto sentido, regresar a lo que
está frente a ti, porque eso es realmente todo con lo que estás lidiando, a
pesar de que a veces parezca que hay mucho más. Sólo enfrenta esto que está
aquí.
Tami
Simon:
Ahora, esta idea de enfrentar lo que hay aquí, una profunda y
valiente aceptación de todo aquello que se ponga en tu camino —pero, sabes,
obviamente, que hay cosas realmente difíciles que se van presentando en el
camino de la gente. Y mientras nos hablas yo me imagino algunas de esas cosas
realmente difíciles y quizás alguien diga, “¿Cómo aceptar realmente y sin
temor, y cómo voltear a ver este gran dolor como el de haber perdido un hijo o
cualquier otra cosa que parezca insoportable?”
Jeff
Foster:
Eso es muy cierto. Sabemos que la vida puede ponerse realmente
difícil y que somos confrontados con esas olas. En el libro hablo mucho acerca
de esas olas en el océano que tú eres. Si te ves a ti mismo como ese vasto
océano, todas esas olas aparecen siempre —pensamientos, sensaciones,
sentimientos— todas estas son las olas que aparecen en ti.
Como tú
dices, absolutamente, muchas veces las olas se pueden llegar a poner muy difíciles.
Son grandes olas: olas de temor, olas de dolor, olas de tristeza, olas de
dudas, olas de alegría, olas de felicidad. Lo que quiero decir es que todo ya
está permitido en ti. Ya sabes, todo, esencialmente; lo que eres es ese espacio
para todo ello. Pero como dices, algunas veces las olas se pueden poner muy
intensas y la verdad es que normalmente no sabemos qué hacer con ellas.
A pesar de
todo lo que hemos aprendido, a pesar de toda nuestra evolución espiritual, de
todas las experiencias que hemos tenido y todas las reflexiones que hemos hecho
y todos los despertares que hemos tenido, aún, a veces, esas olas aparecen como
avalanchas demasiado intensas de dolor, como dices.
Tami
Simon:
O como un tsunami, digamos.
Jeff
Foster:
Si, como un tsunami.
Tami Simon:
Alguien
que está experimentando algo así. No sólo una ola sino algo más parecido a “¡Oh
dios mío, esto me va a destrozar!”
Jeff
Foster:
Si, si. Y esto le pasa hasta al más experto. Les sucede a las
personas supuestamente más despiertas e iluminadas. Nadie es inmune a esos
tsunamis. Eso es parte de la invitación, aunque sabes, un buen punto de inicio
es ser realmente honesto acerca de este asunto. “Este tsunami está surgiendo,
este tsunami de dolor, de miedo y, en este momento, no sé qué hacer con él”. Este
puede ser un maravilloso comienzo. En lugar de meterse en toda esa historia
quejosa de “No sé qué hacer con esto,” y “¿Qué estoy haciendo mal, porqué no
puedo resolverlo? y “Esto me va a destrozar” y ya sabes, todas esas historias
que nos contamos.
Regresas
realmente a la verdad de ese momento —que podría ser, en ese momento, podría
ser “No sé realmente cómo enfrentar esto.”
A menudo digo que se ha hablado mucho acerca de la resistencia; muchas de las
enseñanzas espirituales hablan acerca de la resistencia y de cómo siempre
estamos resistiéndonos al momento y que deberíamos dejar de hacerlo; que nos
resistimos al dolor, que nos resistimos al miedo y que deberíamos parar. Lo que
pienso es que quizás sea más verdadero decir que nadie está resistiéndose activamente
a su temor. Nadie está activamente resistiéndose al dolor. Tal vez sea más
preciso decir que simplemente no sabemos cómo estar con nuestro dolor. Y no
sabemos cómo convivir con nuestros temores. No es que nos estemos resistiendo.
Más bien es que no sabemos cómo sentarnos con ellos, cómo estar con ellos.
Posiblemente
se deba a que nadie nunca nos enseñó cómo sentarnos con el dolor, cómo estar
con él. Se nos enseñó, desde muy pequeños, a no sentir demasiado esas cosas.
Nos enseñaron que la tristeza es mala, que el miedo es malo o que el enojo no
es bueno. Así que invertimos mucho de nuestro tiempo huyendo de esos
sentimientos, porque realmente, ¿quién nos enseño, quién nos tomó de la mano en
medio de nuestro dolor, en medio de nuestras penas, en medio de nuestras dudas?
¿Quién se sentó con nosotros y nos tomó de la mano y por un momento no intentó
componernos o cambiarnos o llevarnos hacia un sitio diferente?
A mí me
parece que realmente hemos olvidado, o quizás nunca supimos cómo convivir con
esas olas gigantes. Y como dije antes, podría ser un precioso inicio
simplemente admitir tu inocencia, en cierto sentido, admitir con completa
humildad —“Realmente, no sé cómo estar con esto“— y empezar desde ahí.
Tami
Simon:
Ahora, qué le dirías a una persona que dice “No sé como estar con
esto que es tan abrumador, sea lo que sea , ya sea miedo o alguna otra cosa,
debido a que es muy intenso. Simplemente parece que hay aquí demasiada
intensidad.” A veces la gente dice, “Si me permito realmente sentir esto voy a
empezar a llorar” y luego dicen “Si empiezo a llorar, no voy a terminar de
hacerlo”. Así que ¿qué le dirías a esa persona que siente miedo a la
intensidad?
Jeff
Foster: Eso es muy cierto. ¿Sabes? Normalmente digo “No creo que nos
asuste tanto la muerte, pienso que nadie le teme realmente a la muerte, pienso
mas bien que estamos muy atemorizados de la vida.
Tenemos miedo de la
intensidad de la vida, porque como dijiste, se puede poner muy intensa. Y
ciertamente en estos cinco, seis años en que he estado viajando alrededor del
mundo, hablando con la gente y realmente profundizando en todo esto con ellos,
escucho con frecuencia eso. Dicen “Jeff, temo mucho que si permito tan sólo un
momento este dolor, si realmente lo permito, si lo dejo libre, si no me resisto
a él, si tan sólo dejo de huir de él por un momento, temo que se arraigue en
mí. Que nunca se vaya. Esto me destruiría”.
Es decir,
aquí estamos hablando de miedos fundamentales. Temer ser destruido por esa ola.
Que esta ola me aniquile, que esta ola me destruya, tú sabes. Esta ola,
simplemente es más grande que yo. Me convertiré en algo (diferente). Hay
demasiados temores alrededor de eso. Entonces, es aquí donde llegamos al
mensaje principal de mi libro, que es “la aceptación profunda,” porque siempre
se trata de eso: “Bien, y ¿cómo acepto?” Cuando todo sale como quieres, cuando
las olas son hermosas y tranquilas, cuando el día está soleado en el océano y
las olas son suaves, parece muy fácil aceptar el momento presente. (Pero)
cuando las olas se tornan intensas y surge el tsunami, la pregunta es “Bueno,
¿cómo voy a aceptar esto?”
Entonces
tratamos de aceptar esos tsunamis. Esto es lo que digo en el libro. Hay mucha
gente por ahí que conozco que está tratando de aceptar ese momento. Están
intentando decirle “Si” a este momento. Hay muchos intentos. Tratamos de
aceptar los tsunamis pero debido a nuestros temores y a la intensidad del
momento, simplemente nos sentimos incapaces de aceptarlos. Nos sentimos
incapaces de permitir. Así que nos enfrentamos con el tsunami y, en el momento,
nuestra propia incapacidad para aceptarlo —nuestra propia incapacidad hace que
fallemos en aceptarlo. Entonces eso se convierte en la verdad de ese momento,
que hay ese gran tsunami y que hay, en ese momento, un sentido de limitación
para enfrentarlo.
Lo que digo
en el libro es que realmente no es que tú estés fallando. Eso no es una muestra
real de tu fracaso; el hecho de haberte sentido incapaz de aceptar ese momento.
Aquí hay una verdad mucho más profunda. Es la razón por la cual hablo de una
aceptación profunda. Hablo acerca de la aceptación no como algo que hacemos, lo
que digo en el libro es que la verdadera aceptación es lo que ya somos. Es tu
otro nombre. Aceptación es otro nombre para lo que tú eres. La paz, el descanso
y la libertad y todas esas cosas buenas que estamos buscando no son cosas por
las que se pueda hacer algo para conseguirlas, es más una cuestión de recordar
que estás hecho de eso. Fuiste hecho como aceptación. Esa es tu verdadera
naturaleza.
Tami
Simon:
¿Puedes ahora explicarnos esto un poco más? No estoy segura de
estarte entendiendo muy bien, con exactitud. Dices que lo que somos es
aceptación, pero vemos que mucha gente no parece estar precisamente aceptando.
Jeff
Foster:
Es muy cierto. Aceptación es lo que somos. Así fue como fuimos
construidos y eso es lo que olvidamos. Diría yo que quizás este es el problema
de la humanidad y todo el conflicto, todo el sufrimiento, toda la violencia y
todas las conductas destructivas surgen de ese olvido acerca de lo que somos.
Entonces,
si lo pensamos bien, esta sería la forma más fácil de explicarlo. Si alguna vez
te has puesto a meditar, estás ahí sentado observando cómo los pensamientos
vienen y van; tal vez observes cómo las sensaciones surgen y desaparecen, y
entonces empiezas a darte cuenta de que tal vez no seas tú quien creías ser
porque si los pensamientos vienen y van, entonces estos no pueden realmente
definir lo que eres porque lo que realmente eres en tu esencia no puede venir y
desaparecer. No puede llegar e irse. No podría aparecer y desaparecer. Lo que
realmente eres, es siempre, siempre está aquí. Siempre está presente. Creo que
todo el mundo tiene ese sentido básico de estar aquí, de existir ahora, en este
momento. Podemos dudar de todo, de todo lo que nos han dicho, de todo lo que
nos han enseñado, excepto del hecho de que existimos en este preciso momento.
Hay un
claro sentido de estar aquí. En realidad no importa en dónde estemos. No se
trata de estar aquí o estar allá, sino de Ser en donde estemos. En cualquier
parte del mundo donde nos encontremos, es Ser donde estemos. Todos tienen ese
sentido y es a lo que llamo el océano, el océano de la consciencia, el océano
consciente.
Así que te
pones a meditar, te das cuenta de que los pensamientos vienen y van, que los
sentimientos vienen y van, que las sensaciones vienen y van y empiezas
realmente a darte cuenta que lo que en verdad eres no pueden ser esos
pensamientos. Lo que yo soy no pueden ser esos sentimientos, lo que soy, en mi
esencia, no pueden ser las sensaciones debido a que todas ellas van y vienen.
Empiezas a hacerte consciente de que hay algo aquí que no va ni viene, que está
siempre presente, este océano que eres —así es como lo llamo: el océano de lo
que eres. Entonces, empiezas a advertir que dentro del océano que eres, dentro
de ese amplísimo, siempre presente espacio que eres, todas las olas de la vida
están siempre apareciendo y desapareciendo. Los pensamientos van y vienen. Las
sensaciones llegan y se van. Todas las olas surgen y se disuelven en el océano
que eres. Lo que tú eres siempre está ahí.
Así que
cuando hablo de aceptación, lo hago desde un punto de vista diferente, tal vez,
a como estuvimos acostumbrados a utilizar la palabra. Entonces, aceptación no
se trata de yo (llevando a cabo) la aceptación: “tengo que aceptar este
momento, tengo que aceptar mi miedo o tengo que aceptar este dolor”. Se podría
decir que en un nivel mucho más profundo, ese océano que eres ya ha aceptado o
permitido desde un principio esas olas. Cualquier ola que surja en el océano de
ti ha sido, en cierto modo, ya aceptada. Ya ha sido aceptada porque está
apareciendo, porque está aquí. Entonces, si está apareciendo un pensamiento,
significa a nivel más profundo, que el océano que eres, ya aceptó ese
pensamiento.
Si hay una
sensación apareciendo en este momento, significa que el océano que ya eres está
aceptando esa sensación. Está permitiendo ese sentimiento. Está permitiendo
esta tristeza. Está permitiendo este dolor. Está permitiendo esta alegría. Si
está surgiendo una ola en ti, significa, básicamente, que aquello que tú eres
le ha dado el Si en cierto sentido. Y en cierto sentido, lo que tú eres ha
dicho Si a este momento, exactamente como es. Así que esos pensamientos, esas
sensaciones, esos sentimientos, incluso esa duda o esa confusión o ese dolor
que aparece en este momento —a un nivel más profundo, lo que tú eres, ya lo
está permitiendo, lo que tú eres ya lo está aceptando, lo que eres ya ha dicho
que Si a ello.
Entonces,
aunque a un nivel superficial, algo parezca inaceptable para ti, para la mente,
para el pensamiento, tu pensamiento podría decir: “esta tristeza no debería
estar aquí” o podría decir, “esto es demasiada tristeza.” O un pensamiento
incluso podría decir, “esta tristeza no es suficiente”, porque el pensamiento
siempre está comparando y en el fondo, ese océano que eres ya está permitiendo
esa tristeza.
Esa
tristeza ya ha sido bienvenida en ti, por eso está ahí. Claro, en cierto modo,
esto está en contra de nuestro sentido común por como fuimos enseñados y podría
parecer, sobre todo cuando se escucha por primera vez, podría parecer una
locura o sonar muy confuso. Pero realmente, no es algo que tú crees, es algo
que empiezas a notar dentro de tu propia experiencia. Es como cuando la vida se
convierte en una meditación constante, y te das cuenta de los pensamientos, de
las sensaciones, de los sentimientos y empiezas también a notar a un nivel más
profundo, que cualquier cosa que surja en este momento, incluso si se trata de
algo muy intenso, que básicamente no es tu enemigo.
Pienso que
este es el punto más importante, que si la tristeza está surgiendo en ti,
aunque sea demasiado intensa, no se trata de un enemigo. Ninguna ola puede
estar en contra del océano. Eso ya ha sido aceptado en ti. Entonces, lo que
diría es que la vida es esa constante invitación a recordar esta naturaleza ya
aceptada de experiencia presente. Así es como vemos que la aceptación no es
algo que tú haces. No se trata de “ya acepté este momento” o “no acepto este
momento”. Es notar a un nivel más profundo que este momento ya ha sido
aceptado. A eso es a lo que me refiero cuando hablo de aceptación profunda. Es
una aceptación que va más allá del “yo acepto” y del “yo no acepto”.
En cierto
modo, es rendirse completamente a la vida. Es una total rendición. Es como
reconocer tu total humildad ante la vida. Pero no es un sitio de impotencia ni
pasividad. Diría yo que es completamente lo opuesto, porque se trata de
descubrir ese “Si” de la vida que incluye todo. Es un “Si” a cada momento, pero
no como algo por lo que tienes que luchar para lograr. No se trata de luchar
para lograr decir “Si”, porque eso resultaría muy cansado, pienso, tratar de
aceptar este momento aunque el momento sea muy difícil. Tratamos y tratamos y
tratamos de aceptarlo. Puede resultar exhaustivo, tratar de aceptar este
momento.
Pero
incluso ese estar exhausto es parte de la invitación, darte cuenta, darte por
vencido en ese intento de aceptar e identificar que en el fondo este momento ya
fue permitido. Esos pensamientos, esas sensaciones, esos sentimientos, esas
olas de experiencia ya han llegado, entonces, es demasiado tarde como para
luchar contra ellos. Es demasiado tarde para aceptarlos y es ya demasiado tarde
para evitarlos porque ya están aquí.
Tami
Simon:
Sería correcto decir, Jeff, utilizando esta metáfora de las olas y
del océano —desde una perspectiva práctica y desde este punto de vista— que si
alguien se siente muy identificado con algún tipo de ola demasiado intensa de
experiencia que parece muy difícil o abrumadora, que si cambian su atención
hacia la naturaleza oceánica de esa experiencia, ¿eso permitirá generar ese
espacio necesario para el reconocimiento de la aceptación? ¿Qué opinas de esto?
Sentirse el océano en lugar de identificarse con la ola.
Jeff Foster:
Bueno,
eso es verdad. Se trata de que recordemos nuestra verdadera identidad como ese
vasto, espacioso océano en lugar de identificarnos como esa persona limitada.
Cada momento constituye esta invitación a recordar que realmente somos mucho
más vastos de lo que nos hemos imaginado. Creo que ahí está el centro del
sufrimiento, especialmente de mucha gente que he conocido en los últimos años.
Existe esta creencia cuando estamos sufriendo, de que somos demasiado
insignificantes, de que estamos demasiado limitados para abordar los asuntos.
“Este dolor es demasiado grande para mí, o este temor es demasiado para mí o
esta pena es demasiado grande para mí”. Así es como se puede llegar a sentir,
aunque en realidad, este momento nunca podría ser demasiado para mí.
Cualquier
cosa que esté sucediendo en este momento, aunque el momento sea demasiado
intenso y esté impregnado de dolor y de miedo, podríamos decir que hay algo
aquí que ya está sosteniendo este momento, hay algo que está abrazando este
momento. Es algo que está ya permitiendo que este momento sea, incluso si
personalmente te sientes incapaz de lidiar con él, aún si te sientes incapaz de
aceptar este momento. Lo que tú eres, ese vasto océano, ya está sosteniendo ese
miedo.
Entonces el
sufrimiento realmente depende de la identificación. Por ejemplo, cuando hay una
ola de temor —o de cualquier otra cosa como miedo, enojo, tristeza— es una
invitación a recordar aquello que eres. Lo que tú eres en este momento está
sosteniendo el temor, lo que tú eres es ese espacio en donde entra ese temor.
Lo que yo soy en este momento es el espacio para este miedo. De algún modo le
estoy permitiendo un espacio a ese enojo. Ya sabes, le estoy dando a este enojo
un espacio para que respire. Le estoy dando la libertad a este enojo para que
se exprese. Le estoy dando la libertad a este dolor para que se exprese. Le
estoy dando la libertad a esta tristeza, a esta duda, para que se exprese.
En cierto
modo, todo esto es completamente opuesto a lo que hemos aprendido acerca de
nosotros mismos. Esto parece darle un vuelco a la vida, sin embargo, nos
recordamos como este vasto océano que está permitiendo que estas olas sean. De
alguna manera, estas olas, una ola de enojo no es ningún enemigo. Eso fue lo
que nos enseñaron, tal vez. Una ola de dolor, una ola de tristeza no es el
enemigo; como el océano, podrías decir que se trata de uno de tus hijos, ¿o no?
Como océano, diste nacimiento a esa ola de enojo, diste nacimiento a una ola de
tristeza. Estos no son enemigos que deban ser destruidos, sino niños que deben
ser apoyados, que deben ser amados en este momento. La vida no te pide más que
eso. Simplemente te encuentras afrontando este momento de enojo.
Cuando
entramos en la identificación, cuando olvidamos nuestra verdadera identidad,
como dijiste, el océano, este vasto océano, este vasto espacio en donde aparece
en este momento el miedo; cuando olvidamos lo vastos que somos, cuando
olvidamos lo espaciosos que somos. Cuando olvidamos lo amorosos que somos o
cuando olvidamos nuestra capacidad de abrazarlo todo. Nos empezamos a
identificar con la ola. Y así, en lugar de recordarnos como ese vasto océano en
donde llega y se disuelve el miedo en ese momento, nos identificamos como
alguien que se siente asustado. Pienso que esta es la diferencia fundamental
entre recordar lo que realmente eres y olvidar lo que realmente eres. Es esa
identificación. Así que nos recordamos a nosotros mismos en este momento y sólo
en este momento, porque eso es todo lo que hay, finalmente. Si nos recordamos a
nosotros mismos ahora como ese vasto océano en donde la ola del miedo es
admitida y no nos identificamos como “Yo soy ese que está asustado” o “Yo soy
ese que se siente triste” o “Yo soy ese que está sufriendo, yo soy la víctima”
—porque siempre hay una especie de historia de victimismo detrás de todo esto.
No se trata
de rechazar ni negar la ola. No se trata de querer alejar la ola. No se trata
de decir “Oh, este miedo no me va a tocar. Estoy más allá del temor.” Sabes,
todo ese tipo de atajos espirituales que a veces queremos tomar. No se trata de
eso. Se trata más bien de ese reconocimiento de que el miedo está aquí,
percibiéndolo, notándolo, y al mismo tiempo recordarme a mí mismo como ese
espacio completamente abierto que está sosteniendo este miedo. Así que el miedo
tiene permiso para moverse a través de mí, pero a fin de cuentas, no me define.
Así que ambos aspectos se dan. Es como permitir que el miedo se exprese
totalmente sin que yo intente evitarlo. Pero al mismo tiempo recordarme como
ese vasto espacio.
_Tami
Simon:_Ahora Jeff, por alguna razón estoy pensando en alguien que pudiera tener
mucho temor, digamos acerca de una limitación financiera de cualquier tipo como
“no voy a lograr tener el dinero que necesito”. Y que te diga que todo esto es
muy hermoso, “esta charla espiritual que Jeff nos está dando acerca de recordar
la naturaleza oceánica de nuestra conciencia, pero yo ahora realmente necesito
resolver este miedo centrado en no contar con el dinero suficiente y lograr
conseguirlo y movilizarme y si me pongo a descansar en este sitio oceánico y
dejo de preocuparme exactamente acerca de este miedo, no voy a manifestar
prácticamente aquello que necesito”. ¿Cómo responderías a esto?
Jeff
Foster:
Esta es una de las preguntas que más me hacen. Me preguntan mucho
“Jeff, todo esto suena muy bien, ¿sabes?, reconocerme como el océano y vivir en
el presente y permitir completamente, pero, ¿cómo me ayuda eso para hacer
dinero y para pagar mis facturas? ¿Y qué piensas acerca de esto, acerca de
aquello?”
Tami Simon:
Te
hice una pregunta que te han hecho demasiadas veces, eso está bien. Está bien.
Me parece bien que la haya hecho.
Jeff
Foster:
(Risas) Tami, esa no es una pregunta original.
Tami
Simon: Está bien, puedo con eso.
Jeff
Foster:
¡Puedes con eso! (Risas) Está muy bien. Es interesante. La semana pasada estaba
hablando con una mujer y estábamos teniendo esta misma conversación y me
comentaba que había la posibilidad de que perdiera su casa en unas cuantas
semanas y que no tuviera en donde vivir. Cuando se acercó a mí, obviamente
estaba muy ansiosa y estresada. Hablaba, hablaba, hablaba muy, muy rápido.
“¿Qué pasa con todo esto? Esto puede llegar a pasarme. Podría sucederme. Tal
vez no tenga ni dónde vivir. Podría quedarme sin dinero. Podría quedarme sin
casa.” Y ¿sabes? hay una relativa realidad en todo eso.
Eso puede
suceder. En unas semanas ella podría tener una casa o no, tener dinero o no,
pero el punto era que en ese momento, ella estaba tratando de resolver
absolutamente todo. Estaba queriendo contar con todas las respuestas en ese
mismo momento. Se estaba agotando a sí misma, tratando de componer su vida en
un sólo momento. Entonces lo que hice fue que simplemente la invité por un
momento a detenerse, en lugar de tratar de arreglar su vida y encontrar toda la
solución en ese momento —Yo no estaba diciendo que la solución nunca llegaría.
No estaba tratando de decir que nunca tendría dinero. El punto es que en ese
momento, ella no lo sabía. En ese momento, ella no contaba aún con las
respuestas, todavía no encontraba la solución. Y estas podrían llegar.
Esto es lo
curioso del asunto, el detalle curioso que encontré y mucha gente con la que
hablo acerca de esto también se ha dado cuenta —es que cuando simplemente se
apartan de esa historia tan complicada, tan estresante que pretende resolver el
futuro— eso es lo que hacemos. Nos sentamos, en este momento, tratando de
componer el resto de nuestras vidas. A veces se vuelve demasiado agotador. A
veces puede ser maravilloso, justo en este momento, admitir que aún no sabemos
nada, que aún no tenemos ninguna respuesta. Por tan sólo un momento relajarnos
y sumergirnos en ese sitio de no saber nada, sumergirnos en ese sitio en donde
aún no contamos con las respuestas, quedarnos en ese sitio lleno de misterio. Y
después, como dijiste, lo que sucede es que la gente dice “Si, pero si me dejo
sumergir en el misterio, las cuentas por pagar seguirán ahí. Si me sumerjo en
la vida, perderé mi casa. Si me sumerjo en la vida terminaré sin resolver nada.
Terminaré convirtiéndome en un parásito. Mi vida quedará destrozada”.
Creo que
esta es realmente la raíz del miedo. Si me siento aquí, por un momento, y no
hago nada, mi vida terminará desmoronándose.
Creo que es
fascinante que tengamos ese temor: si me siento aquí y no hago nada, sólo por
un momento —porque eso es todo lo que se te pide— mi vida entera se destrozará.
Fue muy interesante con esta mujer con la que estaba yo hablando. Simplemente
la invité a regresar a ese momento, a respirar y a empezar a sentir las
sensaciones de su cuerpo y simplemente sentir el miedo, realmente. Le pregunté
en qué parte de su cuerpo lo sentía. Apuntó a su estómago, a su cuello y
garganta. Le pedí que prestara algo de su atención a la vida, a la vida que ella
era, la vida que realmente se movía dentro de ella, a esa sensación de vivo
hormigueo que sentía moverse dentro en este momento, la invité a que de algún
modo se saliera de esa historia acerca de MÍ vida. Mi vida y mis problemas, y
mis soluciones y que en el lapso de unas tres semanas se quedaría sin casa. Le
pedí que se saliera tan sólo por un momento de eso, de la historia de su vida y
que regresara de algún modo a la vida, que recordara esa vida que ella era. Y
después, resultó muy interesante ya que se permitió sentir las sensaciones en
su cuerpo y realmente sentir el miedo, en lugar de salir huyendo de él y tratar
de resolver el temor —porque de alguna manera eso era lo que ella estaba
intentando hacer. Ella estaba tratando de arreglar ese miedo presente. Estaba
tratando de deshacerse del miedo que sentía resolviendo la historia de su vida,
arreglando la historia de su vida, como si se estuviera saliendo de la “vida” y
entrando a la historia de “Mi vida”. El punto es que eso no estaba funcionando,
simplemente estaba resultando muy agotador y estresante y las respuestas no
venían. Las respuestas aún no llegaban.
Lo
importante fue que simplemente relajó su cuerpo y empezó a honrar el miedo, en
lugar de huir de él, empezó a reconocerlo y honrarlo y a compartirlo conmigo,
enfrentó el miedo, realmente —no trató de arreglarlo o de evitarlo, más bien se
reunió con él. Ahí fue cuando ella empezó a relajarse y de repente, su vida no
parecía ser ese desastre y ya no fue más una catástrofe. Lo más gracioso es que,
desde esa posición, desde ese lugar creativo, desde el misterio de ese momento,
es desde donde surge la fuente de toda creatividad. Si las respuestas van a
llegar, es justo de aquí de donde vienen —del misterio de cada momento. No
vienen contenidas dentro de la historia temporal de tres semanas. Las
respuestas que estamos buscando, emergen dentro de su propio y dulce tiempo
desde este misterio y es como si la mente —esto es muy hermoso— como si la
mente estuviera tratando de resolver la vida para nosotros. La mente es una
hermosa herramienta y por supuesto que no desearíamos deshacernos de ella y
tampoco queremos convertirla en nuestro enemigo, sin embargo, la vida
simplemente nos está invitando a salir de esa historia de “mi vida” y de
“resolver mi vida” y “componer todo” y simplemente recordar el misterio que ya
somos.
_Tami
Simon:_Ahora Jeff, en esta historia donde tú guiaste a esta persona, ayudaste a
que se sentara con el sentimiento de miedo que estaba en su cuerpo, y tal
parece que éste es un paso muy importante y uno que puede resultar ciertamente
difícil para las personas, especialmente si no están entrenadas —por lo menos
en mi experiencia— en alguna clase de enfoque o atención incorporada. ¿Cómo
ayudas a que la gente lo entienda y que se quede con la fisiología de lo que
está sucediendo dentro de ellos?
Jeff
Foster:
Creo que lo que hago, si pudiera resumir lo que hago con la gente,
es que no hago demasiado, realmente. No me experimento como haciendo mucho con
la gente. Para mí, se trata de estar con ellos, ¿sabes? A menudo pienso, cuando
nos sentamos junto a alguien, cuando conocemos a alguien, cuando estamos
conversando con alguien y esa persona expresa su miedo, o dolor o siente duda o
confusión, rápidamente intentamos arreglarlos o solucionar sus problemas. Si
alguien está sintiendo mucho temor, tratamos, quizás por amor o compasión que
ya no se sienta de esa manera o intentamos ofrecerle algunas soluciones o
pretendemos tener una especie de respuesta.
Lo que
trato de hacer con la gente, es no hacer tanto. Busco aquello que realmente
sana, es decir, esta es mi particular experiencia con la gente —lo que
realmente sana en este encuentro, este estar con ellos. Me siento con alguien
que está experimentando mucho miedo, y entonces se meten en su historia
tenebrosa de “Esto es lo que pasará, eso pasará, no tendré qué comer, perderé
mi hogar, moriré, terminaré viviendo en un agujero.” Yo no les ofrezco
respuestas. No trato de componerlos.
No pretendo
tener la solución. Soy muy honesto en ese sentido. No pretendo saber más que
ellos. Lo que creo que hago —y no te diría que es realmente un hacer— es que
les ofrezco un espacio para que ellos mismos se encuentren con su propio miedo.
Si me es posible me siento con ellos en el estado en que se encuentren, no evito
nada, no trato de arreglarlos y no les ofrezco respuestas fáciles con el fin de
comprobarles lo maravilloso que soy como maestro porque sé mucho —eso no me
interesa. ¿Sabes? no me interesa. Lo que realmente me interesa es realmente
estar ahí con ellos.
Como te decía antes, creo que eso es lo que hemos olvidado como especie. Hemos
olvidado básicamente cómo estar con nosotros mismos. Ahí es en donde comienza
todo nuestro sufrimiento, en el olvido de lo que somos, que es básicamente el
olvido acerca de cómo sentarnos con nosotros mismos, cómo sentarnos con
nuestros miedos. Nadie nos enseñó cómo sentarnos con el miedo.
La gente
nos ha enseñado a lo largo de nuestras vidas cómo deshacernos del miedo, cómo
escaparnos de él, cómo transformarlo en algo diferente, pero ¿quién nos ha
enseñado cómo convivir con el miedo cuando es momento del miedo? —enfrentando
el hecho del miedo, sentarnos ahí, encarando el hecho del miedo en el momento
presente. ¿Quién nos enseñó a simplemente quedarnos quietos ahí? Nos han dado muchas
técnicas y soluciones y métodos para deshacernos de todas esas cosas.
Siento
bastante confianza cuando hago esto con las personas, quizás debido a mi propia
experiencia en estos años soy ahora más capaz de sentarme con mi propia
experiencia. Soy ahora más capaz de sentarme con mis propios temores, de
sentarme con la tristeza, de sentarme con la confusión, de sentarme con la duda
dentro de mí porque aprendí, a través de los años, a no darles la espalda.
Aprendí que huir de este momento realmente no nos ofrece aquello que tanto
estamos buscando. Por muy paradójico que suene, sabes, este enfrentar la
situación, quedarse ahí, quedarse ahí, quedarse ahí. Pienso que esa es la
constante invitación de la vida diciendo, quédate ahí, quédate, quédate. Aunque
en este momento, puedas llegar a sentir que no puedes quedarte, ¡quédate ahí!
¡Quédate con eso!
Creo, por
el motivo que sea, que desde estos días en que soy más capaz de convivir con mi
propia experiencia, soy mucho más capaz de mantenerme también con la experiencia
de los demás y no huir ni tratar de componer las cosas.
Tami
Simon:
Me parece que estás ahora apuntando a algo realmente importante,
que es el poder de estar con otra persona aceptando de manera incondicional
todo aquello por lo que está pasando. Me parece que nos señalas algo de suma
importancia acerca de cómo poder estar ahí para los demás.
Jeff
Foster:
Creo que esa es la esencia misma de la curación y el verdadero
significado de la palabra. Lo que yo diría es que para mí, el sanar no tiene
nada que ver con el hecho de huir. No tiene nada que ver con arreglar las
cosas. La sanación no tiene nada que ver con componerte. No tiene que ver con
tratar de componer a los demás. Sino más bien con ese quedarte ahí con tu
experiencia, incluso si en ese momento nos dan ganas de salir corriendo,
incluso si se siente sumamente incómodo quedarse ahí, incluso si estamos junto
a alguien que está experimentando mucha tristeza, duda, confusión o ira.
Cuando
estamos sentados al lado de alguien que en ese momento esté expresando enojo
hacia nosotros, que se dirige a nosotros, que nos insulta y nos culpa de haber
hecho ciertas cosas. Nos está juzgando. Normalmente lo que pasa en esta
situación es que comenzamos a sentirnos incómodos. Nos empezamos a sentir
lastimados. Incluso empezamos a sentir la urgencia de irnos, ya sea
literalmente o psicológicamente a través de retirar nuestra atención o de
ignorarlo, lo evadimos psicológicamente, o podríamos incluso sentir la urgencia
de atacarlo porque nos sentimos atacados. Nos sentimos lastimados.
No sabemos
cómo estar con nuestro propio dolor. Nos sentimos heridos y no sabemos cómo
quedarnos con eso. No sabemos cómo lidiar con eso. Así que arremetemos contra
ellos —hay cierto impulso de arremeter contra ellos. Así que aquí está la invitación
que nos hace la vida, y esa es la invitación que yo les ofrezco y esa es la
invitación de la que hablo en mi libro. ¿Podríamos simplemente quedarnos en ese
sitio, incluso si en el momento se dé mucha incomodidad, aunque sintamos mucho
dolor? ¿Podríamos mantenernos con nuestra propia experiencia, aunque haya
dolor, aunque nos esté doliendo?
¿Podríamos
encontrar ese sitio en ese momento, en donde esa ola, esa intensa ola de dolor
que se mueve en nosotros, sea bienvenida? ¿Podríamos encontrar nuestra vastedad
inherente? En ese momento, ¿podríamos simplemente pararnos y notar que eso que
somos es suficientemente vasto? Lo que somos es oceánico. Lo que somos es lo
suficientemente grande como para contener ese dolor, aunque queme, aunque sea
demasiado intenso, aunque haya la urgencia de huir o de expulsar a alguna
persona o atacarla o arreglarla, o manipularla o tratar de cambiar su
experiencia. ¿Podríamos quedarnos ahí, con todo eso? ¿Podríamos encontrar ese
lugar en donde realmente todas esas olas que se mueven por dentro, sólo por ese
momento, tienen permiso de estar? ¿Podríamos recordar que lo que somos es tan
inmensamente grande como para alojar ese dolor y después encontrarnos con esa
misma persona en ese sitio de profunda aceptación?
He tenido
mucha experiencia con esto durante los últimos años, sobretodo siendo maestro.
Una cosa es hacer todas esas reflexiones y tener una experiencia de despertar y
otra muy diferente es salir y enseñarla, ya que uno se expone a toda clase de
situaciones y a todo tipo de gente. Uno se expone al ataque ante la gente que
no está de acuerdo o que no le gusta cómo enseñas o cómo estás diciendo las
cosas y es realmente difícil. Muchos de los aspectos sobre los que hablo pueden
resultar bastante difíciles para la gente y eso es muy comprensible.
Me he visto
en situaciones a través de estos años, en donde estoy sentado con alguien que
ha estado muy enojado conmigo, o que está en total desacuerdo conmigo y me dice
tal o cual cosa. No me ha pasado demasiado, sin embargo, si ha llegado a
suceder. Para mí eso representa siempre una invitación para permitirlo
profundamente, en ese momento, permitir cualquier ola que surja. Porque no soy
inmune. No hay tal cosa como alguien que sea inmune a la vida. Y pienso que a
veces tenemos esa loca idea acerca del despertar, o algunas personas tienen esa
loca idea acerca del despertar o de la iluminación, como si fuera una especie
de entumecimiento, o un lugar en donde no se sienten ese tipo de olas, en donde
no vuelve uno a sentir tristeza, o donde ya no se siente dolor o en donde las
olas se han vuelto bastante más leves.
En mi propia experiencia resulta justamente al revés. Porque las olas tienen
permiso de moverse, incluso las olas se vuelven bastante más intensas. Las olas
son más intensas porque uno pierde el interés de ahuyentarlas. Uno pierde el
interés de adormecerse ante la vida porque quieres vivir.
Ya sabes,
pasé los primeros 25 años de mi vida —yo estaba prácticamente muerto. Estaba
adormecido. Estaba completamente dormido, tanto para mí mismo como para los
demás. Así que hoy en día ya no me interesa mantener ese estado. No me interesa
pretender que soy el iluminado que no siente nada. Eso, ni parece posible ni
tampoco humano. Lo que realmente me interesa en estos días es convivir con
otros seres humanos en este lugar de profunda aceptación, dándome cuenta del
movimiento de todas estas olas dentro de mí y encontrando ese lugar en donde
tienen permiso a surgir, en donde surgen.
Así fue
como en realidad empecé a dejar de darle la espalda a lo que tenía que
enfrentar. Así es como podemos romper el ciclo de violencia y conflicto porque
estamos permitiéndonos sentirnos heridos justo en el momento y recordando que
somos ese vasto, ilimitado y abierto espacio de consciencia que permite esta ola
de dolor. No se rechaza el dolor. Simplemente le dice “Si” al dolor, por muy
extraño que parezca. Uno le dice “Si” al dolor. De un modo extraño, eso es lo
que permite que no salgamos lastimados, a través de descubrir este “Si” interno
hacia aquello que duele. Así es como terminamos con la identificación de “Yo
soy el que está lastimado. Soy el afectado, tú me lastimaste. Yo soy el que
está sufriendo. Yo soy tu víctima.” Me parece que es aquí en donde todo tipo de
violencia, en donde todo conflicto comienza; en esta identificación como
víctima. “Tú me lastimaste. Tú me lastimaste”.
Así que el hecho de recordarnos como ese vasto océano en donde el dolor está
permitido —ese dejar de pretender que el dolor no está ahí. No se trata de
pretender que el dolor no está ahí. Es reconocerlo. Es sentirlo profundamente,
pero es permitir que ese dolor se mueva en tí para que no se quede estancado.
Fluye y se mueve. Y recuerdas, desde lo más profundo, que eso no tiene la
capacidad de lastimarte, que lo que tú eres, como océano, no podría ser nunca
lastimado por eso. Podría doler, pero no te va a hacer daño.
Creo que
comprender esto es fundamental, y así fue como, en mi propia experiencia, fui
capaz de acompañar a la gente —incluso cuando estaban en un estado violento o
muy nerviosos o muy enojados. Quedarme con ellos. Detrás de todo esto, por
supuesto, verás su dolor. Conoces su dolor —y es ahí en donde puede haber
compasión, es cuando recuerdas que toda esa conducta destructiva viene de ese
dolor, de ese dolor que no ha salido a la superficie. Ellos simplemente no son
capaces, en este momento, de estar consigo mismos. Así que tal vez yo si pueda
hacerlo.
Y eso, para
mi, es de lo que finalmente se trata. La vida se trata de esa convivencia —la
convivencia con nosotros mismos, con nuestro dolor, con nuestros miedos, con
nuestras bendiciones y alegrías— reunirnos con todas esas olas en nosotros y
reunirnos con los demás de la misma manera. Porque, al final del camino, se
trata de una misma reunión —esa que es con nosotros mismos. Esto se ha
convertido últimamente en un cliché pero es cierto. Siempre estamos
reuniéndonos con nosotros mismos con diferentes disfraces. No somos tan
diferentes como nos gustaría creer.
Tami
Simon:
Ahora Jeff, hay tantas cosas de qué hablar que pronto tendremos
otra conversación pero, mientras tanto, tengo la sensación de que nuestro
público quiere saber más acerca de ti. Es decir, aquí estás, con tu hermoso
acento británico.
Jeff
Foster:
(Risas)
Tami
Simon:
…y tal vez no se den cuenta que eres una persona muy joven, apenas
pasando los 30 años. ¿Es correcto?
Jeff
Foster:
Es cierto. Si, tengo treinta… ¿cuántos tengo? 32, creo.
Tami
Simon: Si, algo así.
Jeff
Foster:
Si, alrededor de 32, después te lo puedo confirmar (Risas)
Tami
Simon:
Gracias. Podemos revisar tu acta de nacimiento o algo por el
estilo. Pero sabes lo que es interesante, creo que la gente quiere escuchar un
poco más acerca de tu propio proceso. Mencionaste cómo los primeros 25 años de
tu vida, en retrospectiva, habías estado “dormido”. Pero tengo curiosidad, has
escrito acerca de la profunda depresión en que vivías, hasta el punto casi del
suicidio pero después tu situación cambió. Tuviste ciertos progresos, ciertas
ideas y estás aquí ahora, ayudando a los demás. Así que cuéntanos un poco acerca
de tu historia, especialmente sobre la depresión y qué fue lo que cambió todo
eso.
Jeff
Foster:
Claro. Siempre fui un niño deprimido, un adolescente con
depresión. Si tuviera que resumirlo, la vida siempre resultó para mí demasiado
pesada. Me levantaba por las mañanas, sabes, fueron 25 años que yo acuerde. Me
levantaba cada mañana y sentía la vida pesada, pesada, pesada. Era demasiado
tímido y demasiado consciente de mí mismo. No creo, es decir, casi no hablaba
con la gente hasta que tuve más o menos 20 años, lo que resulta demasiado
irónico, considerando que en estos días viajo alrededor del mundo hablando con
gente, haciendo reuniones y talleres. Es curioso cómo la vida puede dar un
vuelco así.
Yo estaba
demasiado consciente de mí mismo y esto empeoraba cada vez más y me sentía con
una sobre carga inmensa y odiaba como me veía yo. Simplemente me odiaba. Me
sentía completamente inadecuado. Mi vida carecía de cualquier tipo de
intimidad. Era incapaz de compartir algo con los demás. Me aterraba tener que expresarme
desde ese temor tan grande. Si ellos hubieran sabido qué me pasaba, si
realmente hubieran sabido lo que yo era, si hubieran visto más allá de mi
fachada, me hubieran rechazado. Se hubieran reído de mí. O nunca hubieran
querido volverme a hablar, ¿sabes?
Yo era
simplemente alguien que se guardaba todo, todo, completamente. Nunca tuve
realmente amigos. Nunca tuve con quién hablar, realmente. Estaba como
muriéndome por dentro. Todo eso iba empeorando y ya en la universidad fue peor.
Tenía 22, 23, 24 —no lo puedo recordar— vivía en Londres y trabajaba en
la BBC. Supuse en ese entonces que entraría a la televisión. Estaba
trabajando en el turno de la noche. Odiaba mi trabajo. Tenía una relación
demasiado obsesiva con una chica. Yo pensaba que ella era la indicada. Creía
que me iba a completar. Que había encontrado a mi alma gemela. Pero ella no
estaba de acuerdo. (Risas) Todo terminó y simplemente toqué fondo.
Creo que
más o menos por ese tiempo también caí muy enfermo. Terminé en el hospital. Fue
una especie como de crisis nerviosa. Viendo hacia atrás puedo decir que fue
como una crisis nerviosa, sin embargo, yo sentía que algo tenía que cambiar,
algo tenía que establecer una diferencia, las cosas no podían seguir así. Creo
que un evento que realmente empezó a cambiar las cosas fue una experiencia
cercana a la muerte. Es decir, fue un momento, tal vez en ese justo momento no
me di cuenta. Fue una especie de experiencia cercana a la muerte.
Un día
estaba yo absolutamente tocando fondo. Me tomé el día libre en el trabajo
porque me sentía muy mal. De repente, tuve la necesidad de ir corriendo al baño
y empecé a vomitar y vomité sangre. Me asusté mucho y empecé a perder la
consciencia y me desvanecí. Desperté, no sé después de cuánto tiempo, tal vez
después de 5 ó 10 minutos y estaba tirado en mi ducha y estaba todo cubierto de
sangre. Me acuerdo que no podía respirar y trataba de gritar para pedir ayuda y
no pasaba nada. Realmente tuve la sensación de “bueno, esto fue todo”. Ya
sabes, a veces escucha uno historias así, de gente que vomita sangre de la nada
y después de 5 minutos, están muertos y eso verdaderamente me asustó. Me asustó
verdaderamente y tirado ahí lleno de sangre por todos lados sin poder gritar,
sin poder levantarme. Pensé “Este es el fin. Este es el fin. Así es como
termina la historia.” Creo que este fue el comienzo de algo.
Tami
Simon:
Ahora Jeff, una pregunta, ¿tuviste la clásica experiencia cercana a
la muerte en donde abandonas tu cuerpo y todo eso, o fue más bien una
experiencia que te asustó por completo, viéndote en tu ducha dentro de un
charco de sangre?
Jeff
Foster:
Si, creo que fue más un caso de terror existencial muy fuerte, uno
que yo nunca había experimentado antes. Es decir, he tenido miedo a la muerte
antes, pero esto fue como un encuentro con… no recuerdo mucho pero creo que
estaba bastante asustado y marcó mi vida de alguna manera. Fue como “Dios mío,
la muerte está tan cerca. En cualquier momento podemos caer muertos. Así que,
¿qué diablos voy a hacer con mi vida?”
Este tipo
de preguntas empezaron a rondar en mí. Preguntas que nunca antes me había
hecho. Yo estaba educado como un científico. Tenía una mente muy racional y en
ese momento era completamente ateo, no tenía ningún interés en la
espiritualidad, no estaba interesado en nada que tuviera que ver con lo
espiritual. Todo era pura jerga para mí. Todo era como prefabricado, ¿sabes?
Pero todo esto inició algo, porque desde mi propia experiencia, sentí que me
había acercado demasiado a la muerte. O por lo menos me di cuenta de que la
muerte siempre está cerca y que la vida es preciosa.
Creo que lo
que me hizo reaccionar fue haber sentido “Dios mío, esta vida es tan preciosa,
este momento es precioso, ¿qué diablos estoy haciendo con mi vida? Tengo un
trabajo que odio. Me siento completamente limitado y contenido. No estoy ni
cerca de tener una vida que me guste.” Era como estar viviendo una vida de
robot o una vida de segunda: ir a la escuela, ir a la universidad. Graduarme.
Conseguir un trabajo. Casarme. Estaba atrapado en la rutina.
Tami
Simon:
¿Podríamos decir entonces que tocaste fondo en ese momento? ¿Es
correcto?
Jeff
Foster:
Creo que toqué mi primer fondo.
Tami
Simon:
Ah, ah de acuerdo (Risas)
Jeff
Foster:
Todavía habían más fondos qué tocar. (Risas) Pero ese primer fondo
definitivamente determinó algo en mí. Entonces me encontraba yo en el hospital
unas horas después y recuerdo claramente que vi una copia de la Biblia, que se
encontraba en uno de los cajones junto a la cama. Esto es algo que nunca antes
hubiera hecho. Algo en mí estaba… era como si el buscador hubiera nacido en ese
momento. El buscador espiritual había nacido, estaba buscando respuestas,
buscando alguna clase de significado para la vida.
¿Qué
significado tenía todo eso ante la posibilidad de la muerte?
¿Qué es la
muerte? ¿Quién soy?, y todas esas preguntas empezaron a fluir dentro de mí pero
no era… es decir, yo necesitaba esas respuestas en ese momento justo. Ya no se
trataba de un juego. Yo necesitaba saber quién era yo y necesitaba saber lo que
era la muerte y quién moría realmente. ¿Qué significado tiene la vida? Así que
todo eso fue… el siguiente año, por un par de años me convertí en un obsesivo
buscador completamente. Leí, leí, leí. Leí cada libro acerca del despertar y
acerca de la iluminación que caía en mis manos. Pero, para mí, todo giraba en
torno a la muerte, de verdad. Todo era acerca de la muerte y también acerca del
sufrimiento.
Creo que en
un determinado momento leí algún libro sobre Budismo y sobre la iluminación
espiritual. Yo nunca había escuchado hablar acerca de la iluminación
espiritual. De repente, tuve la necesidad de hacerlo. Iluminación espiritual…
aquí está el fin de mi sufrimiento, porque yo ya había sufrido demasiado. Así
que todo se volvió una obsesión, todo un año, tal vez dos, buscando iluminación
espiritual. Realmente me encerré en eso. Me mudé un tiempo a casa de mis
padres. Literalmente me encerré en mi habitación, tal vez por un año, dos años.
Ahora ya me parece borroso todo eso. Empecé a leer, a leer, a leer y a meditar.
Toda clase de prácticas de auto-indagación, todo con el fin de volverme
iluminado, ¿ves? Todo se trataba de un objetivo futuro en mi mente. “Un día me
iluminaré y todo mi sufrimiento terminará”.
Tami
Simon:
Queremos seguir escuchando tu historia porque creo que en este
momento mucho de nuestro público se siente identificado contigo en cierto
sentido. Diciendo “si, yo antes no me interesaba, sin embargo, ahora me siento
muy interesado en saber quién muere. Es por lo que escucho estas transmisiones
de ‘Insights at the Edge’ hasta el cansancio, una y otra y otra vez” como
muchos otros oyentes.
Y para continuar, Jeff, porque más allá de todo esto, tú
tuviste ciertos descubrimientos que te llevaron a concebir “La Profunda
Aceptación”.
Jeff
Foster:
Bueno, si. Es decir, estos años han sido muy intensos. Como dije,
me volví completamente obsesivo con esto de la iluminación. Realmente hacía
todo lo que podía para volverme un iluminado. Nunca acudí a un maestro. Nunca
asistí a ningún taller o retiro o satsang, ni a seminarios, ni nada por el
estilo. Creo que fue simplemente mi personaje en ese momento. Tenía este fuego
dentro de mí y como que deseaba hacer todo por mí mismo. Así lo sentía,
recuerdo que hace bastante tiempo tuve la sensación de que si había ese algo
llamado paz, si había eso a lo que se llama libertad, si es que había realmente
un despertar, lo tenía que encontrar por mí mismo. Lo encontraré aquí. Lo
encontraré aquí en mi habitación, aquí en el patio de mi casa. Siempre, desde
un principio, tuve esa sensación.
Tal vez era
un poco de terquedad, tal vez una especie de timidez. Todavía era muy retraído
y no deseaba abrirme ante los demás. Quería guardarme lo mío para mí. No sabía
lo que estaba pensando, realmente, pero tenía esa obsesión de “haré esto por mi
cuenta.” Así que empecé a leer todos los libros sobre iluminación y a los
maestros iluminados y todos aquellos descubrimientos que habían hecho; las
experiencias de iluminación que contaban acerca de que un día iban caminando y
el yo se desvaneció. Y ya sabes, la historia de Eckhart Tolle, cuando está él
acostado en su cama y de repente llegó la claridad.
Entonces
traté de que todo esto sucediera para mí. Porque en ese entonces, eso era lo
que yo creía que era la iluminación. Pensaba que se trataba de una especie de
evento que pasaría algún día, alguna experiencia que debía suceder en un
momento dado. Así que conforme pasaban los meses, me volví más y más obsesivo
realmente y supongo tuve todo tipo de entendimientos profundos durante meses,
años, en realidad. Tuve toda clase de entendimientos, todo tipo de experiencias
como hacen muchos buscadores espirituales. Tienes momentos, horas, días a
veces, de pura paz y alegría y después todo eso se va y quieres tu experiencia
de nuevo, o tienes algún tipo de experiencia de total unidad y después eso se
desvanece. O tienes una experiencia de no-pensamiento, el pensamiento
desaparece, ya sabes, por minutos, horas, días. Es decir, ya ni sabes nada.
Pero después todo eso se va y el pensamiento regresa.
Yo tendría
todas esas experiencias, pensé, como muchos lo hacen, sin embargo había algo
aún no satisfecho. Seguía en la búsqueda de algo. Llegué al punto, realmente,
en que ya ni sabía qué era lo que estaba buscando. No sabía ya lo que buscaba.
Simplemente sentía que tenía que seguir buscando. No puede ser esto lo que
busco. No puede ser mi experiencia presente, sea lo que sea, cualquier cosa que
sea que los maestros espirituales están prometiendo… los gurús… no puede ser mi
(corriente) experiencia personal aquello que estoy buscando. Esa era la
sensación básica— sea lo que sea que estoy buscando, se encuentra en otro
lugar. En el futuro.
Sin
importar lo que hiciera, nunca podría llegar hasta ahí. Las experiencias
seguirán yendo y viniendo. Las experiencias de alegría pura, de alegría
orgásmica total. Hermosas, pero se irán y entonces yo seguiré esperando esa
experiencia final, la iluminación final, la experiencia del despertar y nunca
llegará. Estaba atrapado en todo eso. Estaba realmente atrapado en esa idea de
un futuro despertar, realmente atrapado. En mi experiencia, esto parece ser
aquello de lo que hablan algunos maestros espirituales —por lo menos aquellos
que yo estaba leyendo— ese despertar era algo que se encontraba en el futuro;
era algo que sucedería algún día. Así que realmente, el resultado de todo esto
fue que llegué a sentirme completamente, totalmente exhausto. Me había estado
agotando a mí mismo. Simplemente perdí contacto con el mundo exterior. Me había
metido en mi pequeña cueva.
No tenía
ninguna relación en ese momento. No me quedaba ya ningún amigo, creo. A nadie
le hablaba acerca de mis experiencias. Había veces en que ciertamente pensaba
que ya estaba iluminado. También pasé por eso. Tuve ciertas experiencias y
llegué a la conclusión de que efectivamente estaba ya iluminado. Me iba a la
cama en la noche… (risas) creyendo que ya estaba completamente iluminado. Y por
supuesto, me levantaba por la mañana y se me olvidaba.
Me estaba
volviendo loco, pero seguía sin poder encontrar una salida. Todo llegó a un
punto de completo cansancio con todo lo que fuera espiritual, cualquier cosa
espiritual, realmente. Simplemente me estaba ahogando en todos esos conceptos
espirituales. En ese entonces tuve contacto con el Advaita y la no-dualidad,
que seguramente varios de tus oyentes han de conocer. Estaba yo lidiando con
todos esos conceptos como “no hay un yo, no hay tiempo, ni espacio, ni
elección” y todos estos asuntos andaban nadando por toda mi cabeza. Ahí fue
cunado me sentí completamente exhausto.
Bueno, tuve
una experiencia que recuerdo y de la que hablo de vez en cuando. Realmente no
se trató de una experiencia, como tal, porque eso que había yo estado esperando
era una especie de gran experiencia: estaba tratando de encontrar mi salvación
a través de experiencias. Realmente lo que pasó fue más bien que me acordé de
algo que tal vez había olvidado. Así que recuerdo muy específicamente: un día,
me parece que estaba acostado en mi cama cuando vivía con mis padres,
completamente agotado, totalmente rendido de toda esa búsqueda espiritual,
simplemente cansado de todo y me dije “nunca me volveré un iluminado, sin
embargo, no puedo dejar de buscar.” Eso era lo que sentía. “He tratado todo,
nada funciona. Todo lo que hago para tratar de despertar, todo lo que intento
para poder despertar, parece alejarme más y más de ello”.
Entonces,
ahí tirado en mi cama, en mi habitación —era la habitación en donde había
crecido, la misma— simplemente recordé, por alguna razón eché un vistazo hacia
una silla. Estaba viendo la silla de mi habitación. Era una silla que había
visto miles de veces antes. Había estado ahí desde que yo era un niño. Era una
silla vieja, muy familiar. Y creo que algo simplemente se apoderó de mí. O
recordé algo, o algo se hizo evidente. Para mí ahora resulta muy difícil
explicarlo porque no era la gran cosa.
Era esa sensación de “¡Ah, claro! ¡Por supuesto!” Era algo como muy familiar.
Algo que siempre supe, algo que siempre estuvo en la punta de mi lengua, algo
que siempre había estado conmigo. No era como una nueva experiencia. Era algo
que siempre había estado conmigo. Y era un sentimiento de “Dios mío, este
momento era el que estaba buscando. Este momento es el que siempre busqué.” Es
decir, podría sonar muy extraño pero, había una sensación de “oh Dios mío, es
la silla. Es la silla.” (Risas) Porque había estado por años, quizás toda mi
vida, siempre estuve buscando algo, sin saber siquiera lo que era.
Especialmente como buscador espiritual, estaba buscando la iluminación, esa
gran experiencia, los fuegos artificiales. Yo quería fuegos artificiales.
¿En dónde está la unidad? ¿En dónde está la unidad? Y tuve la sensación en ese
momento de “bueno, la unidad es esto. ¡Ya está aquí. Cualquier cosa que estés
buscando Jeff, ya está aquí!”.
Y esto no
se dio con palabras, no se trataba de la mente entendiendo eso. Era algo mucho
más profundo, algo mucho más primario que eso. “Cualquier cosa que estás
buscando Jeff, nunca la encontrarás fuera de lo que ya hay aquí.” Recuerdo que
en ese momento, estallé en lágrimas. Estaba llorando. Creo que lo hice por una
hora porque estaba con un sentido de total humildad y gratitud. ¡Era gratitud
por una silla!
En realidad esto es bastante difícil de explicar. Se trataba de algo tan
ordinario y simple como lo es una silla. Siempre pasé esto por alto porque
estaba más bien buscando algo diferente, algo más: deseaba ser exitoso, deseaba
la iluminación, esperaba muchas cosas y siempre pasaba por alto la silla, que
siempre estuvo ahí, ofreciéndose libremente, sin pedir nada a cambio. La vida
misma siempre estuvo aquí ofreciéndose y siempre la estuve ignorando. Siempre
la ahuyentaba o la ignoraba o me sentía abrumado por ella o simplemente no la
reconocía. Esa fue quizás la primera vez, cuando me hice consciente de esa
silla —aunque suene demasiado extraño.
Después,
recuerdo haber visto a mi alrededor y cambiar mi atención de la silla hacia el
tapete. Se trataba de un tapete común y corriente, y estaba ahí esa sensación
de “oh dios mío, también el tapete.” (Risas). Suena muy chistoso cuando hablas
de ello. Cualquier cosa que hubiera estado buscando a un nivel profundo, está
apareciendo ahora en forma de esta silla y de este tapete. Recuerdo haber
recorrido la casa, observando todo, como si fuera la primera vez. Es decir,
realmente era así —suena un poco como a cliché— pero realmente fue observar
todo por vez primera. Simplemente estar mirando toda la casa sin Jeff, por
supuesto. Observando lo que la vida era sin Jeff, sin aquel buscador, sin que
Jeff estuviera en busca de algo, sin ese personaje Jeff que siempre se había
sentido incompleto y que siempre estaba en la búsqueda de una especie de futura
plenitud. Era ver la vida sin Jeff, y el tapete, y las paredes y las luces y
después abrí una ventana. Y ahí “¡oh dios mío, también allá afuera!” también
hay árboles, coches, obras en la calzada, perros y perros armando jaleo y
casas. Hay mucho de todo eso. Y después recuerdo haberme girado a ver mi cuerpo
y pensé “¡oh dios mío, también esto es parte de todo!” debido a que por mucho
tiempo había estado yo atrapado en todas esas ideas espirituales que decían de
alguna manera que el cuerpo era un especie de enemigo, o que la iluminación
marcaba el fin de ese cuerpo o que debíamos deshacernos del cuerpo o
trascenderlo de algún modo.
Fue como si
el hacerme consciente de todo eso pusiera las cosas de cabeza. Porque ahora… y
eso realmente nunca cambió, pienso que fue fundamental, una toma de consciencia
fundamental porque nunca desapareció —es ese sentido que se tiene de que
cualquier cosa que surja ahora mismo, ya sea una silla, un tapete, los árboles,
los coches o tus pensamientos, tus sensaciones, tus sentimientos, esas olas de
tristeza o de ira— en el nivel más profundo, son sagradas. Todo esto es sagrado
y digno de amarse, en cierto modo, la mente nunca comprenderá esto.
Pasé
demasiados años intentando entender todo desde el intelecto o traté de llegar a
un entendimiento intelectual y creo que me di cuenta en ese momento que se
trataba de algo que no podía entenderse intelectualmente, sino que se trataba
de identificar aquello que estaba presente, lo que hay aquí, lo que se da aquí.
Así que recuerdo haber estado mirando el cuerpo y las manos, los pies, las
piernas, el pelo; y todas las imperfecciones de repente se vieron sin aquel
buscador, sin esa historia acerca de perfeccionarme en un tiempo futuro, sin la
historia de volverme un iluminado.
Visto desde la luz de esta aceptación, incluso mis imperfecciones eran
perfectas de alguna manera. Estaban perfectamente dispuestas. Había un sentido
de que todo estaba justo en su lugar y en una forma que nunca antes había
podido comprender. No se trataba de un juego intelectual conmigo mismo. No era
como creer que todo era perfecto; era realmente estar apreciando esa perfección
inherente que no estaba en guerra con mi imperfección. Pienso que esa fue una
toma de consciencia fundamental. Todo esto destruyó completamente mis viejos
conceptos acerca de lo que era la perfección. Antes de eso, siempre vi la
perfección como un estado futuro o que la perfección significaba deshacerse de
la imperfección. Todo esto había establecido un gran cambio porque ahora la
perfección se trataba de esta total aceptación de la imperfección —esta
aceptación del pensamiento, de las sensaciones, de los sentimientos, de los
sonidos y de los aromas.
Así que
recuerdo que me dejé caer sobre mis rodillas y me puse a llorar. Lloré todo lo
que tenía que llorar. Me parece que en esa experiencia —o en esa no-experiencia
o como quieras llamarlo— me parece que rompí de tajo con todo. Ese fue
realmente el comienzo del fin de mi búsqueda espiritual.
Siento que
realmente es como si toda mi vida hubiera dado un vuelco después de eso porque
la vida ya no se trataba de mí, Jeff, intentando llegar a algún sitio, o yo,
Jeff, buscando algo, o yo, Jeff tratando de iluminarse. Todo se trataba ya de
recordar que todo pensamiento, toda sensación, todo sentimiento es sagrado en
el nivel más profundo y además es aceptado por la vida, no por mí. Es aceptado
y aceptable por la vida. Creo que desde ese entonces… no fue “oh dios mío, todo
mi sufrimiento se ha ido y todo es perfecto.” Me parece que a todos nos
encantan esas historias de despertar pero, nunca he conocido a nadie que
realmente haya tenido una experiencia de despertar y que todo su sufrimiento se
haya desvanecido para siempre, para nunca volver.
Creo que lo
que esta experiencia —o esta no-experiencia, o como quieran llamarla— creo que
lo que logró en mí es que cambió por completo mi relación con el sufrimiento.
Lo que percibí fue que básicamente el sufrimiento era, en el nivel más básico,
el sufrimiento era y es ese huir de la vida. El sufrimiento es nuestro intento
de escapar de lo que hay en este momento, huir de aquello que está aquí, negar
aquello que es aquí. Es olvidar lo que somos. Es olvidar que el origen de esa
experiencia ha sido aceptada de antemano: esos pensamientos, esas sensaciones,
sentimientos, en el nivel más profundo, ya han sido aceptados en nosotros, en
este momento.
Entonces,
el fin del sufrimiento —ahora me doy cuenta de que el fin del sufrimiento no se
trataba de un gran evento que iba a suceder algún día. El fin del sufrimiento
estaba realmente contenido dentro de mi experiencia presente. Se trataba de un
recordatorio a mirar todo aquello que estaba aquí. Entonces lo que vi después
fue que cada vez que me veía sufriendo, cada vez que me encontraba en medio de
una lucha en mi vida, se trataba nuevamente de una invitación. No se trataba de
un error. No era tampoco un castigo. Era una invitación que me indicaba en ese
momento que me estaba olvidando de algo. Por años —creo que fue hace como siete
u ocho años— pasé por toda clase de cosas en esos siete u ocho años. Ya sabes,
pleitos en mis relaciones, dolor físico —mi padre se encuentra bastante enfermo
actualmente— he tenido toda clase de retos. Y retos también al convertirme en
maestro —porque eso sucedió inesperadamente— y el que me pidieran salir y
hablar con la gente y que se me hicieran preguntas tan desafiantes, y abrirme a
todo eso teniendo cuidado para no convertirme (o resistiendo la urgencia de convertirme)
en una especie de gurú iluminado que iba a salvar el mundo. Sabes, siempre
estando alerta para no apegarme demasiado, evitando generar la idea de ser un
maestro o un salvador que posee todas las respuestas.
Enfrenté
toda clase de retos en estos años pero en todos y cada uno de los casos ha sido
mantenerme quieto ante lo que está surgiendo y mantenerme ahí ante la tristeza,
ante el dolor, mantenerme ante la confusión y la duda sabiendo que todo esto es
una invitación. Es tan sólo una invitación a recordar. Creo que esa experiencia
de la silla, ese recordatorio de algo tan familiar, me hizo pensar básicamente
que nunca me debe importar pasar por lo que estoy pasando, que no importa
realmente la experiencia que esté teniendo. No importa que tan intensas se
pongan las olas de la vida, hay un saber muy profundo que indica que todas esas
olas son aceptadas aquí.
Es como
honrar la vida. Es honrar esta vida que se mueve en mí. Eso es lo que a mí me
parece, y eso es lo que olvidamos como seres humanos. Miras el mundo y parece
haber demasiado conflicto, miedo y estrés. Me parece que todo conflicto humano
y violencia y sufrimiento provienen de ese olvido básico, muy básico… de lo que
somos realmente. Hemos dejado de honrar la vida. Cuando dejamos de honrar la vida,
sufrimos. Cuando dejamos de apreciar lo sagrado en todos y en cada uno de los
momentos, en todos y en cada uno de los pensamientos, sensaciones, sentimientos
—ahí es en donde nace el sufrimiento. Pero después, incluso nuestro sufrimiento
es parte de esa invitación a recordar. No queremos convertir ese sufrimiento en
el enemigo a destruir. El sufrimiento es una invitación. Si podemos apreciarlo
de esta forma, ¿sabes?
Cuando se
está sufriendo, por supuesto que no se siente a veces como una invitación. Tal vez
eso sea cierto. Sabes, hace varios años cuando estaba yo tan deprimido y no
podía salir de la cama algunos días porque la vida me resultaba demasiado
pesada, no lo sentía como una invitación. En retrospectiva, me doy cuenta que
así era. Creo que en ese entonces, simplemente no podía darme cuenta. Veía el
momento como algo con lo que tenía que luchar o algo de lo que tenía que
escapar, en lugar de ver ese momento como algo para aceptar, abrazar y quedarme
ahí. Así que siento que esta es nuestra aventura y nuestro reto. Y es nuestra
invitación, a quedarnos, a quedarnos, a quedarnos. Es decir, en todo el sentido
de la palabra quedarse. Reunirnos. Reunirnos con nosotros mismos, sin importar
lo incómodo que se ponga todo, o qué tan intensas se pongan las olas porque
podría haber oro en esas olas —sabes, para combinar algunas metáforas.
Si tan sólo
nos podemos quedar con nuestra experiencia, incluso si hay la tentación de
salir corriendo, el impulso es de huir —pero la invitación es a quedarse,
quedarse con ese malestar. Quedarse en la confusión. Quedarse en la duda,
porque puede que encontremos oro, podría haber polvo de oro dentro de esa duda.
Podría haber oro en ese miedo. Podría haber oro en la tristeza, pero nunca lo
sabrás si sales corriendo. Nunca lo sabrás. Y quién quiere —sabes, yo no
quisiera morirme sin saberlo. Así que es esto realmente lo que comparto y sobre
lo que hablo en mi libro y en mis reuniones y en los retiros, es este
mantenerte en la vida y cómo nos reunimos con la vida, cómo nos quedamos con la
vida, cómo le decimos Si a la vida.
Y tal vez,
como sugiero en mi libro, tal vez ni se trate de preguntar cómo, tal vez ni
siquiera tengamos que preguntarnos cómo me quedo. Tal vez ni siquiera se trate
de una cuestión de cómo me reúno con la vida. Tal vez no sea cuestión de
preguntarse cómo aceptar este momento. Tal vez, y a un nivel más profundo, este
momento ya ha sido permitido. Tal vez aquello que somos ya ha permitido que
esto sea así. Así que quizás no sea una cuestión de cómo. Tal vez el “cómo” se
disuelva. Tal vez en ese quedarse con el malestar, el “cómo” quede a un lado, y
finalmente nos reunamos con aquello que nunca fuimos capaces de reunirnos. Y
tal vez podamos finalmente descansar, realmente, dentro de ese malestar.
Podemos descansar en nuestro dolor. Podemos descansar en nuestra tristeza. Sin
importar lo extraño y lo paradójico que suene, pero tal vez ahí sea ahí en
donde verdaderamente se encuentra el descanso real, en ese sitio del que
siempre quisimos huir. Tal vez es ahí en donde el verdadero descanso se está
escondiendo, en el último lugar que buscaríamos. ¿Sabes?
Tami
Simon:
Debo decirte Jeff, me encantó escucharte. Me encanta charlar
contigo y me siento honrada y muy agradecida de que “Sounds True” esté
trabajando contigo y que hayamos podido publicar tu nuevo libro. Es maravilloso
conocer a un joven, podríamos decir un maestro espiritual que está surgiendo y
que aún no es tan conocido, con un trabajo que de verdad ayuda. Esto pone a la
gente con los pies en la tierra y le llega hasta el corazón.
Así que quiero
agradecerte y pronto tendremos otra conversación. Por el momento creo que es
bueno que paremos aquí ¿Te parece?
Jeff
Foster:
Muy bien, muchas gracias Tami. Es un verdadero placer reunirme
contigo.
Tami
Simon:
Exacto. Se siente como una reunión. Hemos estado hablando con Jeff
Foster. Autor de un nuevo libro que se llama “La Aceptación Profunda: Un
Despertar Radical en la Vida Ordinaria” Jeff también ha creado junto con
“Sounds True” una serie de aprendizaje de seis sesiones de audio llamada La
Aceptación Profunda.
Jeff, como siempre, fue maravilloso estar contigo. Lo has
hecho realidad!
Jeff
Foster:
Gracias Tami.
Tami
Simon:
Desde Soundstrue.com, muchas voces. Un sólo camino. Gracias por
escucharnos!
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