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sábado, 30 de agosto de 2014

LA ACEPTACION PROFUNDA, JEFF FOSTER.


Quien es JEFF FOSTER:

En 2001 Jeff Foster se licenció en Astrofísica por la Universidad de Cambridge. Unos años después, tras un largo periodo de depresión y enfermedad, se obsesionó con la idea de iluminación espiritual, y se embarcó en una intensa búsqueda espiritual de la verdad última de la existencia, que concluiría unos años más tarde al conseguir ver con claridad la naturaleza no-dual de todo y que lo único que existe es la Unidad.

Gracias a la claridad de dicha visión, descubrió lo extraordinario en lo ordinario y la vida volvió a ser como siempre había sido: espontánea, prístina, alegre y plenamente viva.

En la actualidad, Jeff Foster organiza encuentros y retiros en el Reino Unido y Europa, en los que aborda clara y abiertamente cuestiones como las frustraciones de la búsqueda espiritual, la naturaleza de la mente y la Claridad presente en el centro de todo. Ayuda a las personas a descubrir lo que realmente son, más allá de todos los pensamientos y juicios acerca de sí mismos, incluso en medio de la tensión y la lucha de la vida moderna y las relaciones íntimas.

Su planteamiento, independiente y repleto de humor y de compasión, arruina toda esperanza en una iluminación futura y nos descubre el despertar que, desde siempre y para siempre, está presente en nuestras vidas. Él cree que la libertad es el derecho de nacimiento de todo el mundo. No pertenece a ninguna tradición o linaje, y su enseñanza es accesible a todos.

Jeff ha publicado cinco libros en más de seis idiomas. Su último libro The Deepest Acceptance (La Aceptación Profunda) fue publicado en 2012 por Sounds True.

La presente es una entrevista que se realizo a JEFF FOSTER, las personas que me conocen a profundidad saben de mi admiracion, respeto y amor para todo lo que representa este ser. Quise compartir esta nota la cual es un tanto extensa, sinembargo se las recomiendo ampliamente, vale la pena leerla, esta llena de sabiduria.

Los invito a reflexionar....


"La Aceptación Profunda" (Entrevista).

Tami Simon: 
En la introducción de tu nuevo libro, La Aceptación Profunda, comienzas, Jeff, con una declaración sumamente fuerte. Una declaración realmente fuerte y definitiva y quiero empezar nuestra conversación con esto. Aquí está lo que escribiste: “Yo enseño una cosa, y sólo una cosa: una profunda y valiente aceptación de todo aquello que se ponga en tu camino.” Así que para comenzar con esto, es una fuerte declaración… escribir estas palabras: “Yo enseño una cosa y sólo una cosa.”

Jeff Foster: 
Si, bueno tú sabes, esto que enseño es realmente un mensaje radical. Yo diría que no es precisamente para los débiles de corazón. Diría que se trata de un problema fundamental de la humanidad, si pudiéramos llamarlo así. Y es que, hasta cierto punto, le tenemos mucho miedo a la vida o nos hemos vuelto temerosos a la vida, tenemos miedo a vivir. Pasamos mucho de nuestro tiempo, al parecer, apartándonos de la vida, apartándonos de nosotros mismos; apartándonos del dolor, apartándonos del miedo, apartándonos de la tristeza, apartándonos de la duda. Y yo diría que, si tuviera que resumir todo lo que tengo para enseñar es, ¡parar!. Dejar de apartarnos. Y quedarnos con la vida y voltear hacia la vida si es que se puede. 

Enfrentar aquello que está frente a nosotros. Finalmente, aprender a conocerla como si fueras tú mismo. Muy a menudo se siente como si la vida estuviera de alguna forma en contra de nosotros, ¿sabes? o como si la vida nos estuviera haciendo algo, o que la vida va mal, o que la vida no está de nuestro lado.

Mi invitación es: parar y mirar aquello que está realmente aquí. Sal de esa historia de tu vida —la vida es esto, la vida es aquello, o esto está mal, o aquello no está bien, esto es lo que pasará, aquello es lo que pasará. Simple y amablemente regresa a lo que realmente está aquí. Yo hablo acerca de la constante invitación que la vida nos hace. Veo la vida como una constante invitación a simplemente regresar a casa, en cierto sentido, regresar a lo que está frente a ti, porque eso es realmente todo con lo que estás lidiando, a pesar de que a veces parezca que hay mucho más. Sólo enfrenta esto que está aquí.

Tami Simon: 
Ahora, esta idea de enfrentar lo que hay aquí, una profunda y valiente aceptación de todo aquello que se ponga en tu camino —pero, sabes, obviamente, que hay cosas realmente difíciles que se van presentando en el camino de la gente. Y mientras nos hablas yo me imagino algunas de esas cosas realmente difíciles y quizás alguien diga, “¿Cómo aceptar realmente y sin temor, y cómo voltear a ver este gran dolor como el de haber perdido un hijo o cualquier otra cosa que parezca insoportable?”

Jeff Foster: 
Eso es muy cierto. Sabemos que la vida puede ponerse realmente difícil y que somos confrontados con esas olas. En el libro hablo mucho acerca de esas olas en el océano que tú eres. Si te ves a ti mismo como ese vasto océano, todas esas olas aparecen siempre —pensamientos, sensaciones, sentimientos— todas estas son las olas que aparecen en ti.

Como tú dices, absolutamente, muchas veces las olas se pueden llegar a poner muy difíciles. Son grandes olas: olas de temor, olas de dolor, olas de tristeza, olas de dudas, olas de alegría, olas de felicidad. Lo que quiero decir es que todo ya está permitido en ti. Ya sabes, todo, esencialmente; lo que eres es ese espacio para todo ello. Pero como dices, algunas veces las olas se pueden poner muy intensas y la verdad es que normalmente no sabemos qué hacer con ellas.

A pesar de todo lo que hemos aprendido, a pesar de toda nuestra evolución espiritual, de todas las experiencias que hemos tenido y todas las reflexiones que hemos hecho y todos los despertares que hemos tenido, aún, a veces, esas olas aparecen como avalanchas demasiado intensas de dolor, como dices.

Tami Simon: 
O como un tsunami, digamos.

Jeff Foster: 
Si, como un tsunami.

Tami Simon: 
Alguien que está experimentando algo así. No sólo una ola sino algo más parecido a “¡Oh dios mío, esto me va a destrozar!”

Jeff Foster: 
Si, si. Y esto le pasa hasta al más experto. Les sucede a las personas supuestamente más despiertas e iluminadas. Nadie es inmune a esos tsunamis. Eso es parte de la invitación, aunque sabes, un buen punto de inicio es ser realmente honesto acerca de este asunto. “Este tsunami está surgiendo, este tsunami de dolor, de miedo y, en este momento, no sé qué hacer con él”. Este puede ser un maravilloso comienzo. En lugar de meterse en toda esa historia quejosa de “No sé qué hacer con esto,” y “¿Qué estoy haciendo mal, porqué no puedo resolverlo? y “Esto me va a destrozar” y ya sabes, todas esas historias que nos contamos.
Regresas realmente a la verdad de ese momento —que podría ser, en ese momento, podría ser “No sé realmente cómo enfrentar esto.”


A menudo digo que se ha hablado mucho acerca de la resistencia; muchas de las enseñanzas espirituales hablan acerca de la resistencia y de cómo siempre estamos resistiéndonos al momento y que deberíamos dejar de hacerlo; que nos resistimos al dolor, que nos resistimos al miedo y que deberíamos parar. Lo que pienso es que quizás sea más verdadero decir que nadie está resistiéndose activamente a su temor. Nadie está activamente resistiéndose al dolor. Tal vez sea más preciso decir que simplemente no sabemos cómo estar con nuestro dolor. Y no sabemos cómo convivir con nuestros temores. No es que nos estemos resistiendo. Más bien es que no sabemos cómo sentarnos con ellos, cómo estar con ellos.


Posiblemente se deba a que nadie nunca nos enseñó cómo sentarnos con el dolor, cómo estar con él. Se nos enseñó, desde muy pequeños, a no sentir demasiado esas cosas. Nos enseñaron que la tristeza es mala, que el miedo es malo o que el enojo no es bueno. Así que invertimos mucho de nuestro tiempo huyendo de esos sentimientos, porque realmente, ¿quién nos enseño, quién nos tomó de la mano en medio de nuestro dolor, en medio de nuestras penas, en medio de nuestras dudas? ¿Quién se sentó con nosotros y nos tomó de la mano y por un momento no intentó componernos o cambiarnos o llevarnos hacia un sitio diferente?

A mí me parece que realmente hemos olvidado, o quizás nunca supimos cómo convivir con esas olas gigantes. Y como dije antes, podría ser un precioso inicio simplemente admitir tu inocencia, en cierto sentido, admitir con completa humildad —“Realmente, no sé cómo estar con esto“— y empezar desde ahí.

Tami Simon:
 Ahora, qué le dirías a una persona que dice “No sé como estar con esto que es tan abrumador, sea lo que sea , ya sea miedo o alguna otra cosa, debido a que es muy intenso. Simplemente parece que hay aquí demasiada intensidad.” A veces la gente dice, “Si me permito realmente sentir esto voy a empezar a llorar” y luego dicen “Si empiezo a llorar, no voy a terminar de hacerlo”. Así que ¿qué le dirías a esa persona que siente miedo a la intensidad?

Jeff Foster: Eso es muy cierto. ¿Sabes? Normalmente digo “No creo que nos asuste tanto la muerte, pienso que nadie le teme realmente a la muerte, pienso mas bien que estamos muy atemorizados de la vida. 

Tenemos miedo de la intensidad de la vida, porque como dijiste, se puede poner muy intensa. Y ciertamente en estos cinco, seis años en que he estado viajando alrededor del mundo, hablando con la gente y realmente profundizando en todo esto con ellos, escucho con frecuencia eso. Dicen “Jeff, temo mucho que si permito tan sólo un momento este dolor, si realmente lo permito, si lo dejo libre, si no me resisto a él, si tan sólo dejo de huir de él por un momento, temo que se arraigue en mí. Que nunca se vaya. Esto me destruiría”.

Es decir, aquí estamos hablando de miedos fundamentales. Temer ser destruido por esa ola. Que esta ola me aniquile, que esta ola me destruya, tú sabes. Esta ola, simplemente es más grande que yo. Me convertiré en algo (diferente). Hay demasiados temores alrededor de eso. Entonces, es aquí donde llegamos al mensaje principal de mi libro, que es “la aceptación profunda,” porque siempre se trata de eso: “Bien, y ¿cómo acepto?” Cuando todo sale como quieres, cuando las olas son hermosas y tranquilas, cuando el día está soleado en el océano y las olas son suaves, parece muy fácil aceptar el momento presente. (Pero) cuando las olas se tornan intensas y surge el tsunami, la pregunta es “Bueno, ¿cómo voy a aceptar esto?”

Entonces tratamos de aceptar esos tsunamis. Esto es lo que digo en el libro. Hay mucha gente por ahí que conozco que está tratando de aceptar ese momento. Están intentando decirle “Si” a este momento. Hay muchos intentos. Tratamos de aceptar los tsunamis pero debido a nuestros temores y a la intensidad del momento, simplemente nos sentimos incapaces de aceptarlos. Nos sentimos incapaces de permitir. Así que nos enfrentamos con el tsunami y, en el momento, nuestra propia incapacidad para aceptarlo —nuestra propia incapacidad hace que fallemos en aceptarlo. Entonces eso se convierte en la verdad de ese momento, que hay ese gran tsunami y que hay, en ese momento, un sentido de limitación para enfrentarlo.

Lo que digo en el libro es que realmente no es que tú estés fallando. Eso no es una muestra real de tu fracaso; el hecho de haberte sentido incapaz de aceptar ese momento. Aquí hay una verdad mucho más profunda. Es la razón por la cual hablo de una aceptación profunda. Hablo acerca de la aceptación no como algo que hacemos, lo que digo en el libro es que la verdadera aceptación es lo que ya somos. Es tu otro nombre. Aceptación es otro nombre para lo que tú eres. La paz, el descanso y la libertad y todas esas cosas buenas que estamos buscando no son cosas por las que se pueda hacer algo para conseguirlas, es más una cuestión de recordar que estás hecho de eso. Fuiste hecho como aceptación. Esa es tu verdadera naturaleza.

Tami Simon: 
¿Puedes ahora explicarnos esto un poco más? No estoy segura de estarte entendiendo muy bien, con exactitud. Dices que lo que somos es aceptación, pero vemos que mucha gente no parece estar precisamente aceptando.

Jeff Foster: 
Es muy cierto. Aceptación es lo que somos. Así fue como fuimos construidos y eso es lo que olvidamos. Diría yo que quizás este es el problema de la humanidad y todo el conflicto, todo el sufrimiento, toda la violencia y todas las conductas destructivas surgen de ese olvido acerca de lo que somos.

Entonces, si lo pensamos bien, esta sería la forma más fácil de explicarlo. Si alguna vez te has puesto a meditar, estás ahí sentado observando cómo los pensamientos vienen y van; tal vez observes cómo las sensaciones surgen y desaparecen, y entonces empiezas a darte cuenta de que tal vez no seas tú quien creías ser porque si los pensamientos vienen y van, entonces estos no pueden realmente definir lo que eres porque lo que realmente eres en tu esencia no puede venir y desaparecer. No puede llegar e irse. No podría aparecer y desaparecer. Lo que realmente eres, es siempre, siempre está aquí. Siempre está presente. Creo que todo el mundo tiene ese sentido básico de estar aquí, de existir ahora, en este momento. Podemos dudar de todo, de todo lo que nos han dicho, de todo lo que nos han enseñado, excepto del hecho de que existimos en este preciso momento.

Hay un claro sentido de estar aquí. En realidad no importa en dónde estemos. No se trata de estar aquí o estar allá, sino de Ser en donde estemos. En cualquier parte del mundo donde nos encontremos, es Ser donde estemos. Todos tienen ese sentido y es a lo que llamo el océano, el océano de la consciencia, el océano consciente.

Así que te pones a meditar, te das cuenta de que los pensamientos vienen y van, que los sentimientos vienen y van, que las sensaciones vienen y van y empiezas realmente a darte cuenta que lo que en verdad eres no pueden ser esos pensamientos. Lo que yo soy no pueden ser esos sentimientos, lo que soy, en mi esencia, no pueden ser las sensaciones debido a que todas ellas van y vienen. Empiezas a hacerte consciente de que hay algo aquí que no va ni viene, que está siempre presente, este océano que eres —así es como lo llamo: el océano de lo que eres. Entonces, empiezas a advertir que dentro del océano que eres, dentro de ese amplísimo, siempre presente espacio que eres, todas las olas de la vida están siempre apareciendo y desapareciendo. Los pensamientos van y vienen. Las sensaciones llegan y se van. Todas las olas surgen y se disuelven en el océano que eres. Lo que tú eres siempre está ahí.

Así que cuando hablo de aceptación, lo hago desde un punto de vista diferente, tal vez, a como estuvimos acostumbrados a utilizar la palabra. Entonces, aceptación no se trata de yo (llevando a cabo) la aceptación: “tengo que aceptar este momento, tengo que aceptar mi miedo o tengo que aceptar este dolor”. Se podría decir que en un nivel mucho más profundo, ese océano que eres ya ha aceptado o permitido desde un principio esas olas. Cualquier ola que surja en el océano de ti ha sido, en cierto modo, ya aceptada. Ya ha sido aceptada porque está apareciendo, porque está aquí. Entonces, si está apareciendo un pensamiento, significa a nivel más profundo, que el océano que eres, ya aceptó ese pensamiento.

Si hay una sensación apareciendo en este momento, significa que el océano que ya eres está aceptando esa sensación. Está permitiendo ese sentimiento. Está permitiendo esta tristeza. Está permitiendo este dolor. Está permitiendo esta alegría. Si está surgiendo una ola en ti, significa, básicamente, que aquello que tú eres le ha dado el Si en cierto sentido. Y en cierto sentido, lo que tú eres ha dicho Si a este momento, exactamente como es. Así que esos pensamientos, esas sensaciones, esos sentimientos, incluso esa duda o esa confusión o ese dolor que aparece en este momento —a un nivel más profundo, lo que tú eres, ya lo está permitiendo, lo que tú eres ya lo está aceptando, lo que eres ya ha dicho que Si a ello.

Entonces, aunque a un nivel superficial, algo parezca inaceptable para ti, para la mente, para el pensamiento, tu pensamiento podría decir: “esta tristeza no debería estar aquí” o podría decir, “esto es demasiada tristeza.” O un pensamiento incluso podría decir, “esta tristeza no es suficiente”, porque el pensamiento siempre está comparando y en el fondo, ese océano que eres ya está permitiendo esa tristeza.

Esa tristeza ya ha sido bienvenida en ti, por eso está ahí. Claro, en cierto modo, esto está en contra de nuestro sentido común por como fuimos enseñados y podría parecer, sobre todo cuando se escucha por primera vez, podría parecer una locura o sonar muy confuso. Pero realmente, no es algo que tú crees, es algo que empiezas a notar dentro de tu propia experiencia. Es como cuando la vida se convierte en una meditación constante, y te das cuenta de los pensamientos, de las sensaciones, de los sentimientos y empiezas también a notar a un nivel más profundo, que cualquier cosa que surja en este momento, incluso si se trata de algo muy intenso, que básicamente no es tu enemigo.

Pienso que este es el punto más importante, que si la tristeza está surgiendo en ti, aunque sea demasiado intensa, no se trata de un enemigo. Ninguna ola puede estar en contra del océano. Eso ya ha sido aceptado en ti. Entonces, lo que diría es que la vida es esa constante invitación a recordar esta naturaleza ya aceptada de experiencia presente. Así es como vemos que la aceptación no es algo que tú haces. No se trata de “ya acepté este momento” o “no acepto este momento”. Es notar a un nivel más profundo que este momento ya ha sido aceptado. A eso es a lo que me refiero cuando hablo de aceptación profunda. Es una aceptación que va más allá del “yo acepto” y del “yo no acepto”.

En cierto modo, es rendirse completamente a la vida. Es una total rendición. Es como reconocer tu total humildad ante la vida. Pero no es un sitio de impotencia ni pasividad. Diría yo que es completamente lo opuesto, porque se trata de descubrir ese “Si” de la vida que incluye todo. Es un “Si” a cada momento, pero no como algo por lo que tienes que luchar para lograr. No se trata de luchar para lograr decir “Si”, porque eso resultaría muy cansado, pienso, tratar de aceptar este momento aunque el momento sea muy difícil. Tratamos y tratamos y tratamos de aceptarlo. Puede resultar exhaustivo, tratar de aceptar este momento.

Pero incluso ese estar exhausto es parte de la invitación, darte cuenta, darte por vencido en ese intento de aceptar e identificar que en el fondo este momento ya fue permitido. Esos pensamientos, esas sensaciones, esos sentimientos, esas olas de experiencia ya han llegado, entonces, es demasiado tarde como para luchar contra ellos. Es demasiado tarde para aceptarlos y es ya demasiado tarde para evitarlos porque ya están aquí.

Tami Simon: 
Sería correcto decir, Jeff, utilizando esta metáfora de las olas y del océano —desde una perspectiva práctica y desde este punto de vista— que si alguien se siente muy identificado con algún tipo de ola demasiado intensa de experiencia que parece muy difícil o abrumadora, que si cambian su atención hacia la naturaleza oceánica de esa experiencia, ¿eso permitirá generar ese espacio necesario para el reconocimiento de la aceptación? ¿Qué opinas de esto? Sentirse el océano en lugar de identificarse con la ola.

Jeff Foster: 
Bueno, eso es verdad. Se trata de que recordemos nuestra verdadera identidad como ese vasto, espacioso océano en lugar de identificarnos como esa persona limitada. Cada momento constituye esta invitación a recordar que realmente somos mucho más vastos de lo que nos hemos imaginado. Creo que ahí está el centro del sufrimiento, especialmente de mucha gente que he conocido en los últimos años. Existe esta creencia cuando estamos sufriendo, de que somos demasiado insignificantes, de que estamos demasiado limitados para abordar los asuntos. “Este dolor es demasiado grande para mí, o este temor es demasiado para mí o esta pena es demasiado grande para mí”. Así es como se puede llegar a sentir, aunque en realidad, este momento nunca podría ser demasiado para mí.

Cualquier cosa que esté sucediendo en este momento, aunque el momento sea demasiado intenso y esté impregnado de dolor y de miedo, podríamos decir que hay algo aquí que ya está sosteniendo este momento, hay algo que está abrazando este momento. Es algo que está ya permitiendo que este momento sea, incluso si personalmente te sientes incapaz de lidiar con él, aún si te sientes incapaz de aceptar este momento. Lo que tú eres, ese vasto océano, ya está sosteniendo ese miedo.

Entonces el sufrimiento realmente depende de la identificación. Por ejemplo, cuando hay una ola de temor —o de cualquier otra cosa como miedo, enojo, tristeza— es una invitación a recordar aquello que eres. Lo que tú eres en este momento está sosteniendo el temor, lo que tú eres es ese espacio en donde entra ese temor. Lo que yo soy en este momento es el espacio para este miedo. De algún modo le estoy permitiendo un espacio a ese enojo. Ya sabes, le estoy dando a este enojo un espacio para que respire. Le estoy dando la libertad a este enojo para que se exprese. Le estoy dando la libertad a este dolor para que se exprese. Le estoy dando la libertad a esta tristeza, a esta duda, para que se exprese.

En cierto modo, todo esto es completamente opuesto a lo que hemos aprendido acerca de nosotros mismos. Esto parece darle un vuelco a la vida, sin embargo, nos recordamos como este vasto océano que está permitiendo que estas olas sean. De alguna manera, estas olas, una ola de enojo no es ningún enemigo. Eso fue lo que nos enseñaron, tal vez. Una ola de dolor, una ola de tristeza no es el enemigo; como el océano, podrías decir que se trata de uno de tus hijos, ¿o no? Como océano, diste nacimiento a esa ola de enojo, diste nacimiento a una ola de tristeza. Estos no son enemigos que deban ser destruidos, sino niños que deben ser apoyados, que deben ser amados en este momento. La vida no te pide más que eso. Simplemente te encuentras afrontando este momento de enojo.

Cuando entramos en la identificación, cuando olvidamos nuestra verdadera identidad, como dijiste, el océano, este vasto océano, este vasto espacio en donde aparece en este momento el miedo; cuando olvidamos lo vastos que somos, cuando olvidamos lo espaciosos que somos. Cuando olvidamos lo amorosos que somos o cuando olvidamos nuestra capacidad de abrazarlo todo. Nos empezamos a identificar con la ola. Y así, en lugar de recordarnos como ese vasto océano en donde llega y se disuelve el miedo en ese momento, nos identificamos como alguien que se siente asustado. Pienso que esta es la diferencia fundamental entre recordar lo que realmente eres y olvidar lo que realmente eres. Es esa identificación. Así que nos recordamos a nosotros mismos en este momento y sólo en este momento, porque eso es todo lo que hay, finalmente. Si nos recordamos a nosotros mismos ahora como ese vasto océano en donde la ola del miedo es admitida y no nos identificamos como “Yo soy ese que está asustado” o “Yo soy ese que se siente triste” o “Yo soy ese que está sufriendo, yo soy la víctima” —porque siempre hay una especie de historia de victimismo detrás de todo esto.

No se trata de rechazar ni negar la ola. No se trata de querer alejar la ola. No se trata de decir “Oh, este miedo no me va a tocar. Estoy más allá del temor.” Sabes, todo ese tipo de atajos espirituales que a veces queremos tomar. No se trata de eso. Se trata más bien de ese reconocimiento de que el miedo está aquí, percibiéndolo, notándolo, y al mismo tiempo recordarme a mí mismo como ese espacio completamente abierto que está sosteniendo este miedo. Así que el miedo tiene permiso para moverse a través de mí, pero a fin de cuentas, no me define. Así que ambos aspectos se dan. Es como permitir que el miedo se exprese totalmente sin que yo intente evitarlo. Pero al mismo tiempo recordarme como ese vasto espacio.

_Tami Simon:_Ahora Jeff, por alguna razón estoy pensando en alguien que pudiera tener mucho temor, digamos acerca de una limitación financiera de cualquier tipo como “no voy a lograr tener el dinero que necesito”. Y que te diga que todo esto es muy hermoso, “esta charla espiritual que Jeff nos está dando acerca de recordar la naturaleza oceánica de nuestra conciencia, pero yo ahora realmente necesito resolver este miedo centrado en no contar con el dinero suficiente y lograr conseguirlo y movilizarme y si me pongo a descansar en este sitio oceánico y dejo de preocuparme exactamente acerca de este miedo, no voy a manifestar prácticamente aquello que necesito”. ¿Cómo responderías a esto?

Jeff Foster: 
Esta es una de las preguntas que más me hacen. Me preguntan mucho “Jeff, todo esto suena muy bien, ¿sabes?, reconocerme como el océano y vivir en el presente y permitir completamente, pero, ¿cómo me ayuda eso para hacer dinero y para pagar mis facturas? ¿Y qué piensas acerca de esto, acerca de aquello?”

Tami Simon: 
Te hice una pregunta que te han hecho demasiadas veces, eso está bien. Está bien. Me parece bien que la haya hecho.

Jeff Foster: 
(Risas) Tami, esa no es una pregunta original.

Tami Simon: Está bien, puedo con eso.

Jeff Foster: 
¡Puedes con eso! (Risas) Está muy bien. Es interesante. La semana pasada estaba hablando con una mujer y estábamos teniendo esta misma conversación y me comentaba que había la posibilidad de que perdiera su casa en unas cuantas semanas y que no tuviera en donde vivir. Cuando se acercó a mí, obviamente estaba muy ansiosa y estresada. Hablaba, hablaba, hablaba muy, muy rápido. “¿Qué pasa con todo esto? Esto puede llegar a pasarme. Podría sucederme. Tal vez no tenga ni dónde vivir. Podría quedarme sin dinero. Podría quedarme sin casa.” Y ¿sabes? hay una relativa realidad en todo eso.

Eso puede suceder. En unas semanas ella podría tener una casa o no, tener dinero o no, pero el punto era que en ese momento, ella estaba tratando de resolver absolutamente todo. Estaba queriendo contar con todas las respuestas en ese mismo momento. Se estaba agotando a sí misma, tratando de componer su vida en un sólo momento. Entonces lo que hice fue que simplemente la invité por un momento a detenerse, en lugar de tratar de arreglar su vida y encontrar toda la solución en ese momento —Yo no estaba diciendo que la solución nunca llegaría. No estaba tratando de decir que nunca tendría dinero. El punto es que en ese momento, ella no lo sabía. En ese momento, ella no contaba aún con las respuestas, todavía no encontraba la solución. Y estas podrían llegar.

Esto es lo curioso del asunto, el detalle curioso que encontré y mucha gente con la que hablo acerca de esto también se ha dado cuenta —es que cuando simplemente se apartan de esa historia tan complicada, tan estresante que pretende resolver el futuro— eso es lo que hacemos. Nos sentamos, en este momento, tratando de componer el resto de nuestras vidas. A veces se vuelve demasiado agotador. A veces puede ser maravilloso, justo en este momento, admitir que aún no sabemos nada, que aún no tenemos ninguna respuesta. Por tan sólo un momento relajarnos y sumergirnos en ese sitio de no saber nada, sumergirnos en ese sitio en donde aún no contamos con las respuestas, quedarnos en ese sitio lleno de misterio. Y después, como dijiste, lo que sucede es que la gente dice “Si, pero si me dejo sumergir en el misterio, las cuentas por pagar seguirán ahí. Si me sumerjo en la vida, perderé mi casa. Si me sumerjo en la vida terminaré sin resolver nada. Terminaré convirtiéndome en un parásito. Mi vida quedará destrozada”.

Creo que esta es realmente la raíz del miedo. Si me siento aquí, por un momento, y no hago nada, mi vida terminará desmoronándose.

Creo que es fascinante que tengamos ese temor: si me siento aquí y no hago nada, sólo por un momento —porque eso es todo lo que se te pide— mi vida entera se destrozará. Fue muy interesante con esta mujer con la que estaba yo hablando. Simplemente la invité a regresar a ese momento, a respirar y a empezar a sentir las sensaciones de su cuerpo y simplemente sentir el miedo, realmente. Le pregunté en qué parte de su cuerpo lo sentía. Apuntó a su estómago, a su cuello y garganta. Le pedí que prestara algo de su atención a la vida, a la vida que ella era, la vida que realmente se movía dentro de ella, a esa sensación de vivo hormigueo que sentía moverse dentro en este momento, la invité a que de algún modo se saliera de esa historia acerca de MÍ vida. Mi vida y mis problemas, y mis soluciones y que en el lapso de unas tres semanas se quedaría sin casa. Le pedí que se saliera tan sólo por un momento de eso, de la historia de su vida y que regresara de algún modo a la vida, que recordara esa vida que ella era. Y después, resultó muy interesante ya que se permitió sentir las sensaciones en su cuerpo y realmente sentir el miedo, en lugar de salir huyendo de él y tratar de resolver el temor —porque de alguna manera eso era lo que ella estaba intentando hacer. Ella estaba tratando de arreglar ese miedo presente. Estaba tratando de deshacerse del miedo que sentía resolviendo la historia de su vida, arreglando la historia de su vida, como si se estuviera saliendo de la “vida” y entrando a la historia de “Mi vida”. El punto es que eso no estaba funcionando, simplemente estaba resultando muy agotador y estresante y las respuestas no venían. Las respuestas aún no llegaban.

Lo importante fue que simplemente relajó su cuerpo y empezó a honrar el miedo, en lugar de huir de él, empezó a reconocerlo y honrarlo y a compartirlo conmigo, enfrentó el miedo, realmente —no trató de arreglarlo o de evitarlo, más bien se reunió con él. Ahí fue cuando ella empezó a relajarse y de repente, su vida no parecía ser ese desastre y ya no fue más una catástrofe. Lo más gracioso es que, desde esa posición, desde ese lugar creativo, desde el misterio de ese momento, es desde donde surge la fuente de toda creatividad. Si las respuestas van a llegar, es justo de aquí de donde vienen —del misterio de cada momento. No vienen contenidas dentro de la historia temporal de tres semanas. Las respuestas que estamos buscando, emergen dentro de su propio y dulce tiempo desde este misterio y es como si la mente —esto es muy hermoso— como si la mente estuviera tratando de resolver la vida para nosotros. La mente es una hermosa herramienta y por supuesto que no desearíamos deshacernos de ella y tampoco queremos convertirla en nuestro enemigo, sin embargo, la vida simplemente nos está invitando a salir de esa historia de “mi vida” y de “resolver mi vida” y “componer todo” y simplemente recordar el misterio que ya somos.

_Tami Simon:_Ahora Jeff, en esta historia donde tú guiaste a esta persona, ayudaste a que se sentara con el sentimiento de miedo que estaba en su cuerpo, y tal parece que éste es un paso muy importante y uno que puede resultar ciertamente difícil para las personas, especialmente si no están entrenadas —por lo menos en mi experiencia— en alguna clase de enfoque o atención incorporada. ¿Cómo ayudas a que la gente lo entienda y que se quede con la fisiología de lo que está sucediendo dentro de ellos?

Jeff Foster:
 Creo que lo que hago, si pudiera resumir lo que hago con la gente, es que no hago demasiado, realmente. No me experimento como haciendo mucho con la gente. Para mí, se trata de estar con ellos, ¿sabes? A menudo pienso, cuando nos sentamos junto a alguien, cuando conocemos a alguien, cuando estamos conversando con alguien y esa persona expresa su miedo, o dolor o siente duda o confusión, rápidamente intentamos arreglarlos o solucionar sus problemas. Si alguien está sintiendo mucho temor, tratamos, quizás por amor o compasión que ya no se sienta de esa manera o intentamos ofrecerle algunas soluciones o pretendemos tener una especie de respuesta.

Lo que trato de hacer con la gente, es no hacer tanto. Busco aquello que realmente sana, es decir, esta es mi particular experiencia con la gente —lo que realmente sana en este encuentro, este estar con ellos. Me siento con alguien que está experimentando mucho miedo, y entonces se meten en su historia tenebrosa de “Esto es lo que pasará, eso pasará, no tendré qué comer, perderé mi hogar, moriré, terminaré viviendo en un agujero.” Yo no les ofrezco respuestas. No trato de componerlos.

No pretendo tener la solución. Soy muy honesto en ese sentido. No pretendo saber más que ellos. Lo que creo que hago —y no te diría que es realmente un hacer— es que les ofrezco un espacio para que ellos mismos se encuentren con su propio miedo. Si me es posible me siento con ellos en el estado en que se encuentren, no evito nada, no trato de arreglarlos y no les ofrezco respuestas fáciles con el fin de comprobarles lo maravilloso que soy como maestro porque sé mucho —eso no me interesa. ¿Sabes? no me interesa. Lo que realmente me interesa es realmente estar ahí con ellos.


Como te decía antes, creo que eso es lo que hemos olvidado como especie. Hemos olvidado básicamente cómo estar con nosotros mismos. Ahí es en donde comienza todo nuestro sufrimiento, en el olvido de lo que somos, que es básicamente el olvido acerca de cómo sentarnos con nosotros mismos, cómo sentarnos con nuestros miedos. Nadie nos enseñó cómo sentarnos con el miedo.


La gente nos ha enseñado a lo largo de nuestras vidas cómo deshacernos del miedo, cómo escaparnos de él, cómo transformarlo en algo diferente, pero ¿quién nos ha enseñado cómo convivir con el miedo cuando es momento del miedo? —enfrentando el hecho del miedo, sentarnos ahí, encarando el hecho del miedo en el momento presente. ¿Quién nos enseñó a simplemente quedarnos quietos ahí? Nos han dado muchas técnicas y soluciones y métodos para deshacernos de todas esas cosas.

Siento bastante confianza cuando hago esto con las personas, quizás debido a mi propia experiencia en estos años soy ahora más capaz de sentarme con mi propia experiencia. Soy ahora más capaz de sentarme con mis propios temores, de sentarme con la tristeza, de sentarme con la confusión, de sentarme con la duda dentro de mí porque aprendí, a través de los años, a no darles la espalda. Aprendí que huir de este momento realmente no nos ofrece aquello que tanto estamos buscando. Por muy paradójico que suene, sabes, este enfrentar la situación, quedarse ahí, quedarse ahí, quedarse ahí. Pienso que esa es la constante invitación de la vida diciendo, quédate ahí, quédate, quédate. Aunque en este momento, puedas llegar a sentir que no puedes quedarte, ¡quédate ahí! ¡Quédate con eso!

Creo, por el motivo que sea, que desde estos días en que soy más capaz de convivir con mi propia experiencia, soy mucho más capaz de mantenerme también con la experiencia de los demás y no huir ni tratar de componer las cosas.

Tami Simon: 
Me parece que estás ahora apuntando a algo realmente importante, que es el poder de estar con otra persona aceptando de manera incondicional todo aquello por lo que está pasando. Me parece que nos señalas algo de suma importancia acerca de cómo poder estar ahí para los demás.

Jeff Foster: 
Creo que esa es la esencia misma de la curación y el verdadero significado de la palabra. Lo que yo diría es que para mí, el sanar no tiene nada que ver con el hecho de huir. No tiene nada que ver con arreglar las cosas. La sanación no tiene nada que ver con componerte. No tiene que ver con tratar de componer a los demás. Sino más bien con ese quedarte ahí con tu experiencia, incluso si en ese momento nos dan ganas de salir corriendo, incluso si se siente sumamente incómodo quedarse ahí, incluso si estamos junto a alguien que está experimentando mucha tristeza, duda, confusión o ira.

Cuando estamos sentados al lado de alguien que en ese momento esté expresando enojo hacia nosotros, que se dirige a nosotros, que nos insulta y nos culpa de haber hecho ciertas cosas. Nos está juzgando. Normalmente lo que pasa en esta situación es que comenzamos a sentirnos incómodos. Nos empezamos a sentir lastimados. Incluso empezamos a sentir la urgencia de irnos, ya sea literalmente o psicológicamente a través de retirar nuestra atención o de ignorarlo, lo evadimos psicológicamente, o podríamos incluso sentir la urgencia de atacarlo porque nos sentimos atacados. Nos sentimos lastimados.

No sabemos cómo estar con nuestro propio dolor. Nos sentimos heridos y no sabemos cómo quedarnos con eso. No sabemos cómo lidiar con eso. Así que arremetemos contra ellos —hay cierto impulso de arremeter contra ellos. Así que aquí está la invitación que nos hace la vida, y esa es la invitación que yo les ofrezco y esa es la invitación de la que hablo en mi libro. ¿Podríamos simplemente quedarnos en ese sitio, incluso si en el momento se dé mucha incomodidad, aunque sintamos mucho dolor? ¿Podríamos mantenernos con nuestra propia experiencia, aunque haya dolor, aunque nos esté doliendo?

¿Podríamos encontrar ese sitio en ese momento, en donde esa ola, esa intensa ola de dolor que se mueve en nosotros, sea bienvenida? ¿Podríamos encontrar nuestra vastedad inherente? En ese momento, ¿podríamos simplemente pararnos y notar que eso que somos es suficientemente vasto? Lo que somos es oceánico. Lo que somos es lo suficientemente grande como para contener ese dolor, aunque queme, aunque sea demasiado intenso, aunque haya la urgencia de huir o de expulsar a alguna persona o atacarla o arreglarla, o manipularla o tratar de cambiar su experiencia. ¿Podríamos quedarnos ahí, con todo eso? ¿Podríamos encontrar ese lugar en donde realmente todas esas olas que se mueven por dentro, sólo por ese momento, tienen permiso de estar? ¿Podríamos recordar que lo que somos es tan inmensamente grande como para alojar ese dolor y después encontrarnos con esa misma persona en ese sitio de profunda aceptación?

He tenido mucha experiencia con esto durante los últimos años, sobretodo siendo maestro. Una cosa es hacer todas esas reflexiones y tener una experiencia de despertar y otra muy diferente es salir y enseñarla, ya que uno se expone a toda clase de situaciones y a todo tipo de gente. Uno se expone al ataque ante la gente que no está de acuerdo o que no le gusta cómo enseñas o cómo estás diciendo las cosas y es realmente difícil. Muchos de los aspectos sobre los que hablo pueden resultar bastante difíciles para la gente y eso es muy comprensible.

Me he visto en situaciones a través de estos años, en donde estoy sentado con alguien que ha estado muy enojado conmigo, o que está en total desacuerdo conmigo y me dice tal o cual cosa. No me ha pasado demasiado, sin embargo, si ha llegado a suceder. Para mí eso representa siempre una invitación para permitirlo profundamente, en ese momento, permitir cualquier ola que surja. Porque no soy inmune. No hay tal cosa como alguien que sea inmune a la vida. Y pienso que a veces tenemos esa loca idea acerca del despertar, o algunas personas tienen esa loca idea acerca del despertar o de la iluminación, como si fuera una especie de entumecimiento, o un lugar en donde no se sienten ese tipo de olas, en donde no vuelve uno a sentir tristeza, o donde ya no se siente dolor o en donde las olas se han vuelto bastante más leves.

En mi propia experiencia resulta justamente al revés. Porque las olas tienen permiso de moverse, incluso las olas se vuelven bastante más intensas. Las olas son más intensas porque uno pierde el interés de ahuyentarlas. Uno pierde el interés de adormecerse ante la vida porque quieres vivir.


Ya sabes, pasé los primeros 25 años de mi vida —yo estaba prácticamente muerto. Estaba adormecido. Estaba completamente dormido, tanto para mí mismo como para los demás. Así que hoy en día ya no me interesa mantener ese estado. No me interesa pretender que soy el iluminado que no siente nada. Eso, ni parece posible ni tampoco humano. Lo que realmente me interesa en estos días es convivir con otros seres humanos en este lugar de profunda aceptación, dándome cuenta del movimiento de todas estas olas dentro de mí y encontrando ese lugar en donde tienen permiso a surgir, en donde surgen.

Así fue como en realidad empecé a dejar de darle la espalda a lo que tenía que enfrentar. Así es como podemos romper el ciclo de violencia y conflicto porque estamos permitiéndonos sentirnos heridos justo en el momento y recordando que somos ese vasto, ilimitado y abierto espacio de consciencia que permite esta ola de dolor. No se rechaza el dolor. Simplemente le dice “Si” al dolor, por muy extraño que parezca. Uno le dice “Si” al dolor. De un modo extraño, eso es lo que permite que no salgamos lastimados, a través de descubrir este “Si” interno hacia aquello que duele. Así es como terminamos con la identificación de “Yo soy el que está lastimado. Soy el afectado, tú me lastimaste. Yo soy el que está sufriendo. Yo soy tu víctima.” Me parece que es aquí en donde todo tipo de violencia, en donde todo conflicto comienza; en esta identificación como víctima. “Tú me lastimaste. Tú me lastimaste”.


Así que el hecho de recordarnos como ese vasto océano en donde el dolor está permitido —ese dejar de pretender que el dolor no está ahí. No se trata de pretender que el dolor no está ahí. Es reconocerlo. Es sentirlo profundamente, pero es permitir que ese dolor se mueva en tí para que no se quede estancado. Fluye y se mueve. Y recuerdas, desde lo más profundo, que eso no tiene la capacidad de lastimarte, que lo que tú eres, como océano, no podría ser nunca lastimado por eso. Podría doler, pero no te va a hacer daño.

Creo que comprender esto es fundamental, y así fue como, en mi propia experiencia, fui capaz de acompañar a la gente —incluso cuando estaban en un estado violento o muy nerviosos o muy enojados. Quedarme con ellos. Detrás de todo esto, por supuesto, verás su dolor. Conoces su dolor —y es ahí en donde puede haber compasión, es cuando recuerdas que toda esa conducta destructiva viene de ese dolor, de ese dolor que no ha salido a la superficie. Ellos simplemente no son capaces, en este momento, de estar consigo mismos. Así que tal vez yo si pueda hacerlo.

Y eso, para mi, es de lo que finalmente se trata. La vida se trata de esa convivencia —la convivencia con nosotros mismos, con nuestro dolor, con nuestros miedos, con nuestras bendiciones y alegrías— reunirnos con todas esas olas en nosotros y reunirnos con los demás de la misma manera. Porque, al final del camino, se trata de una misma reunión —esa que es con nosotros mismos. Esto se ha convertido últimamente en un cliché pero es cierto. Siempre estamos reuniéndonos con nosotros mismos con diferentes disfraces. No somos tan diferentes como nos gustaría creer.

Tami Simon: 
Ahora Jeff, hay tantas cosas de qué hablar que pronto tendremos otra conversación pero, mientras tanto, tengo la sensación de que nuestro público quiere saber más acerca de ti. Es decir, aquí estás, con tu hermoso acento británico.

Jeff Foster: 
(Risas)

Tami Simon:
 …y tal vez no se den cuenta que eres una persona muy joven, apenas pasando los 30 años. ¿Es correcto?

Jeff Foster: 
Es cierto. Si, tengo treinta… ¿cuántos tengo? 32, creo.

Tami Simon: Si, algo así.

Jeff Foster: 
Si, alrededor de 32, después te lo puedo confirmar (Risas)

Tami Simon: 
Gracias. Podemos revisar tu acta de nacimiento o algo por el estilo. Pero sabes lo que es interesante, creo que la gente quiere escuchar un poco más acerca de tu propio proceso. Mencionaste cómo los primeros 25 años de tu vida, en retrospectiva, habías estado “dormido”. Pero tengo curiosidad, has escrito acerca de la profunda depresión en que vivías, hasta el punto casi del suicidio pero después tu situación cambió. Tuviste ciertos progresos, ciertas ideas y estás aquí ahora, ayudando a los demás. Así que cuéntanos un poco acerca de tu historia, especialmente sobre la depresión y qué fue lo que cambió todo eso.

Jeff Foster: 
Claro. Siempre fui un niño deprimido, un adolescente con depresión. Si tuviera que resumirlo, la vida siempre resultó para mí demasiado pesada. Me levantaba por las mañanas, sabes, fueron 25 años que yo acuerde. Me levantaba cada mañana y sentía la vida pesada, pesada, pesada. Era demasiado tímido y demasiado consciente de mí mismo. No creo, es decir, casi no hablaba con la gente hasta que tuve más o menos 20 años, lo que resulta demasiado irónico, considerando que en estos días viajo alrededor del mundo hablando con gente, haciendo reuniones y talleres. Es curioso cómo la vida puede dar un vuelco así.

Yo estaba demasiado consciente de mí mismo y esto empeoraba cada vez más y me sentía con una sobre carga inmensa y odiaba como me veía yo. Simplemente me odiaba. Me sentía completamente inadecuado. Mi vida carecía de cualquier tipo de intimidad. Era incapaz de compartir algo con los demás. Me aterraba tener que expresarme desde ese temor tan grande. Si ellos hubieran sabido qué me pasaba, si realmente hubieran sabido lo que yo era, si hubieran visto más allá de mi fachada, me hubieran rechazado. Se hubieran reído de mí. O nunca hubieran querido volverme a hablar, ¿sabes?

Yo era simplemente alguien que se guardaba todo, todo, completamente. Nunca tuve realmente amigos. Nunca tuve con quién hablar, realmente. Estaba como muriéndome por dentro. Todo eso iba empeorando y ya en la universidad fue peor. Tenía 22, 23, 24 —no lo puedo recordar— vivía en Londres y trabajaba en la BBC. Supuse en ese entonces que entraría a la televisión. Estaba trabajando en el turno de la noche. Odiaba mi trabajo. Tenía una relación demasiado obsesiva con una chica. Yo pensaba que ella era la indicada. Creía que me iba a completar. Que había encontrado a mi alma gemela. Pero ella no estaba de acuerdo. (Risas) Todo terminó y simplemente toqué fondo.

Creo que más o menos por ese tiempo también caí muy enfermo. Terminé en el hospital. Fue una especie como de crisis nerviosa. Viendo hacia atrás puedo decir que fue como una crisis nerviosa, sin embargo, yo sentía que algo tenía que cambiar, algo tenía que establecer una diferencia, las cosas no podían seguir así. Creo que un evento que realmente empezó a cambiar las cosas fue una experiencia cercana a la muerte. Es decir, fue un momento, tal vez en ese justo momento no me di cuenta. Fue una especie de experiencia cercana a la muerte.

Un día estaba yo absolutamente tocando fondo. Me tomé el día libre en el trabajo porque me sentía muy mal. De repente, tuve la necesidad de ir corriendo al baño y empecé a vomitar y vomité sangre. Me asusté mucho y empecé a perder la consciencia y me desvanecí. Desperté, no sé después de cuánto tiempo, tal vez después de 5 ó 10 minutos y estaba tirado en mi ducha y estaba todo cubierto de sangre. Me acuerdo que no podía respirar y trataba de gritar para pedir ayuda y no pasaba nada. Realmente tuve la sensación de “bueno, esto fue todo”. Ya sabes, a veces escucha uno historias así, de gente que vomita sangre de la nada y después de 5 minutos, están muertos y eso verdaderamente me asustó. Me asustó verdaderamente y tirado ahí lleno de sangre por todos lados sin poder gritar, sin poder levantarme. Pensé “Este es el fin. Este es el fin. Así es como termina la historia.” Creo que este fue el comienzo de algo.

Tami Simon: 
Ahora Jeff, una pregunta, ¿tuviste la clásica experiencia cercana a la muerte en donde abandonas tu cuerpo y todo eso, o fue más bien una experiencia que te asustó por completo, viéndote en tu ducha dentro de un charco de sangre?

Jeff Foster: 
Si, creo que fue más un caso de terror existencial muy fuerte, uno que yo nunca había experimentado antes. Es decir, he tenido miedo a la muerte antes, pero esto fue como un encuentro con… no recuerdo mucho pero creo que estaba bastante asustado y marcó mi vida de alguna manera. Fue como “Dios mío, la muerte está tan cerca. En cualquier momento podemos caer muertos. Así que, ¿qué diablos voy a hacer con mi vida?”

Este tipo de preguntas empezaron a rondar en mí. Preguntas que nunca antes me había hecho. Yo estaba educado como un científico. Tenía una mente muy racional y en ese momento era completamente ateo, no tenía ningún interés en la espiritualidad, no estaba interesado en nada que tuviera que ver con lo espiritual. Todo era pura jerga para mí. Todo era como prefabricado, ¿sabes? Pero todo esto inició algo, porque desde mi propia experiencia, sentí que me había acercado demasiado a la muerte. O por lo menos me di cuenta de que la muerte siempre está cerca y que la vida es preciosa.

Creo que lo que me hizo reaccionar fue haber sentido “Dios mío, esta vida es tan preciosa, este momento es precioso, ¿qué diablos estoy haciendo con mi vida? Tengo un trabajo que odio. Me siento completamente limitado y contenido. No estoy ni cerca de tener una vida que me guste.” Era como estar viviendo una vida de robot o una vida de segunda: ir a la escuela, ir a la universidad. Graduarme. Conseguir un trabajo. Casarme. Estaba atrapado en la rutina.

Tami Simon: 
¿Podríamos decir entonces que tocaste fondo en ese momento? ¿Es correcto?

Jeff Foster: 
Creo que toqué mi primer fondo.

Tami Simon: 
Ah, ah de acuerdo (Risas)

Jeff Foster: 
Todavía habían más fondos qué tocar. (Risas) Pero ese primer fondo definitivamente determinó algo en mí. Entonces me encontraba yo en el hospital unas horas después y recuerdo claramente que vi una copia de la Biblia, que se encontraba en uno de los cajones junto a la cama. Esto es algo que nunca antes hubiera hecho. Algo en mí estaba… era como si el buscador hubiera nacido en ese momento. El buscador espiritual había nacido, estaba buscando respuestas, buscando alguna clase de significado para la vida.

¿Qué significado tenía todo eso ante la posibilidad de la muerte?

¿Qué es la muerte? ¿Quién soy?, y todas esas preguntas empezaron a fluir dentro de mí pero no era… es decir, yo necesitaba esas respuestas en ese momento justo. Ya no se trataba de un juego. Yo necesitaba saber quién era yo y necesitaba saber lo que era la muerte y quién moría realmente. ¿Qué significado tiene la vida? Así que todo eso fue… el siguiente año, por un par de años me convertí en un obsesivo buscador completamente. Leí, leí, leí. Leí cada libro acerca del despertar y acerca de la iluminación que caía en mis manos. Pero, para mí, todo giraba en torno a la muerte, de verdad. Todo era acerca de la muerte y también acerca del sufrimiento.

Creo que en un determinado momento leí algún libro sobre Budismo y sobre la iluminación espiritual. Yo nunca había escuchado hablar acerca de la iluminación espiritual. De repente, tuve la necesidad de hacerlo. Iluminación espiritual… aquí está el fin de mi sufrimiento, porque yo ya había sufrido demasiado. Así que todo se volvió una obsesión, todo un año, tal vez dos, buscando iluminación espiritual. Realmente me encerré en eso. Me mudé un tiempo a casa de mis padres. Literalmente me encerré en mi habitación, tal vez por un año, dos años. Ahora ya me parece borroso todo eso. Empecé a leer, a leer, a leer y a meditar. Toda clase de prácticas de auto-indagación, todo con el fin de volverme iluminado, ¿ves? Todo se trataba de un objetivo futuro en mi mente. “Un día me iluminaré y todo mi sufrimiento terminará”.

Tami Simon: 
Queremos seguir escuchando tu historia porque creo que en este momento mucho de nuestro público se siente identificado contigo en cierto sentido. Diciendo “si, yo antes no me interesaba, sin embargo, ahora me siento muy interesado en saber quién muere. Es por lo que escucho estas transmisiones de ‘Insights at the Edge’ hasta el cansancio, una y otra y otra vez” como muchos otros oyentes. 

Y para continuar, Jeff, porque más allá de todo esto, tú tuviste ciertos descubrimientos que te llevaron a concebir “La Profunda Aceptación”.

Jeff Foster: 
Bueno, si. Es decir, estos años han sido muy intensos. Como dije, me volví completamente obsesivo con esto de la iluminación. Realmente hacía todo lo que podía para volverme un iluminado. Nunca acudí a un maestro. Nunca asistí a ningún taller o retiro o satsang, ni a seminarios, ni nada por el estilo. Creo que fue simplemente mi personaje en ese momento. Tenía este fuego dentro de mí y como que deseaba hacer todo por mí mismo. Así lo sentía, recuerdo que hace bastante tiempo tuve la sensación de que si había ese algo llamado paz, si había eso a lo que se llama libertad, si es que había realmente un despertar, lo tenía que encontrar por mí mismo. Lo encontraré aquí. Lo encontraré aquí en mi habitación, aquí en el patio de mi casa. Siempre, desde un principio, tuve esa sensación.

Tal vez era un poco de terquedad, tal vez una especie de timidez. Todavía era muy retraído y no deseaba abrirme ante los demás. Quería guardarme lo mío para mí. No sabía lo que estaba pensando, realmente, pero tenía esa obsesión de “haré esto por mi cuenta.” Así que empecé a leer todos los libros sobre iluminación y a los maestros iluminados y todos aquellos descubrimientos que habían hecho; las experiencias de iluminación que contaban acerca de que un día iban caminando y el yo se desvaneció. Y ya sabes, la historia de Eckhart Tolle, cuando está él acostado en su cama y de repente llegó la claridad.

Entonces traté de que todo esto sucediera para mí. Porque en ese entonces, eso era lo que yo creía que era la iluminación. Pensaba que se trataba de una especie de evento que pasaría algún día, alguna experiencia que debía suceder en un momento dado. Así que conforme pasaban los meses, me volví más y más obsesivo realmente y supongo tuve todo tipo de entendimientos profundos durante meses, años, en realidad. Tuve toda clase de entendimientos, todo tipo de experiencias como hacen muchos buscadores espirituales. Tienes momentos, horas, días a veces, de pura paz y alegría y después todo eso se va y quieres tu experiencia de nuevo, o tienes algún tipo de experiencia de total unidad y después eso se desvanece. O tienes una experiencia de no-pensamiento, el pensamiento desaparece, ya sabes, por minutos, horas, días. Es decir, ya ni sabes nada. Pero después todo eso se va y el pensamiento regresa.

Yo tendría todas esas experiencias, pensé, como muchos lo hacen, sin embargo había algo aún no satisfecho. Seguía en la búsqueda de algo. Llegué al punto, realmente, en que ya ni sabía qué era lo que estaba buscando. No sabía ya lo que buscaba. Simplemente sentía que tenía que seguir buscando. No puede ser esto lo que busco. No puede ser mi experiencia presente, sea lo que sea, cualquier cosa que sea que los maestros espirituales están prometiendo… los gurús… no puede ser mi (corriente) experiencia personal aquello que estoy buscando. Esa era la sensación básica— sea lo que sea que estoy buscando, se encuentra en otro lugar. En el futuro.

Sin importar lo que hiciera, nunca podría llegar hasta ahí. Las experiencias seguirán yendo y viniendo. Las experiencias de alegría pura, de alegría orgásmica total. Hermosas, pero se irán y entonces yo seguiré esperando esa experiencia final, la iluminación final, la experiencia del despertar y nunca llegará. Estaba atrapado en todo eso. Estaba realmente atrapado en esa idea de un futuro despertar, realmente atrapado. En mi experiencia, esto parece ser aquello de lo que hablan algunos maestros espirituales —por lo menos aquellos que yo estaba leyendo— ese despertar era algo que se encontraba en el futuro; era algo que sucedería algún día. Así que realmente, el resultado de todo esto fue que llegué a sentirme completamente, totalmente exhausto. Me había estado agotando a mí mismo. Simplemente perdí contacto con el mundo exterior. Me había metido en mi pequeña cueva.

No tenía ninguna relación en ese momento. No me quedaba ya ningún amigo, creo. A nadie le hablaba acerca de mis experiencias. Había veces en que ciertamente pensaba que ya estaba iluminado. También pasé por eso. Tuve ciertas experiencias y llegué a la conclusión de que efectivamente estaba ya iluminado. Me iba a la cama en la noche… (risas) creyendo que ya estaba completamente iluminado. Y por supuesto, me levantaba por la mañana y se me olvidaba.

Me estaba volviendo loco, pero seguía sin poder encontrar una salida. Todo llegó a un punto de completo cansancio con todo lo que fuera espiritual, cualquier cosa espiritual, realmente. Simplemente me estaba ahogando en todos esos conceptos espirituales. En ese entonces tuve contacto con el Advaita y la no-dualidad, que seguramente varios de tus oyentes han de conocer. Estaba yo lidiando con todos esos conceptos como “no hay un yo, no hay tiempo, ni espacio, ni elección” y todos estos asuntos andaban nadando por toda mi cabeza. Ahí fue cunado me sentí completamente exhausto.

Bueno, tuve una experiencia que recuerdo y de la que hablo de vez en cuando. Realmente no se trató de una experiencia, como tal, porque eso que había yo estado esperando era una especie de gran experiencia: estaba tratando de encontrar mi salvación a través de experiencias. Realmente lo que pasó fue más bien que me acordé de algo que tal vez había olvidado. Así que recuerdo muy específicamente: un día, me parece que estaba acostado en mi cama cuando vivía con mis padres, completamente agotado, totalmente rendido de toda esa búsqueda espiritual, simplemente cansado de todo y me dije “nunca me volveré un iluminado, sin embargo, no puedo dejar de buscar.” Eso era lo que sentía. “He tratado todo, nada funciona. Todo lo que hago para tratar de despertar, todo lo que intento para poder despertar, parece alejarme más y más de ello”.

Entonces, ahí tirado en mi cama, en mi habitación —era la habitación en donde había crecido, la misma— simplemente recordé, por alguna razón eché un vistazo hacia una silla. Estaba viendo la silla de mi habitación. Era una silla que había visto miles de veces antes. Había estado ahí desde que yo era un niño. Era una silla vieja, muy familiar. Y creo que algo simplemente se apoderó de mí. O recordé algo, o algo se hizo evidente. Para mí ahora resulta muy difícil explicarlo porque no era la gran cosa.


Era esa sensación de “¡Ah, claro! ¡Por supuesto!” Era algo como muy familiar. Algo que siempre supe, algo que siempre estuvo en la punta de mi lengua, algo que siempre había estado conmigo. No era como una nueva experiencia. Era algo que siempre había estado conmigo. Y era un sentimiento de “Dios mío, este momento era el que estaba buscando. Este momento es el que siempre busqué.” Es decir, podría sonar muy extraño pero, había una sensación de “oh Dios mío, es la silla. Es la silla.” (Risas) Porque había estado por años, quizás toda mi vida, siempre estuve buscando algo, sin saber siquiera lo que era. Especialmente como buscador espiritual, estaba buscando la iluminación, esa gran experiencia, los fuegos artificiales. Yo quería fuegos artificiales.



¿En dónde está la unidad? ¿En dónde está la unidad? Y tuve la sensación en ese momento de “bueno, la unidad es esto. ¡Ya está aquí. Cualquier cosa que estés buscando Jeff, ya está aquí!”.


Y esto no se dio con palabras, no se trataba de la mente entendiendo eso. Era algo mucho más profundo, algo mucho más primario que eso. “Cualquier cosa que estás buscando Jeff, nunca la encontrarás fuera de lo que ya hay aquí.” Recuerdo que en ese momento, estallé en lágrimas. Estaba llorando. Creo que lo hice por una hora porque estaba con un sentido de total humildad y gratitud. ¡Era gratitud por una silla!


En realidad esto es bastante difícil de explicar. Se trataba de algo tan ordinario y simple como lo es una silla. Siempre pasé esto por alto porque estaba más bien buscando algo diferente, algo más: deseaba ser exitoso, deseaba la iluminación, esperaba muchas cosas y siempre pasaba por alto la silla, que siempre estuvo ahí, ofreciéndose libremente, sin pedir nada a cambio. La vida misma siempre estuvo aquí ofreciéndose y siempre la estuve ignorando. Siempre la ahuyentaba o la ignoraba o me sentía abrumado por ella o simplemente no la reconocía. Esa fue quizás la primera vez, cuando me hice consciente de esa silla —aunque suene demasiado extraño.


Después, recuerdo haber visto a mi alrededor y cambiar mi atención de la silla hacia el tapete. Se trataba de un tapete común y corriente, y estaba ahí esa sensación de “oh dios mío, también el tapete.” (Risas). Suena muy chistoso cuando hablas de ello. Cualquier cosa que hubiera estado buscando a un nivel profundo, está apareciendo ahora en forma de esta silla y de este tapete. Recuerdo haber recorrido la casa, observando todo, como si fuera la primera vez. Es decir, realmente era así —suena un poco como a cliché— pero realmente fue observar todo por vez primera. Simplemente estar mirando toda la casa sin Jeff, por supuesto. Observando lo que la vida era sin Jeff, sin aquel buscador, sin que Jeff estuviera en busca de algo, sin ese personaje Jeff que siempre se había sentido incompleto y que siempre estaba en la búsqueda de una especie de futura plenitud. Era ver la vida sin Jeff, y el tapete, y las paredes y las luces y después abrí una ventana. Y ahí “¡oh dios mío, también allá afuera!” también hay árboles, coches, obras en la calzada, perros y perros armando jaleo y casas. Hay mucho de todo eso. Y después recuerdo haberme girado a ver mi cuerpo y pensé “¡oh dios mío, también esto es parte de todo!” debido a que por mucho tiempo había estado yo atrapado en todas esas ideas espirituales que decían de alguna manera que el cuerpo era un especie de enemigo, o que la iluminación marcaba el fin de ese cuerpo o que debíamos deshacernos del cuerpo o trascenderlo de algún modo.

Fue como si el hacerme consciente de todo eso pusiera las cosas de cabeza. Porque ahora… y eso realmente nunca cambió, pienso que fue fundamental, una toma de consciencia fundamental porque nunca desapareció —es ese sentido que se tiene de que cualquier cosa que surja ahora mismo, ya sea una silla, un tapete, los árboles, los coches o tus pensamientos, tus sensaciones, tus sentimientos, esas olas de tristeza o de ira— en el nivel más profundo, son sagradas. Todo esto es sagrado y digno de amarse, en cierto modo, la mente nunca comprenderá esto.

Pasé demasiados años intentando entender todo desde el intelecto o traté de llegar a un entendimiento intelectual y creo que me di cuenta en ese momento que se trataba de algo que no podía entenderse intelectualmente, sino que se trataba de identificar aquello que estaba presente, lo que hay aquí, lo que se da aquí. Así que recuerdo haber estado mirando el cuerpo y las manos, los pies, las piernas, el pelo; y todas las imperfecciones de repente se vieron sin aquel buscador, sin esa historia acerca de perfeccionarme en un tiempo futuro, sin la historia de volverme un iluminado.


Visto desde la luz de esta aceptación, incluso mis imperfecciones eran perfectas de alguna manera. Estaban perfectamente dispuestas. Había un sentido de que todo estaba justo en su lugar y en una forma que nunca antes había podido comprender. No se trataba de un juego intelectual conmigo mismo. No era como creer que todo era perfecto; era realmente estar apreciando esa perfección inherente que no estaba en guerra con mi imperfección. Pienso que esa fue una toma de consciencia fundamental. Todo esto destruyó completamente mis viejos conceptos acerca de lo que era la perfección. Antes de eso, siempre vi la perfección como un estado futuro o que la perfección significaba deshacerse de la imperfección. Todo esto había establecido un gran cambio porque ahora la perfección se trataba de esta total aceptación de la imperfección —esta aceptación del pensamiento, de las sensaciones, de los sentimientos, de los sonidos y de los aromas.


Así que recuerdo que me dejé caer sobre mis rodillas y me puse a llorar. Lloré todo lo que tenía que llorar. Me parece que en esa experiencia —o en esa no-experiencia o como quieras llamarlo— me parece que rompí de tajo con todo. Ese fue realmente el comienzo del fin de mi búsqueda espiritual.

Siento que realmente es como si toda mi vida hubiera dado un vuelco después de eso porque la vida ya no se trataba de mí, Jeff, intentando llegar a algún sitio, o yo, Jeff, buscando algo, o yo, Jeff tratando de iluminarse. Todo se trataba ya de recordar que todo pensamiento, toda sensación, todo sentimiento es sagrado en el nivel más profundo y además es aceptado por la vida, no por mí. Es aceptado y aceptable por la vida. Creo que desde ese entonces… no fue “oh dios mío, todo mi sufrimiento se ha ido y todo es perfecto.” Me parece que a todos nos encantan esas historias de despertar pero, nunca he conocido a nadie que realmente haya tenido una experiencia de despertar y que todo su sufrimiento se haya desvanecido para siempre, para nunca volver.

Creo que lo que esta experiencia —o esta no-experiencia, o como quieran llamarla— creo que lo que logró en mí es que cambió por completo mi relación con el sufrimiento. Lo que percibí fue que básicamente el sufrimiento era, en el nivel más básico, el sufrimiento era y es ese huir de la vida. El sufrimiento es nuestro intento de escapar de lo que hay en este momento, huir de aquello que está aquí, negar aquello que es aquí. Es olvidar lo que somos. Es olvidar que el origen de esa experiencia ha sido aceptada de antemano: esos pensamientos, esas sensaciones, sentimientos, en el nivel más profundo, ya han sido aceptados en nosotros, en este momento.

Entonces, el fin del sufrimiento —ahora me doy cuenta de que el fin del sufrimiento no se trataba de un gran evento que iba a suceder algún día. El fin del sufrimiento estaba realmente contenido dentro de mi experiencia presente. Se trataba de un recordatorio a mirar todo aquello que estaba aquí. Entonces lo que vi después fue que cada vez que me veía sufriendo, cada vez que me encontraba en medio de una lucha en mi vida, se trataba nuevamente de una invitación. No se trataba de un error. No era tampoco un castigo. Era una invitación que me indicaba en ese momento que me estaba olvidando de algo. Por años —creo que fue hace como siete u ocho años— pasé por toda clase de cosas en esos siete u ocho años. Ya sabes, pleitos en mis relaciones, dolor físico —mi padre se encuentra bastante enfermo actualmente— he tenido toda clase de retos. Y retos también al convertirme en maestro —porque eso sucedió inesperadamente— y el que me pidieran salir y hablar con la gente y que se me hicieran preguntas tan desafiantes, y abrirme a todo eso teniendo cuidado para no convertirme (o resistiendo la urgencia de convertirme) en una especie de gurú iluminado que iba a salvar el mundo. Sabes, siempre estando alerta para no apegarme demasiado, evitando generar la idea de ser un maestro o un salvador que posee todas las respuestas.

Enfrenté toda clase de retos en estos años pero en todos y cada uno de los casos ha sido mantenerme quieto ante lo que está surgiendo y mantenerme ahí ante la tristeza, ante el dolor, mantenerme ante la confusión y la duda sabiendo que todo esto es una invitación. Es tan sólo una invitación a recordar. Creo que esa experiencia de la silla, ese recordatorio de algo tan familiar, me hizo pensar básicamente que nunca me debe importar pasar por lo que estoy pasando, que no importa realmente la experiencia que esté teniendo. No importa que tan intensas se pongan las olas de la vida, hay un saber muy profundo que indica que todas esas olas son aceptadas aquí.

Es como honrar la vida. Es honrar esta vida que se mueve en mí. Eso es lo que a mí me parece, y eso es lo que olvidamos como seres humanos. Miras el mundo y parece haber demasiado conflicto, miedo y estrés. Me parece que todo conflicto humano y violencia y sufrimiento provienen de ese olvido básico, muy básico… de lo que somos realmente. Hemos dejado de honrar la vida. Cuando dejamos de honrar la vida, sufrimos. Cuando dejamos de apreciar lo sagrado en todos y en cada uno de los momentos, en todos y en cada uno de los pensamientos, sensaciones, sentimientos —ahí es en donde nace el sufrimiento. Pero después, incluso nuestro sufrimiento es parte de esa invitación a recordar. No queremos convertir ese sufrimiento en el enemigo a destruir. El sufrimiento es una invitación. Si podemos apreciarlo de esta forma, ¿sabes?

Cuando se está sufriendo, por supuesto que no se siente a veces como una invitación. Tal vez eso sea cierto. Sabes, hace varios años cuando estaba yo tan deprimido y no podía salir de la cama algunos días porque la vida me resultaba demasiado pesada, no lo sentía como una invitación. En retrospectiva, me doy cuenta que así era. Creo que en ese entonces, simplemente no podía darme cuenta. Veía el momento como algo con lo que tenía que luchar o algo de lo que tenía que escapar, en lugar de ver ese momento como algo para aceptar, abrazar y quedarme ahí. Así que siento que esta es nuestra aventura y nuestro reto. Y es nuestra invitación, a quedarnos, a quedarnos, a quedarnos. Es decir, en todo el sentido de la palabra quedarse. Reunirnos. Reunirnos con nosotros mismos, sin importar lo incómodo que se ponga todo, o qué tan intensas se pongan las olas porque podría haber oro en esas olas —sabes, para combinar algunas metáforas.
Si tan sólo nos podemos quedar con nuestra experiencia, incluso si hay la tentación de salir corriendo, el impulso es de huir —pero la invitación es a quedarse, quedarse con ese malestar. Quedarse en la confusión. Quedarse en la duda, porque puede que encontremos oro, podría haber polvo de oro dentro de esa duda. Podría haber oro en ese miedo. Podría haber oro en la tristeza, pero nunca lo sabrás si sales corriendo. Nunca lo sabrás. Y quién quiere —sabes, yo no quisiera morirme sin saberlo. Así que es esto realmente lo que comparto y sobre lo que hablo en mi libro y en mis reuniones y en los retiros, es este mantenerte en la vida y cómo nos reunimos con la vida, cómo nos quedamos con la vida, cómo le decimos Si a la vida.
Y tal vez, como sugiero en mi libro, tal vez ni se trate de preguntar cómo, tal vez ni siquiera tengamos que preguntarnos cómo me quedo. Tal vez ni siquiera se trate de una cuestión de cómo me reúno con la vida. Tal vez no sea cuestión de preguntarse cómo aceptar este momento. Tal vez, y a un nivel más profundo, este momento ya ha sido permitido. Tal vez aquello que somos ya ha permitido que esto sea así. Así que quizás no sea una cuestión de cómo. Tal vez el “cómo” se disuelva. Tal vez en ese quedarse con el malestar, el “cómo” quede a un lado, y finalmente nos reunamos con aquello que nunca fuimos capaces de reunirnos. Y tal vez podamos finalmente descansar, realmente, dentro de ese malestar. Podemos descansar en nuestro dolor. Podemos descansar en nuestra tristeza. Sin importar lo extraño y lo paradójico que suene, pero tal vez ahí sea ahí en donde verdaderamente se encuentra el descanso real, en ese sitio del que siempre quisimos huir. Tal vez es ahí en donde el verdadero descanso se está escondiendo, en el último lugar que buscaríamos. ¿Sabes?

Tami Simon: 
Debo decirte Jeff, me encantó escucharte. Me encanta charlar contigo y me siento honrada y muy agradecida de que “Sounds True” esté trabajando contigo y que hayamos podido publicar tu nuevo libro. Es maravilloso conocer a un joven, podríamos decir un maestro espiritual que está surgiendo y que aún no es tan conocido, con un trabajo que de verdad ayuda. Esto pone a la gente con los pies en la tierra y le llega hasta el corazón.

Así que quiero agradecerte y pronto tendremos otra conversación. Por el momento creo que es bueno que paremos aquí ¿Te parece?

Jeff Foster:
Muy bien, muchas gracias Tami. Es un verdadero placer reunirme contigo.

Tami Simon: 
Exacto. Se siente como una reunión. Hemos estado hablando con Jeff Foster. Autor de un nuevo libro que se llama “La Aceptación Profunda: Un Despertar Radical en la Vida Ordinaria” Jeff también ha creado junto con “Sounds True” una serie de aprendizaje de seis sesiones de audio llamada La Aceptación Profunda. 

Jeff, como siempre, fue maravilloso estar contigo. Lo has hecho realidad!

Jeff Foster: 
Gracias Tami.

Tami Simon: 

Desde Soundstrue.com, muchas voces. Un sólo camino. Gracias por escucharnos!