LA VALEROSA Y CONMOVEDORA HISTORIA DE MALALA YOUSAFZAI, PREMIO NOBEL DE LA PAZ 2014.
Adquirió renombre por defender el derecho a la educación de las mujeres en Pakistán y sufrir un feroz ataque en manos de un grupo talibán que la tuvo al borde de la muerte. Hoy vive en Inglaterra y asoma como una de las líderes políticas del futuro.
Con motivo de haber sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2014, otorgado por el Comité Nobel del Parlamento noruego, Infobae reproduce la reseña de la autobiografía de Malala Yousafzai, Yo soy Malala (I am Malala), publicada originalmente el 22 de noviembre de 2013.
La historia de Malala con sólo 15 años, en pleno Valle de Swat, al noroeste de Pakistán, es una de las tantas tragedias que sintetizan las profundas contradicciones que exhibe el mundo de hoy.
Para poder ir a la escuela, la niña paquistaní desafió a una de las milicias más crueles y violentas del mundo, que entre otras barbaries prohíbe la asistencia de las mujeres a clases. Hoy, con 16 años a cuestas, lanza su biografía y se instala como una de las líderes sociopolíticas jóvenes más inspiradoras e influyentes del mundo.
Un criminal ataque de bala en manos de un grupo talibán sorprendió a Malala cuando una mañana se dirigía a su escuela a estudiar; en contra de lo que exige el régimen extremista que prohíbe asistir a la escuela a las mujeres. El hecho generó en Pakistán y en el mundo entero el más feroz efecto boomerang: en vez de víctima Malala se convirtió en una heroína, en un símbolo. El destino quiso que esta niña en vez de vivir una vida como las de su edad, se haya transformado en una verdadera promesa política de futuro para su propia tierra.
El atentado talibán que intentó convertir a Malala en mártir; consiguió convertirla en un símbolo. Y todo comenzó por querer asistir a la escuela.
Hoy, a los 16 años, además de disertar en los foros internacionales más importantes del mundo, escribió junto a su padre, su gran mentor, Ziauddin Yousafzai, su biografía Yo soy Malala (I am Malala). El libro publicado por una editorial británica apunta a los 61 millones de niños que no pueden estudiar en el mundo entero.
Según la publicación digital norteamericana The Daily Beast, en la provincia de Malala en Pakistán, de los 700 mil niños que no reciben educación, 600 mil son niñas, a quienes se les seguirá negando el derecho a la educación mientras no se les proporcionen los recursos y la seguridad para asistir a clase.
Está claro que para la cultura talibán el lugar de la mujer se reduce a vivir casi ocultas dentro de las casas, a no poder salir solas a la calle, a transitar toda su vida con atuendos que las tapen casi por completo: rostro y cuerpo y a partir de los 18 años, entre otras cosas, a procrear.
ENTRE LA GLORIA Y LA MUERTE
El libro de Malala fue escrito en colaboración con la reconocida periodista inglesa Christina Lamb y también se ocupa de las desventuras de un pequeño país como Pakistán, que nació hace 66 años después de una sangrienta escisión religiosa de la India británica.
El libro abunda en la vida de Malala y en cómo llegó a convertirse en una de las mujeres más influyentes de este siglo a pesar de su juventud y de su propia tragedia.
La “estatura internacional” que logró Malala con sus ideas sobrepasó ampliamente su 1,50 metro de estatura real. Parecía un gigante en su último discurso que dio en la ONU hace pocos meses desde la misma tribuna que fue ocupada por los grandes líderes del mundo.
Por las redes la acusan de denigrar la historia del pueblo paquistaní y de recibir a cambio una vida de lujos en Europa. Actualmente la familia Yousafzai vive en la ciudad de Birmingham, Inglaterra, donde concurre Malala a la escuela.
Hasta allí llegó en realidad más por prescripción médica que por otra cosa. Fue sometida a varias cirugías de reconstrucción del cráneo para poder recuperarse del brutal ataque talibán.
Su madre no habla inglés, como sí lo hace ella y su padre. Ella misma dice extrañar mucho Pakistán y lamenta no haberse hecho muchas amigas. Aún le cuesta creer que en Inglaterra las mujeres se visten como quieren y pueden tener empleos como policías o guardias de seguridad.
Sin embargo, la contradicción se agiganta: mientras Occidente la aplaude y cobija cada vez más, en su país la silencian y el régimen talibán la amenaza sistemáticamente de muerte a Malala y su familia. La semana pasada el régimen anunció que aún no desestimó asesinar a Malala.
En una declaración que estremece, uno de los voceros del grupo talibán declaró a la cadena de noticias CNN la semana pasada que “si tenemos una nueva oportunidad definitivamente la mataremos y nos sentiremos orgullosos de eso”.
Malala, dos días después declaró a la misma cadena que cambió de idea: ahora no quiere ser más médica sino política. Y sueña ser electa algún día primera ministra de Pakistán, “así puedo invertir más dinero en educación”.
EL VALLE DE LA MUERTE
Cuando uno repasa la historia de Malala, no se puede creer que una sola niña haya transformado tanto las cosas en su país. Pero así fue. Y bien le vale el apodo de heroína. Se lo merece, por su valentía y convicciones.
En el valle de Swat, al noroeste de Paquistán donde la joven Malala nació hace 16 años, el nacimiento de los varones es celebrado y el de las niñas ocurre detrás de una cortina: en tiempos de cultura talibán el destino de las mujeres es la cocina y prepararse para tener hijos, preferentemente antes de los 18 años. Para la cultura occidental resulta imposible de creer pero ocurre en el mismo siglo XXI cuando el hombre explora cómo vivir y viajar en el espacio.
Malala Yousafzai comenzó a tener notoriedad cuando a los 13 años explicaba su vida bajo el régimen talibán en un blog para la BBC bajo un seudónimo. Luego, en 2009, participó, junto a su padre, en un documental (“Pérdida de clases, la muerte de la educación de la mujer”), que mostraba las dificultades que enfrentaban las mujeres para educarse en esas zonas.
En octubre de 2012 fue víctima del atentado talibán que casi le cuesta la vida. Malala estuvo internada en el Hospital Reina Isabel de Birmingham, en Inglaterra, hasta el 4 de enero de 2013, cuando le dieron de alta, luego de numerosas cirugías de cráneo y de recibir una placa de titanio en el cerebro y un dispositivo auditivo.
En su nombre tal vez ya se encerraba parte de su destino, Malala quiere decir “embargada o tomada por la tristeza”. Es la hija mayor de la familia Yousafzai.
Malala sobrevivió y su caso tuvo repercusión internacional en todos los foros y los medios del mundo, a favor de su recuperación. No sólo logró cambiar con su caso el curso de la historia, sino que también se convirtió en la portavoz mundial de los derechos de las mujeres y el acceso a la educación de las niñas de la zona de Pakistán y Afganistán.
SU INFANCIA
La infancia de Malala apuntaba a ser una más entre la de tantas niñas en Pakistán a las que les roban la posibilidad de encontrar un mundo mejor a través del acceso a la educación. La dictadura salvaje talibán conduce el destino de su familia desde sus 10 años cuando el régimen ocupó su territorio. Salvo porque su padre Ziauddin, profesor de escuela, encontró en ella a su mejor alumna.
Así la impulsó a tomar hábitos diferentes al resto de las mujeres que no pueden participar de los debates, ni de discusiones sobre historia, política y economía. Su padre estimuló a Malala a interesarse por la física y la literatura. Lentamente empezó a tomar conciencia y a indignarse con las injusticias que impartía a los habitantes de Pakistán el grupo talibán. Por orden de la milicia fundamentalista, las escuelas femeninas fueron cerradas y las mujeres que caminaban solas por la calle eran asesinadas en las calles. La escuela en la que Malala estudiaba y de la que su padre era el dueño debió ser cerrada.
En enero de 2010 fue el último día de clases en la escuela de su padre. Ese mismo día se filmó un documental del diario The New York Times donde Malala declaraba que quería ser médica y que para eso debía seguir estudiando.
En mayo de 2010 corría el rumor de revueltas para expulsar al régimen talibán y más que nunca patrullaban amenazantes las calles. Malala ya era conocida por defender en foros internacionales vía internet, y sobre todo en los medios de comunicación, su posición pro derecho a estudiar de las mujeres, y comenzó a recibir amenazas de muerte. Cuando éstas se volvieron insoportables, su padre decidió que ella tenía que tomarse un tiempo para resguardarse y callar.
Malala se indignó aún más: y le dijo a su propio padre que fue él quien le enseñó a soñar y luchar por una vida mejor. Y porque así nuestra voz se va a multiplicar, aunque la muerte llegue.
La respuesta del régimen talibán a sus tribulaciones no se hizo esperar y allí ocurrieron los tres disparos contra su cabeza cuando Malala estaba adentro del micro que la llevaba a la escuela.
MÁS PREMIOS
Este año 2013 Malala fue nominada a recibir el premio Nobel de la Paz -la más joven hasta ahora nominada- y figura entre las 100 personas más influyentes, según la revista Time.
La joven paquistaní también recibió el Premio Nacional de la Paz en 2011, el Premio Simone de Beauvoir, en 2013, y recientemente el Premio Sájarov, ese mismo año, por su lucha por la educación de las mujeres en ese país.
Tanto Malala como su padre viven amenazados de muerte por el régimen Talibán. Ella dice que nunca pensó que los talibanes fueran capaces de agredir a una niña. “Me preocupaba más mi padre. Pero llegué a preguntarme ¿qué harías, Malala, si llegara un talibán? Lo golpearía con un zapato, pensé”, comentó la joven.
“Pero luego me dije, ‘si te encuentras con un talibán con el zapato en mano entonces no habrá ninguna diferencia entre tú y el talibán’, agregó Malala.
*Fuente, cortesia y autoria de la nota: infobae.com
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