"SER COMO EL RIO QUE FLUYE", PAULO COELHO
ELIGE LA MONTAÑA QUE DESEAS SUBIR. No te dejes llevar por
los comentarios de otros, como "aquella es más bonita", o "ésta
es más fácil". Vas a gastar mucha energía y mucho entusiasmo para lograr
tu objetivo, por lo que eres el único responsable y debes estar seguro de lo
que haces.
HAS DE SABER LLEGAR HASTA DELANTE DE ELLA. Muchas veces, se
ve la montaña desde lejos; bella, interesante, llena de desafíos, pero, cuando
intentamos aproximarnos, ¿Qué ocurre? Las carreteras la rodean, hay bosques
entre tú y tu objetivo, lo que parece claro en el mapa es difícil en la vida
real. Por tanto, prueba todos los caminos, los senderos, hasta que un día estés
delante de la cima que pretendes alcanzar.
APRENDE DE QUIEN YA CAMINO POR ALLI. Por más que te
consideres único, siempre hay alguien que tuvo ese mismo sueño antes y acabó
dejando marcas que pueden facilitar la caminata: lugares para colocar la
cuerda, senderos, ramas rotas, para agilizar la marcha. La caminata es tuya y
la responsabilidad también, pero no olvides que la experiencia ajena ayuda
mucho.
LOS PELIGROS, VISTOS DE CERCA, SON VENCIBLES. Cuando
empieces a subir la montaña de tus sueños, presta atención a tu alrededor. Hay
despeñaderos, claro. Hay grietas imperceptibles. Hay piedras tan pulidas por
las tormentas, que se vuelven escurridizas como el hielo, pero, si sabes dónde
colocar el pie, notarás las trampas y sabrás rodearlas.
EL PAISAJE CAMBIA, ASÍ QUE APROVÉCHALO. Claro que es
necesario tener un objetivo fijado: llegar a lo alto, pero, a medida que se va
subiendo, se pueden ver más cosas y no cuesta nada parar de vez en cuando y
disfrutar un poco del panorama circundante. A cada metro conquistado, puedes
ver un poco más lejos: aprovéchalo para descubrir cosas que aún no habías
advertido.
RESPETA TU CUERPO. Solo consigue subir una montaña quien
presta al cuerpo la atención que merece. Tienes todo el tiempo que la vida te
da, por lo que debes caminar sin exigir lo que se te puede dar. Si andas
demasiado deprisa, acabaras cansado y desistirás a la mitad. Si andas muy
despacio, puede caer la noche y estarás perdido. Aprovecha el paisaje, disfruta
del agua fresca de los manantiales y de las frutas que la naturaleza te da,
generosa, pero sigue andando.
RESPETA TU ALMA. No te repitas todo el tiempo: “voy a
conseguirlo”. Tu alma ya lo sabe, lo que ésta necesita es usar la larga
caminata para poder crecer, extenderse por el horizonte, alcanzar el cielo. Una
obsesión no ayuda nada a la búsqueda de tu objetivo y acaba privándote del
placer de la escalada, pero atención: tampoco te repitas “es más difícil de lo
que pensaba”, porque eso te hará perder la fuerza interior.
PREPÁRATE PARA CAMINAR UN KILÓMETRO DE MÁS. El recorrido
hasta la cima de la montaña es siempre mayor de lo que piensas. No te engañes,
ha de llegar el momento en que lo que parecía cerca esté aún muy lejos, pero,
como estás dispuesto a llegar lejos, eso no llega a ser un problema.
ALEGRATE CUANDO LLEGUES A LA CUMBRE. Llora, da palmas, grita
a los cuatro vientos que lo has conseguido, deja que el viento allí arriba
(porque allí, en la cima, siempre sopla viento) purifique tu mente, refresque
tus pies sudados y cansados, abra tus ojos, limpie el polvo de tu corazón. Qué
bien: lo que antes era sólo un sueño, una visión distante, ahora es parte de tu
vida, lo has conseguido.
HAZ UNA PROMESA. Aprovecha que has descubierto una fuerza
que ni siquiera conocías y dite que a partir de ahora la usaras durante el
resto de tus días. De preferencia, promete también descubrir otra montaña y
partir hacia una nueva aventura.
CUENTA TU HISTORIA. Sí, cuenta tu historia. Da tu ejemplo.
Di a todos que es posible y otras personas sentirán entonces el valor para
afrontar sus propias montañas.