Bienvenido seas a este espacio para el reencuentro del ser. Nada es casualidad, no hay accidentes en el mundo de la voluntad. Por eso celebro y bendigo esta magica sincronia, y elijo creer que el universo nos permitió crear este lazo. Es hora de despertar, las energías del viejo mundo han quedado atrás y el Nuevo Mundo te exige vivir en conciencia, armonia y amor. Que fluya el conocimiento! Que es la llave de la libertad!
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domingo, 8 de diciembre de 2013
VIDAS PASADAS Y EL KARMA
VIDAS PASADAS Y EL KARMA
La ley del karma es un ejemplo especial de la ley de causa y efecto que establece que nuestras acciones físicas, verbales y mentales son causas, y nuestras experiencias son sus efectos. La ley del karma enseña por qué cada individuo posee una disposición mental, una apariencia física y unas experiencias únicas. Estas son los efectos de las incontables acciones que cada uno ha realizado en el pasado. Puesto que no hay dos personas que hayan realizado las mismas acciones en vidas pasadas, nadie puede tener los mismos estados mentales, experiencias y apariencia física que otro. Cada ser posee su propio karma individual. Algunas personas disfrutan de buena salud y otras sufren enfermedades sin cesar. Unas tienen un físico atractivo y otras no. Algunas siempre están alegres y se conforman con poco, mientras que otras suelen estar de mal humor y nunca están satisfechas. Algunas personas entienden con facilidad el significado de las enseñanzas espirituales, pero otras las encuentran difíciles y oscuras.
La palabra karma significa 'acción' y se refiere principalmente a nuestras acciones físicas, verbales y mentales. Las acciones que efectuamos dejan huellas o impresiones en nuestra mente muy sutil que, con el tiempo, producen sus correspondientes resultados. Nuestra mente es comparable a un campo de siembra, y las acciones que cometemos, a las semillas que en él se plantan. Las acciones virtuosas son las semillas de nuestra felicidad futura, y las perjudiciales, las de nuestro sufrimiento. Estas semillas permanecen ocultas en nuestra mente hasta que producen su efecto, cuando se reúnen las condiciones necesarias para su germinación. Además, desde que se realiza la acción original hasta que maduran sus consecuencias, pueden transcurrir varias vidas.
Como resultado de nuestras acciones o karma, renacemos en este mundo impuro y contaminado y tenemos problemas y dificultades sin cesar. Nuestras acciones son impuras porque nuestra mente está contaminada por el veneno interno del aferramiento propio. Esta es la razón principal por la que experimentamos sufrimiento. Este es producido por nuestras propias acciones o karma y no es un castigo impuesto por nadie. Sufrimos porque hemos cometido numerosas acciones perjudiciales en vidas pasadas. El origen de estas malas acciones son nuestras propias perturbaciones mentales, como el odio, el apego y la ignorancia del aferramiento propio.
Cuando hayamos eliminado de nuestra mente el aferramiento propio y demás engaños, nuestras acciones serán puras. Como resultado de estas acciones, nuestras experiencias, nuestro mundo, cuerpo y disfrutes, y los seres que nos rodean, también serán puros. No quedará ni el menor rastro de sufrimiento, impureza ni dificultades. De esta manera, encontraremos la verdadera felicidad en nuestra mente.
Por cada acción que realizamos, experimentamos un efecto similar. Cuando un granjero planta semillas de una planta medicinal, brotará esta planta y no una venenosa; y si no siembra nada, no recogerá ninguna cosecha. Del mismo modo, si realizamos acciones virtuosas, disfrutaremos de felicidad; si cometemos acciones perjudiciales, experimentaremos sufrimiento; y si realizamos acciones neutras, los resultados serán neutros.
Por ejemplo, si padecemos enfermedades mentales es porque en el pasado hemos molestado a los demás, y si tenemos una enfermedad física es porque los hemos maltratado o herido con un arma, administrado medicinas equivocadas u ofrecido alimentos venenosos. Si no hemos creado la causa kármica para enfermar, es imposible hacerlo aunque estemos en medio de una epidemia que esté causando estragos a nuestro alrededor. Aquellos que han alcanzado el nirvana, por ejemplo, no experimentan sufrimiento físico ni mental porque han dejado de cometer acciones perjudiciales y han eliminado sus potenciales, la causa principal del sufrimiento.
La causa principal de la pobreza es robar. Las causas principales de estar oprimidos son haber tratado con orgullo a personas de posición inferior a la nuestra, haberlos maltratado o exigido sus servicios, o haber despreciado a los demás en lugar de amarlos y haber sido bondadosos con ellos. Las causas principales del sufrimiento de tener que separarnos de nuestros familiares y amigos son acciones como seducir a la pareja de otra persona o poner a sus amigos o trabajadores en su contra.
Por lo general, pensamos que nuestros problemas son causados por las circunstancias propias de la vida. Puesto que de este modo no es posible entender la verdadera razón de nuestras desgracias, a menudo pensamos que no nos las merecemos y que vivimos en un mundo injusto. En realidad, la mayoría de nuestras experiencias son el resultado de acciones que cometimos en vidas pasadas.
La siguiente historia extraída de las escrituras budistas nos ayudará a comprender que nuestras experiencias tienen su origen en vidas pasadas, y que los resultados de nuestras acciones van aumentando con el tiempo, al igual que una pequeña semilla se convierte en un gran árbol. Había una vez una monja llamada Upala que antes de su ordenación había experimentado mucho sufrimiento. Se casó tres veces, pero todos sus maridos e hijos habían fallecido de manera violenta y sus padres también murieron en un incendio. Después de sufrir tantas desgracias, Upala generó un intenso deseo de liberarse del sufrimiento y le contó a Buda su triste historia. Este le explicó que en su vida anterior había sido una de las mujeres de un rey y que debido a sus celos había interferido en las relaciones de este con las demás. Estos celos eran la causa de sus calamidades. A continuación, Buda le enseñó cómo purificar la mente y, gracias a que practicó con sinceridad sus instrucciones, alcanzó el nirvana en esa misma vida.
Si reconocemos que es inevitable que nuestras acciones produzcan resultados y que estos se incrementan, tomaremos la resolución de abandonar hasta la más pequeña acción negativa y practicar la virtud. Para consolidar nuestra decisión, meditamos en ella sin distracciones. Si podemos recordarla en todo momento, nuestras acciones físicas, verbales y mentales serán cada vez más puras y finalmente dejaremos de crear causas para padecer sufrimiento en el futuro.
Acciones siempre tienen resultados
Si no realizamos una determinada acción, no experimentaremos su resultado. Cuando los soldados van a la guerra, unos mueren y otros sobreviven. Estos últimos no se salvan debido a su valentía, sino porque no han creado la causa de perder la vida en esa guerra. En la prensa podemos encontrar a diario numerosos relatos similares. Cuando un terrorista pone una bomba en un edificio, unos mueren y otros resultan ilesos aunque hayan estado cerca de la explosión. En los accidentes aéreos o cuando un volcán entra en erupción, unas personas mueren y otras escapan de manera milagrosa. En estos casos, los mismos supervivientes se sorprenden de haberse librado de la muerte, mientras que otras personas que estaban a su lado habían perecido.
Las acciones de los seres sintientes nunca se pierden aunque pase mucho tiempo antes de experimentar sus resultados. Las acciones no se desvanecen por sí mismas ni las podemos traspasar a otros, intentando evadir nuestra responsabilidad. Aunque las intenciones que iniciaron nuestras acciones pasadas han cesado, los potenciales que dejaron en nuestra mente no desaparecerán hasta su maduración. La única manera de eliminar los potenciales perjudiciales antes de que maduren en forma de sufrimiento es practicar la purificación por medio de los cuatro poderes oponentes.
Por desgracia, resulta fácil perder nuestros potenciales virtuosos, puesto que si no dedicamos nuestras buenas acciones, pueden ser destruidos en un solo instante de odio. Nuestra mente es como un gran cofre, y nuestras acciones virtuosas, como joyas preciosas. Si no las protegemos con oraciones de dedicación, cuando nos enfademos será como mostrar nuestro tesoro a un ladrón.
Clases de acciones
Aunque hay innumerables acciones físicas, verbales y mentales, todas pueden incluirse en tres: virtuosas, perjudiciales y neutras. Las prácticas de la generosidad, la disciplina moral, la paciencia, el esfuerzo en el adiestramiento espiritual, la concentración y la sabiduría son ejemplos de acciones virtuosas. Matar, robar, mantener una conducta sexual incorrecta, mentir, causar desunión con la palabra, pronunciar palabras ofensivas, chismorrear, la codicia, la malicia y sostener teorías erróneas son acciones perjudiciales. Las tres primeras son físicas, las cuatro siguientes, verbales, y las tres últimas, mentales. Además de estas diez acciones perjudiciales, hay otras, como maltratar o torturar a los demás. Cada día también realizamos numerosas acciones neutras. Cuando vamos de compras, cocinamos, comemos, dormimos o descansamos sin ninguna intención en particular, estamos realizando esta última clase de acciones.
Todas las acciones perjudiciales son contaminadas porque están motivadas por los engaños, en particular, la ignorancia del aferramiento propio, y lo mismo ocurre con la mayoría de nuestras acciones virtuosas y neutras. Cuando, por ejemplo, nos adiestramos en la disciplina moral, nos aferramos a un yo con existencia inherente que la practica, por lo que esta virtud sigue siendo contaminada.
Nos aferramos a un yo y un mío con existencia inherente en todo momento, día y noche. Esta mente es la ignorancia del aferramiento propio. Cuando estamos avergonzados o atemorizados, nos enfadamos o nos sentimos orgullosos, nuestro sentido del yo aumenta. El yo al que nos aferramos en estas situaciones es el yo con existencia inherente. Incluso cuando estamos relajados y tranquilos, seguimos aferrándonos a este yo, aunque con menor intensidad. Esta mente de aferramiento propio es el origen de las demás perturbaciones mentales y la causa de nuestros problemas. Para liberarnos de ellos debemos comprender que el yo con existencia inherente al que nos aferramos con tanta intensidad no existe en absoluto, nunca lo ha hecho y nunca lo hará. No es más que una mera invención de nuestra ignorancia del aferramiento propio.
Fuente y creditos de la nota: http://www.introduccionalbudismo.com/
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