La mente es como un jardín que puede ser inteligentemente
cultivado o abandonarse y llenarse de hierbas y maleza. Sin embargo, ya sea que
esté cultivado o descuidado, siempre está destinado a producir algo. Si no se
siembran semillas útiles, entonces caerán, crecerán y se reproducirán en
abundancia semillas de maleza.
Al igual que un jardinero cultiva su parcela manteniéndola
libre de maleza, sembrando las flores y frutos que desea, así también todos
debemos atender el jardín de nuestra mente, limpiándolo de pensamientos
dañinos, inútiles e impuros, y cultivando los frutos de pensamientos correctos,
útiles y puros.
Siguiendo este proceso, tarde o temprano descubrimos que
somos los jardineros de nuestro espíritu, reconocemos las faltas en nuestra
manera de pensar, captamos cada vez con mayor precisión, cómo nuestros
pensamientos se encargan de moldear nuestro carácter, nuestras circunstancias y
nuestro destino.
El pensamiento y el carácter son uno solo, ya que este
último es la sumatoria de nuestros pensamientos dominantes. Puesto que el
carácter de una persona se revela y manifiesta en sus circunstancias, es
posible afirmar que el entorno de cada uno siempre estará en armonía con su
estado interior. Esto no significa que las circunstancias de una persona en un
momento dado sean un indicador de la totalidad de su carácter, sino que algunas
de ellas están íntimamente conectadas con algún elemento vital de su
pensamiento, el cual ha sido el causante de dichas circunstancias.
Cada persona está donde está por decisión propia…..Los
pensamientos que han moldeado su carácter la han llevado allí. Esto es válido
tanto para aquellos que se sienten decepcionados con el mundo que los rodea
como para quienes están satisfechos con él.
En el proceso del desarrollo humano, cada circunstancia que
enfrentamos trae consigo una enseñanza y una lección que debemos aprender; una
vez que la hemos aprendido, ésta termina y da lugar a otras circunstancias.
James Allen nos recuerda lo siguiente:"La persona que
piensa que su vida es el resultado de condiciones externas, suele ser víctima
de ellas. No obstante, cuando crea conciencia del poder creativo que reside
dentro de ella, y entiende que es allí donde se encuentran tanto las semillas,
como la tierra que da fruto a tales circunstancias, sólo entonces se convierte
en la dueña y señora de sus pensamientos.
La persona que por algún tiempo ha practicado el autocontrol
sabe que las circunstancias nacen de los pensamientos; es consciente de que en
la medida en que cambie su estado mental y su manera de pensar, cambian sus
circunstancias. De igual manera, quien se dedica a corregir los defectos de su
carácter con tenacidad, comienza a ver progreso rápido en su manera de pensar y
actuar.
Siempre atraeremos aquello que ya se encuentra dentro de
nosotros; tanto lo que amamos como lo que tememos. Inequívocamente, el ser
humano siempre alcanza la cúspide de sus más preciadas aspiraciones, o cae al
nivel de sus más indignos deseos. Las circunstancias son simplemente los medios
mediante los cuales recibimos aquello que merecemos o que creemos merecer.
Cada semilla de pensamiento que sembramos y permitimos que
eche raíces y crezca en nuestra mente, produce aquello que constituye su
esencia, florece y, tarde o temprano, produce sus propios frutos de oportunidad
y circunstancias.
Buenos pensamientos producen buenos frutos, malos
pensamientos dan malos frutos.
El mundo de las circunstancias exteriores toma forma en el
mundo interno de los pensamientos, y todas las condiciones externas, agradables
y desagradables, son factores que finalmente existen para qué el ser humano
aprenda, tanto de sus logros como de sus sufrimientos.Siguiendo sus más
profundos deseos, aspiraciones y pensamientos dominantes -ya sean visiones
engañosas, viciadas por la imaginación, o caminos de elevadas aspiraciones- el
ser humano finalmente recibe por completo los frutos de dichos pensamientos en
la clase de vida que termina viviendo.
Una persona no acaba en la cárcel debido a la tiranía del
destino o a la injusticia de las circunstancias, sino como resultado del camino
y los deseos que ha elegido perseguir. Una persona de pensamientos nobles y
puros no cae en el crimen de repente, a causa de las presiones o circunstancias
externas que le puedan rodear. Lo cierto es que estos pensamientos criminales,
seguramente han sido secretamente albergados en el corazón, y la ocasión
propicia simplemente se ha encargado de revelarlos.
Las circunstancias no hacen a la persona; ellas simplemente
la revelan a sí misma.
No pueden existir condiciones que nos hagan descender en el
vicio, a menos que existan inclinaciones viciosas previas; o ascender en la
virtud y la felicidad sin haber cultivado continuamente aspiraciones virtuosas.
Por lo tanto, como amos y señores de nuestros pensamientos, somos los
arquitectos y constructores de nuestro propio destino.
Las personas no atraen hacia ellas aquello que quieren, sino
aquello que son. Sus caprichos, gustos y ambiciones suelen ser pasajeros y
pronto desaparecen, pero sus más íntimos pensamientos y deseos -buenos o malos-
se alimentan de sí mismos. Nuestros pensamientos y nuestros actos son, o los
carceleros que nos condenan a una vida de mediocridad, o los redentores que nos
liberan y nos empoderan.
Nunca obtendremos aquello que deseamos, ni pedimos, sino
aquello que merecemos. Los deseos y oraciones sólo son gratificados y atendidos
cuando armonizan con los pensamientos y las acciones.
A la luz de esta verdad, ¿cuál es entonces el significado de
aquella frase que dice que estamos luchando contra las circunstancias?
Significa que absurdamente, el ser humano parece estar siempre luchando contra
un efecto que no desea ver en su vida, mientras todo el tiempo está alimentando
y preservando la causa que genera dicho efecto en su corazón.
Y esta causa puede ser un vicio consciente o una debilidad
inconsciente; pero cualquiera que sea, retarda o anula nuestros esfuerzos y
clama por una cura.
Desgraciadamente, muchas personas están ansiosas de mejorar
sus circunstancias, pero no están dispuestas a mejorarse a sí mismas; por eso
permanecen atadas al pasado del cual quieren escapar.
Quienes entienden y reconocen su necesidad de crecer y
mejorar siempre alcanzarán los objetivos que su corazón les haya trazado. Pero
para eso, deben estar preparados para realizar grandes sacrificios personales
antes que puedan lograr su objetivo, entendiendo que el precio del éxito no es
negociable. Y una vez han comenzado a transitar su camino, descubrirán la
presencia de esa gran ley que es absolutamente justa, y que no retorna mal a
quien hace el bien, ni premia con el bien a quien mal actúa.
Una vez que sabemos esto, entendemos que nuestra vida se
desarrolla, y siempre se desarrolló, con justicia, y que toda experiencia
pasada, buena o mala, ha sido siempre el resultado de este proceso de
crecimiento.
Buenos pensamientos y acciones jamás pueden producir malos
resultados; malos pensamientos y acciones no pueden jamás producir buenos
resultados.
Esto no es otra cosa que afirmar que al sembrar trigo, lo
único que podemos cosechar es trigo; si sembramos ortigas cosecharemos
ortigas.Es fácil entender esta ley en el mundo natural, pero muchas personas se
rehúsan a entender que funciona de igual manera con nuestros pensamientos y
actitudes; por esta razón, actuamos de manera inconsistente con ella. El
sufrimiento siempre es el efecto de los pensamientos equivocados en alguna
dirección; es indicador de que el individuo está fuera de armonía consigo
mismo, con la ley de su ser.
Al igual que el tratamiento de una herida o infección
produce dolor y sufrimiento temporal antes de producir el alivio deseado, el
único uso del sufrimiento es purificar y sanear todo aquello que es inútil e
impuro. Sin embargo, una vez que se ha llegado a ese punto, el sufrimiento cesa.
Las circunstancias por las que los seres humanos sufren son
el resultado de su propia falta de armonía en su manera de pensar, y aquellas
que le traen paz y felicidad son el producto de una vida armónica.
Este estado
de felicidad y paz, y no las posesiones materiales, es la medida del
pensamiento correcto; la infelicidad, no la falta de posesiones materiales, es
la medida del pensamiento errado.Una persona puede ser desgraciada y ser rica
en posesiones materiales, o puede tener pocas posesiones y gozar de una gran
paz interior. La felicidad y la riqueza sólo se juntan cuando la riqueza se
emplea correctamente y con sabiduría. La persona pobre sólo desciende a la
miseria cuando considera su destino como una carga injustamente impuesta. Una
persona no puede ser feliz, saludable y próspera hasta que no entienda que la
felicidad, la salud y la prosperidad son el resultado de la armonía entre su
mundo interno y externo".
*Fuente, cortesia y autoria de la nota: Camilo Cruz, (La Ley de la Atracción).
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