Una pequeña ave, muy pequeñita, fue al río, mojó sus alas y
regresó sobre el gran incendio, y las empezó a agitar para apagarlo; y volvía a
regresar y volvía a ir una y otra vez.
Los dioses que la observaban, sorprendidos la mandaron a
llamar y le dijeron:
- Oye, ¿Por qué estás haciendo eso? ¿Cómo es posible? ¿Cómo
crees que con esas gotitas de agua puedas tú apagar un incendio de tales
dimensiones? Date cuenta: No lo vas a lograr.
Y el ave humildemente contestó:
- El bosque me ha dado tanto, le amo tanto… Yo nací en él,
este bosque me ha enseñado la naturaleza. Este bosque me ha dado todo lo que
soy. Este bosque es mi origen y mi hogar, y me voy a morir lanzando gotitas de
amor, aunque no lo pueda apagar.
Los dioses entendieron lo que hacía la pequeña ave y le
ayudaron a apagar el incendio.
Cada gotita de agua apacigua un incendio. Para cada acción
que emprendamos con amor y entusiasmo, su reflejo será un mejor mañana.
No
subestimes las gotas, porque millones de ellas forman un océano. Todo acto que
realizamos con amor, regresa a nosotros… multiplicado.
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