Nuestra alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por razones muy precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para sanar una serie de heridas, y así integrar la personalidad con el alma. Venimos a aprender a aceptar y amar incondicionalmente partes de nosotros que hasta ahora han vivido ignoradas y con miedo. Somos atraídos hacia padres con heridas como las nuestras para recordarnos qué hemos venido a amar.
Aprender a aceptar nuestras heridas es aprender a ser responsables y a amarnos incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y la sanación del alma.
¿Te has dado cuenta que cuando acusas a alguien de algo, esa persona te acusa a ti de lo mismo?. Verifícalo con la otra persona, y aparte de sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios.
No aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada. Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa que, como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana para espiritualizar la materia, nos permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la materia.
La sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El perdón hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana, y para eso hay que aceptar que uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre, y aceptar que ha acusado a otros de hacer lo que uno mismo hace a los demás. En el fondo, todos somos humanos, y aceptar nuestras limitaciones es lo que nos hace humildes y nos permite descubrir nuestra herencia divina.
Las cinco heridas del alma más comunes son:
- El rechazo
- El abandono
- La humillación
- La traición
- La injusticia
Aqui se explican en detalle estas cinco heridas del alma:
RECHAZO-RETRAIMIENTO
Rechazar alguien es repelerlo, echarlo. La persona que nos
rechaza nos dice “no te quiero a mi lado”. La persona que nos abandona dice “no
puedo tenerte conmigo”, y nos deja para ir en busca de algo o de alguien. Hay
que tener clara la diferencia entre rechazo y abandono.
La herida del rechazo es muy profunda, pues hace sentir a uno que su “derecho a
existir” está siendo rechazado. Un ejemplo claro son los bebés que no son
bienvenidos al tenerse por accidente. La herida se activa sobretodo en la
relación con el padre del mismo sexo. Es del todo humano pues, que no aceptes o
odies al padre que tiene el mismo sexo que tu. No significa que tu padre te
rechazara. Significa que tu interpretaste una o varias experiencias como si
fueran un rechazo de tu persona. Otra persona lo podría haber vivido como una
humillación.
Piensa que cuando un padre no se acepta sí mismo/a (se rechaza) y tiene un hijo
del mismo sexo, es normal y humano que inconscientemente rechaze a ese hijo,
pues constantemente le recuerda su propio auto-rechazo.
Si sufres de la herida del rechazo, la no aceptación del padre del mismo sexo
explica las dificultades que tienes en aceptarte y amarte a ti mismo/a.
El padre del mismo sexo nos enseña a amar, a dar amor. El padre del sexo
contrario nos enseña a ser amados, a recibir amor.
La persona con esta herida tiene ganas de desaparecer. No quiere ocupar su
espacio en la vida por miedo a ser rechazado. La máscara tras la cual se
esconde esta herida se llama “retraimiento”, “retirada” o withdrawal en inglés.
Sus cuerpos casi no tienen carne en los huesos, indicando que quieren
desaparecer. Son personas que se cuestionan su derecho a existir, y parecen que
no están totalmente encarnadas o enraizadas en sus cuerpos.
Los niños que construyen la máscara de retirada para no sentir el rechazo, son
niños que viven en un mundo imaginario, son niños calmados que no hacen
demasiado ruido y pasan desapercibidos. Sus cuerpos parecen frágiles, y eso
hace que la madre sobreproteja al niño. Los niños sobreprotegidos se sienten
sofocados por la madre; se sienten rechazados por no ser aceptados con sus
limitaciones, tal y como son.
La persona que sufre el rechazo vive separada del mundo material, incluso de su
instinto sexual. Suele atraer parejas que le rechaza sexualmente, o simplemente
decide cortar su sexualidad por considerarlo “poco espiritual”.
Los retraidos creen que no tienen ningún valor. Por eso intentarán ser
perfectos, para merecer ese valor que sienten que les falta. Un hombre que diga
“a los ojos de mi padre no soy nadie, y no hago nada bien” intentará ser
perfecto (con todo el sufrimiento que conlleva tal exigencia) para ganarse algo
de auto-valoración. Para ellos, ser juzgados por lo que hacen es igual a ser
rechazados. Quieren hacerlo todo tan perfecto que les toma más tiempo de lo
normal.
Los retraidos no sabrían qué hacer si reciben demasiada atención. Es como si su
existencia fuera demasiada para ellos mismos. Por eso prefieren estar solos. Al
aislarse lo que hacen es sentirse más y más marginados o rechazados.
Los retraidos se angustian cuando piensan que han podido rechazar algo o
alguien (especialmente del sexo opuesto). Si tienes miedo a rechazar alguien,
probablemente terminarás haciendolo. Cuanto más miedo tenemos, más
probabilidades hay que ese algo se materialice.
Los retraídos se comparan con otros, y siempre se encuentran con menos valía
que los demás. Les cuesta creer que alguien se pueda fijar en ellos e incluso
enamorarse de ellos. Normalmente sabotean sus éxitos, pues no se sienten
merecedores. Si sienten que acaparan demasiado espacio o atención, se bloquean
pensando que están molestando a los demás, y temen ser rechazados. La parálisis
ocurre sobretodo con gente del mismo sexo.
Si alguien les interrumpe cuando hablan, pensarán que es porque “no son
suficientemente importantes”, y dejarán de hablar. Si interrumpes a alguien que
no sufre de la herida del rechazo, pensará que “lo que dice no es importante”,
pero él sigue siendo igual de importante que antes. Los retraidos tienen miedo
a dar su opinión si no se les pregunta, por miedo a confrontar a los demás, y
exponerse a un rechazo. Tienen miedo a molestar a los demás. Se ocultan tras la
máscara de la “vergüenza” y les impide mostrarse y ocupar su lugar.
Sus ojos esconden miedo. Pueden tener problemas de memoria debido a ese miedo
tan profundo. Para retirarse más acuden a veces a las drogas y al alchool. No
se permiten ser niños, se fuerzan a madurar rápido pensando que así serán menos
vulnerables al rechazo. Por eso parte de su cuerpo parece a la de un niño. Como
tienen dificultad para reconocerse como “alguien”, a menudo tratan de llegar a
ser como otra persona.
Si no se dan permiso para odiar al padre del mismo sexo, su rechazo no aceptado
puede conducirles al cáncer, una enfermedad asociada con el resentimiento que
se sufre en aislamiento.
Si reconoces que sufres de la herida del rechazo, es muy probable que el padre
de igual sexo que tu también la sufra, y no sólo se haya sentido rechazado por
su padre del mismo sexo, sino que se sienta rechazado por ti.
Acusamos a otros por todo lo que hacemos nosotros pero no queremos ver. Por eso
atraemos personas que nos muestran qué hacemos a los demás o a nosotros mismos.
Una vez la herida está sanada, detrás de esa máscara de
retraimiento se encuentran personas:
- Con muchos recursos, dotados para lo creativo y la imaginación.
- Capaces de trabajar solos.
- Eficientes y con capacidad para tratar el mínimo detalle.
- Capaces de actuar en casos de emergencia.
- Pueden ser felices solos.
ABANDONO-DEPENDENCIA
La herida del abandono se siente más al nivel del “hacer y
tener” que en el nivel del “ser” (como es el caso de la herida del rechazo).
Situaciones que pueden despertar la herida del abandono son:
- La madre debe ocuparse de su recién nacido bebé. El otro hijo puede sentirse
abandonado.
- Si los padres trabajan todo el día y no tienen tiempo para los niños, pueden
sentirse abandonados.
- Si el niño tiene que estar en cama en el hospital sin entender qué le ocurre,
puede sentirse abandonado.
- Si el niño debe quedarse en casa de su tia durante unas cortas vacaciones,
puede sentirse abandonado.
Normalmente la herida del abandono se reaviva con el padre de sexo opuesto.
Normalmente quien sufre de abandono también sufre de rechazo (con el padre del
mismo sexo). Mientras sigamos estando resentidos con alguno de nuestros padres,
tendremos dificultades con las personas del mismo sexo que nuestro padre a
quien no hemos perdonado. Para perdonar, no hay nada mejor que comprender que
él/ella son también víctimas de sus padres, y que les acusamos de algo que
nosotros mismos hacemos a ellos.
Quien sufre de abandono siente que no tiene suficiente alimento afectivo. Para
no sentir esa carencia afectiva, se construyen la máscara de la dependencia.
Los dependientes piensan que nunca serán capaces de valerse por sí mismos, y
que necesitan a alguien a quien apoyarse. Algunas partes de su cuerpo se
muestran flácidas o sin tono muscular, como si no pudieran aguantarse solas.
Los dependientes tienden a adoptar el papel de víctima. Atraen problemas para
atraer la atención de los demás. Pero la atención de los demás nunca es
suficiente para ellos. Sueñan en destacar o tener papeles “estrella” ante
grandes audiencias. Su necesidad de atención es insaciable, por eso cuando
comen no ganan peso, pues hay en ellos una creencia profunda que dice que “nada
es suficiente”.
A los que adoptan el papel de víctima les suele gustar adoptar el papel de
salvador. Jugarán el papel de “padre o madre” con sus hermanos o tratarán de
salvar alguien a quien aman y que está en dificultades. Hacen para los demás
para sentirse importantes, y esperan afecto a cambio. Asumen responsabilidades
que no les corresponden, y sufren por los demás, dependiendo su felicidad de la
felicidad del otro. Su gran abertura del plexo solar (empatía) no es sana para
ellos ni para los demás.
Creen que si logran hacerlo todo bien solos, nadie se ocupará de ellos en el
futuro, y para tratar de evitar ese posible aislamiento, buscan alguien con
quien sentirse apoyados para realizar sus proyectos.
Los dependientes tienen muchos altos y bajos. Su gran miedo a estar solo es lo
que genera esas subidas y bajadas de humor. Pueden aguantar lo inaguantable con
una pareja para no sentirse solos. Viven en la esperanza emocional de que en el
futuro las cosas pueden cambiar. Tiene problemas con la palabra “dejar”. Si
alguien les dice “te tengo que dejar, tengo que irme”, se sentirán heridos.
Tienen dificultades en dejar una situación, persona o lugar.
La emoción más intensa que siente un dependiente es la tristeza. Buscan la
compañía de los demás para no sentir esa tristeza. Pueden usar el sexo para
sentirse próximas a la otra persona.
Tienen miedo de todas las formas de autoridad, pues piensan que alguien
autoritario es frio y no va a cuidarse de ellos. Por eso los dependientes son
cálidos con los otros.
Temen recibir demasiada atención de los demás, por miedo a sentir emociones
demasiado profundas de abandono. Tan pronto la relación se vuelve intensa,
buscan una manera de hacer que acabe. Necesitan atención de su pareja, pero no
dan al otro lo que le piden. Si el dependiente quiere tomarse un rato para leer
a solas, todo está bien. Pero si es la pareja quien decide tomarse un rato para
leer a solas, se lo toman como si no fueran importantes para ser tomados en
cuenta.
Pueden acusar a Dios de abandonarles en la vida. No se dan cuenta con qué
frecuencia ellos mismos decepcionan a los demás, o con qué facilidad abandonan
proyectos sin acabar.
Cuando se dan cuenta del problema que trae su dependencia, en lugar de
aceptarla, intentan ser independientes. Muchos que tienen la herida del
abandono no quieren ver su dependencia, y se creen los más independientes. La
autonomía es sana, no la independencia.
-Humillacion--Masoquismo emocional y mental.
La herida de la humillación se despierta en el niño cuando
este siente que alguno de sus padres (indistinto el sexo) se siente avergonzado
de él, o tiene miedo que se pueda sentir avergonzado porque se ha ensuciado,
porque no guarda las formas sociales, o porque va mal vestido, etc. El niño se
siente degradado, comparado, mortificado o avergonzado a nivel físico de
“hacer” o “tener”. Uno puede sentirse culpable sin sentirse avergonzado, pero
quien se siente avergonzado también se siente culpable.
Sentimos culpa cuando juzgamos que la cosa que hicimos (o no hicimos) está mal
hecha. Sentimos vergüenza cuando consideramos que nosotros somos malos por
hacer o no hacer algo.
Normalmente la herida se activa con la madre, pero puede activarse con el padre
si este era quien “controlaba” al niño y hacía el papel de madre, enseñandole
como comer correctamente, cómo estar limpio, etc.
La humillación se despierta por ejemplo, cuando el niño escucha a su madre
contando a su padre lo que ha hecho el niño. O cuando la madre descubre al niño
tocandose los genitales y le grita: “no te da vergüenza?”. O cuando el niño ve
a su padre desnudo y este rápidamente se tapa, el niño aprenderá a tener
vergüenza de su propio cuerpo.
El niño se siente humillado si siente que sus padres controlan sus movimientos,
dejándole poca libertad. Para no sentir la herida, el niño desarrolla la
máscara masoquista. Con esa protección, el niño aprenderá a castigarse a sí
mismo (humillarse) antes de que lo hagan otros. El cuerpo de una persona con la
herida de la humillación suele ser de formas redondas y llenas.
El masoquista quiere demostrarse a sí mismo que es alguien sólido y que
controla su vida (y la de los demás). A menudo lo encontramos ocupándose de los
problemas de los demás, y olvidándose de sí mismos. Cuanto más
responsabilidades de otros asumen, más peso coge su cuerpo. El masoquista
piensa que ayudando a los demás evitará que se sientan avergonzados de él, pero
a menudo se acaba sintiendo humillado y como si los demás se aprovecharan de su
buena voluntad. A menudo son mediadores entre dos personas.
Los masoquistas no se dan cuenta que haciendo todo por los demás, acaban
humillando a los demás, pues les hacen sentir que solos no podrían hacerlo.
Deben aprender a no tomar tanto espacio en la vida de las personas a quienes
aman. Deben aprender a dejar los demás tomar decisiones por sí mismos.
Los masoquistas generalmente no están en contacto con sus sentimientos pues
tienen miedo de que los demás o sus madres se molesten o se avergüenzen de
ellos. En el fondo les gusta la ropa bonita y el lujo, pero como creen que
tienen que sufrir, no se permiten esos regalos.
Son hiper-sensibles, y la mínima cosa les puede herir. Un comentario crítico
ligero les puede hundir. Por eso hacen todo lo posible para no herir a los demás.
Tan pronto alguien a quien aman se siente infeliz, el masoquista se siente
responsables. Se culpan por todo, y asumen la culpa de los demás. Es su manera
de ser “buenas personas”. No se da cuenta que estando tan empatizado con el
humor del otro, se desconecta de sus propios sentimientos y necesidades. A
menudo hacen cosas por los demás (como pintar la casa de otro) que no harían
para sí mismos. La mujer que limpia la casa cuando vienen invitados, pero que
no la limpia cuando está sola (pues no se siente lo suficiente importante).
El masoquista se siente unworthy, sin valor, no merecedor de ser amado o
reconocido. Al creer que no tiene valor o importancia, cree que merece sufrir.
Los masoquistas a menudo se siente sin poder frente aquellos cercanos a quienes
aman. Cuando son culpabilizados (algo que atraen inconscientemente), se quedan
mudos, paralizados, sin saber como defenderse.
La libertad es muy importante para los masoquistas. Ser libre significa no
tener que dar explicaciones a nadie, no ser controlado por nadie, hacer lo que
quieras cuando quieras. Cuando eran jóvenes, a los masoquistas les faltó
libertad con sus padres. Cuando consiguen sentirse libres viven al máximo la
vida, sin límites. Eso les lleva a comportamientos extremos (hacen demasiado,
ayudan demasiado, gastan demasiado, creen que tienen demasiado, etc). Cuando
viven sin límites se sienten avergonzados porque se sienten humillados por la
mirada y comentario de los demás. Por eso tienen terror a encontrarse a sí
mismos sin límites: creen que harían cosas que avergonzarían a los demás.
Además creen que si se ponen a sí mismos en primer lugar, no serían de ayuda
para los demás.
Su mayor miedo es la libertad. Se sabotean de muchas formas:
- Un hombre que se siente libre de tener varias novias, se creará problemas
para verlas y esconder las unas de las otras.
- Un hombre que se siente atrapado en casa por su mujer controladora, se
buscará dos trabajos para estar siempre fuera de casa. Creerá que así es libre,
pero se engaña.
Lo que un masoquista hace para liberarse en un área le aprisiona en otra.
Los masoquistas tienen dificultades para satisfacerse o gozar. Cuando sienten
placer estando con alguien o haciendo algo, se critican y se castigan por creer
que están aprovechandose del otro. Aprovecharse del otro es lo último que
quieren ser acusados. Por eso tienen dificultades con la sexualidad, pues les
despierta culpa. De jóvenes se controlaban (reprimían) para que sus madre no se
sintiera avergonzada.
El sentido del deber es muy importante para ellos.
Pueden tener problemas de páncreas (diabetis y hipoglucemia), pues tienen
dificultades para tratarse con dulzura. También pueden tener problemas de
corazón pues no se aman a sí mismos lo suficiente, o no se sienten importantes
como para sentir alegría. Normalmente, su forma de recompensarse es comiendo.
Para ser conscientes de la herida de la humillación, se sugiere que aprendas a
reconocer las veces en que te sientes avergonzado de ti mismo/a o de otros, y
las veces en que te humillas a ti mismo sintiendote sin ningún valor, o te
comparas o te criticas duramente. Date cuenta las veces que humillas al otro
haciendo demasiado por el otro. Es importante que te des cuenta que tu madre o
padre también sufren la misma herida. Aprende a tomarte tiempo para sentir tus
necesidades antes de decir “sí”. Asume tu responsabilidad y liberate de la
carga y la culpa de los demás.
Una vez la herida está sanada, detrás de esa máscara masoquista se encuentran
personas:
- Que conocen y respetan sus necesidades.
- Sensibles a las necesidades de los demás, y capaces de respetar la libertad
del otro.
- Buenos conciliadores o mediadores.
- Joviales.
- Altruistas, generosos.
- Organizadores con talento.
- Sensuales, saben como gozar del amor.
- Con mucha dignidad; están orgullosos de ser quienes son.
-Traicion--Control.
El alma que encarna para sanar esta herida nace con un padre
(del sexo opuesto al suyo) con quien hay una fuerte atracción o lazo de amor,
generando un fuerte complejo de Edipo que no se ha resuelto. Eso significa que
la dependencia del padre de sexo opuesto es muy fuerte, y en sus relaciones
futuras esperarán mucho de su pareja, esperando recibir lo que no recibieron de
su padre/madre. En sus relaciones les costará comprometerse por miedo a ser
decepcionadas (traicionadas).
De niño/a se sintió traicionada por el padre de sexo opuesto cada vez que ese
padre no mantenía su palabra o promesa, o cada vez que no cumplía sus
expectativas de “padre ideal”. El niño también se sentía traicionado cada vez
que su padre del mismo sexo se sentía traicionado por el padre del sexo
opuesto. Una niña podría sentirse traicionada por su padre si sentía que este
le daba menos atención cuando nació otro hermanito.
Para no sentir la herida de traición, la personalidad construye la máscara del
control. Quieren mostrar al mundo que son gente de confianza, responsables, con
palabra, fuertes, importantes.
La traición es tan inaceptable para ellos que son incapaces de reconocer que
ellos mismos podrían ser capaces de traicionar a otros (o a sí mismos). Y eso
es justamente lo que ocurre, aunque les costará mucho reconocerlo. Si por
ejemplo ellos traicionan a alguien no cumpliendo su palabra, encontrarán todo
tipo de excusas para justificarse, e incluso pueden mentir (algo inaceptable
que hagan los demás). Son muy hábiles en decir a los demás lo que quieren oir,
pero pocas veces piensan hacer lo que dicen.
Los controladores tienen fuertes personalidades, son líderes en potencia.
Piensan que tienen la razón, intentarán convencerte, y probablemente lo
conseguirán. Son de pensamiento y acción rápida, tienen talento pero les falta
paciencia y tolerancia hacia los que son más lentos. Cuando las cosas no salen
a su manera, pueden volverse agresivos con facilidad, que es una forma de
mostrar su “fuerza” y su “control”. En realidad son las personas que tienen más
altos y bajos emocionales, y no se dan cuenta que con su actitud volátil hacen
que los que les rodean se sientan desorientados y traicionados.
Les gusta tenerlo todo bajo control. Llegan antes a los lugares, les gusta
planear el futuro, son muy exigentes con los demás (pero no tanto consigo
mismos), y encuentran difícil delegar y confiar en los demás. Cuando ven a
alguien del sexo opuesto que no hace nada, le llaman “vago” y encuentran eso
como una prueba para no poder “confiar” en esa persona. A los controladores les
gusta que todo el mundo sepa lo mucho que ellos han hecho o están haciendo,
para sentirse responsables y dignos de confianza.
Les cuesta mucho revelar sus intimidades, por miedo a que sea usado en su
contra (desconfianza). Sin embargo, son los primeros en repetir a los demás los
rumores de otros, y siempre tendrán “buenas razones” para hacerlo. Les gusta
tener siempre la última palabra, les gusta organizar la vida de los demás (es
una forma de manipular o controlar al otro). Son personas sensibles pero no
muestran su sensibilidad pues están ocupados en mostrar su “fuerza” y su
“control”. Tienen que saber un poco de todo pues les cuesta mucho aceptar que
pueden no saberlo todo. Si alguien les pregunta algo que no saben, antes que
decir “no sé” probablemente se inventarán la respuesta pareciendo que controlan
el tema.
Odian sentirse controlados. Tienen problemas con la autoridad, pues piensan que
les quieren controlar. No se dan cuenta que normalmente ellos están dando
órdenes a los demás y decidiendo por los demás. Les gusta saber qué ocurre en
todo momento, y dan su opinión sin que se la pidan. Su reputación es muy
importante para ellos. Cuando hablan no se revelarán completamente; sólo hablarán
de cosas que realzan su reputación, su confianza y su responsabilidad.
Tienen miedo a admitir sus miedos y a hablar de sus debilidades. Tienen mucho
miedo a mostrar su vulnerabilidad, por miedo a que alguien se aproveche de eso
y pueda controlarle. No les gustan las sorpresas, pues pueden perder el
control. No se dan cuenta con qué frecuencia cambian de pensamiento y toman
decisiones de último segundo que sorprenden a los demás.
Son rápidos a llamar a los demás “hipócritas”, pues recelan con facilidad. No
se dan cuenta que su actitud muchas veces es manipuladora y de hablar a las
espaldas de los demás. Si alguien no confía en ellos – lo cual es normal hasta
que no se sane la herida- se sienten traicionados.
El controlador tiene mucho miedo del compromiso. Son seductores (para controlar
al otro) pero en el fondo tiene miedo que un fuerte compromiso pueda romperse,
y sentirse traicionados. Pueden confiar más si no hay sexo involucrado. Sienten
más confianza con los amigos que con la pareja, pues con la pareja el miedo a
sentir su herida es mayor. El controlador experimenta más separaciones y
roturas que cualquier otra persona. Creen que tener una pareja que esté
“delante” o al mismo nivel que ellos sería perder el control y la fuerza.
Prefieren apartar esa pareja de su vida para siempre por creer que no es digna
de su confianza. Cuando empiezan a dejar de sentir la pasión/romance con la
pareja, empiezan a sentirse decepcionadas, y encuentran maneras de hacer que su
pareja les deje, y así no serán acusadas de traición.
La causa principal de sus problemas sexuales tiene que ver con el vínculo que
crearon con el padre de sexo opuesto, a quien idealizaron tanto que ninguna
pareja puede cumplir sus expectativas. Pueden incluso renunciar al gozo sexual,
y siempre encuentran una buena forma de justificar su decisión.
Si tienes esta herida es importante que te des cuenta que tu padre de sexo
opuesto con quien tu herida se activa, ha sufrido y sufre probablemente todavía
la misma herida con su padre del sexo opuesto.
Normalmente quien tiene la traición como herida, tiene la herida del abandono.
Por no querer aceptar su dependencia afectiva (con el padre de sexo opuesto)
desarrollan la coraza y la máscara de control que les impida ver su herida de
abandono.
-Injusticia--Poder.
Sufrimos de la herida de injusticia cuando sentimos que no
somos apreciados por nuestro verdadero valor, cuando no nos sentimos respetados
o cuando creemos que no recibimos lo que merecemos. También sufre esta herida
quien cree que recibe más de lo que se merece.
La herida se activa con el padre del mismo sexo. Si sentíamos que ese padre no
expresaba sus sentimientos con nosotros, sufrimos una relación “fría” y
superficial con el/ella, lo cual nos limita a podernos expresar y ser nosotros
mismos. Si el padre del mismo sexo era además autoritario, crítico y estricto,
la herida es mayor. De pequeño quien tiene esa herida siente que es más
apreciado por lo que hace que por lo que es.
La reacción de la persona que sufre la herida es disociarse de sus sentimientos,
como forma de sentirse protegidos y no vulnerables. Para ese fin construyen la
máscara de la rigidez. Físicamente van todo rectos, como si su cuerpo fuera
“perfecto”. En el fondo son injustos a sí mismos, pues no se permiten expresar
sus verdaderos sentimientos.
Los rígidos son gente muy sensible, pero esconden su sensibilidad, actuando
como si nada les tocara sus sentimientos. A los ojos de los demás parecen fríos
e insensibles, aunque ellos piensan que son los más sensibles y cariñosos del
mundo. Temen la frialdad en los demás y en sí mismos. No pueden aceptar ser
fríos pues significa no tener corazón, y eso equivale a ser injusto. Por eso
para ellos es tan importante sentir que son “buenas personas” y “buenas en lo
que hacen”. Ellos se consideran “perfectos” en primer lugar, y “cálidos” en
segundo lugar”.
Los rígidos buscan la justicia por encima de todo. Son perfeccionistas y creen
que hacer o decir las cosas a la perfección es justo. Hacen bien las cosas, y
de forma rápida. Quieren hacerlo todo para evitar problemas, y si alguna vez
tienen algun problema prefieren decir que “todo va bien” para no sentir el
sufrimiento. Son muy optimistas. Parecen imperturbables.
Son muy dinámicos, aunque sus movimientos muestran poca flexibilidad, mostrando
que están algo cerrados. No les gusta la autoridad, porque para ellos la
autoridad siempre tiene “razón”. Para ellos, el merecer las cosas es muy
importante. Difícilmente aceptan regalos “sin haberlos merecido” por su
esfuerzo. Harán saber a los demás lo que han hecho o están haciendo para
mostrarles que son merecedores de su reconocimiento.
Cuando piden explicaciones, los rígidos quieren que todos los detalles sean
exactos. Pero cuando ellos tienen que explicar algo, suelen exagerar
fácilmente. A menudo utilizan las palabras: siempre, nunca, mucho. No se dan
cuenta que exagerar los datos no es ser justo. Cuando les preguntas cómo están,
rápidamente te contestarán “muy bien!” para no tomarse el tiempo de sentir cómo
están.
La religion tiene un impacto grande en los rígidos. Para ellos el concepto de
“bien” y “mal”, “correcto” o “incorrecto” pesa mucho. Por eso tienen mucho
miedo a cometer errores. Se exigen mucho a sí mismos, les gustaría tenerlo todo
solucionado al instante, son muy impacientes y críticos consigo mismos. Casi
nunca están satisfechos por lo que hacen, y eso les drena energía. Por eso sus
cuerpos suelen ser delgados. Se comparan con los que consideran que son “más
perfectos”, y eso es algo injusto que se hacen a sí mismos. Es una forma de
rechazar su ser. Normalmente de pequeños se sintieron comparados con sus
hermanos/as.
Suelen tener problemas de visión, porque es muy difícil para ellos ver que han
tomado decisiones poco acertadas o que tienen una percepción mala de una
situación. Prefieren no ver nada que sea “imperfecto”, pues así no sufren.
Prefieren utilizar la expresión: “no lo veo del todo claro”.
Se sienten culpables si no están haciendo nada mientras otro está trabajando.
Lo viven como una injusticia. Para el rígido es difícil conocer y respetar sus
propios límites. Se imponen obligaciones aunque no sean coherentes con sus
necesidades. Si se permitieran sentir más se harían un favor.
Encuentran injusto tener más privilegios que los demás. Por eso, muchos se
sabotean a recibir, otros se centran en aquello que quejarse (y así olvidar sus
privilegios) y otros creen que tienen que dar a los demás para ser justos.
Pueden intervenir en una situación si ven que no es justa. Les gusta que todo
esté en su sitio, ordenado. Su sistema nervioso está sobreexcitado porque se
exigen la perfección, aunque a los demás les parezca gente tranquila (debido a
su auto-control).La emoción más común es el enfado, sobretodo hacia ellos
mismos, por no alcanzar sus ideales de perfeccionismo. Deben vigilar su hígado
si reprimen mucho el enfado.
Normalmente quieren dar una “segunda oportunidad”
a las personas porque creen que es justo. Si son muy rígidos, no verán su
propio enfado y suavizarán la situación excusando a la otra persona.
Los rígidos tienen dificultades en dejarse ir y sentir placer sexual. Les
cuesta expresar su ternura. Son sin embargo, los de apariencia más sexy. Cuando
se encuentran en una situación emotiva (cumpleaños por ejemplo), tienen
dificultad en controlarse.
Si reconoces esta herida en ti, puedes sanarla empezando por reconocer cuando
eres injusto con los demás y contigo mismo. Si sientes vergüenza, es señal que
no somos justos con nosotros (ni con los demás). El niño/a que se siente
rechazado, quiere llegar a ser perfecto, pues tal y como es ahora, no es digno
de existir. Cuando pasan los años y el niño siente que su padre del mismo sexo
le ama más, lo consideran injusto.
Deciden entonces auto-controlarse, exigirse
más para así no ser rechazados. Así crean la máscara de rigidez. Se apartan de
sus sentimientos para no sentir el dolor del rechazo.
Una vez la herida está sanada, detrás de esa máscara de retraimiento se
encuentran personas:
- Dotados para lo creativo, muy dinámicos y entusiastas.
- Capaces de simplificar, explicar claramente y enseñar.
- Sensibles y conocedores de lo que los otros sienten.
- Saben encontrar la persona adecuada para hacer trabajos específicos.
- Pueden manejar situaciones difíciles.
No necesariamente tenemos las cinco heridas. Con humildad y sinceridad cada cual puede reconocer sus heridas. Reconocer nuestra limitación humana es el primer paso en el proceso de sanación. Si nos cuesta identificar nuestras heridas es porque nos ocultamos tras una máscara, que se construyó para no ver ni sentir esa herida.
-LISE BURBEAU.
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